Siempre he
tenido problemas para dormir. Pero últimamente no, el día a día me hace llegar
a casa con el único anhelo de refugiarme en mis sábanas para descansar, reponer
fuerzas.
Esta noche
ha sido igual, salvo por una cosa: me ha despertado el sonido del grifo de la
cocina que goteaba al lado de mi habitación. Golpeaba constante, pero no se
podía oir ese pequeño eco que siempre sucede, se oía ahogado.
He intentado
volver a dormir, pero no estaba cansado. Me he levantado y he ido a la cocina.
El grifo había parado de gotear, había cesado, y su sonido sordo se había
apagado.
Me he
acercado inquieto y desconcertado. En el fregadero una rosa roja reposaba.
¿Cómo había llegado ahí? No lo sé.
La he cogido
y he admirado su belleza. Ya no tenía gotas que la regaran.
La he
cambiado de mano para poder observar el resto de la preciosa flor, y al hacerlo
sus espinas me han herido. Me escuece, sangra. Me dejará una marca imborrable,
pero jamás olvidaré la belleza de aquella flor, mi rosa.