Thursday, March 27, 2014

A Carola


En esta nublada noche te escribo Carola porque ya no estarás. Hoy no me dejas descansar a tu lado mientras tu respiración me arrulla en el fantástico mundo de los  sueños. ¿Y mañana?… Mañana Dios dirá.

Me escuecen como cicatrices los trazos que las yemas de tus dedos dejaron sobre mi piel, se queman mis pupilas al recordar la profundidad de tu mirada y poco a poco voy sintiendo que mi momento ha llegado: es hora de que vuelva a ser ese búho encaramado al papel y sus falsos recuerdos.

Fui cobarde por desamor, pero hoy… hoy querida Carola, quiero que sepas que me arrepiento. Me arrepiento de no haber guardado los hilos de seda con que adornabas mis labios, lamento haber perdido la nube en que me dejaba descansar al abrigo de tu calidez; protegido del mísero y del dolor.
Extraño tus caminos para hacerme entender, echo en falta el mar cayendo contigo envuelta en las sombras.

No tendremos nuestra pequeña verde y roja, no vislumbraremos la belleza del blanco  dividido bajo el moteado morado.
No volveré a oler las flores impregnadas en mi ropa.
No reptarán por tu espalda fugitivos susurros de esperanza.

Sin embargo quiero que sepas, querida Carola, que habitarás allá donde Jara aún hoy se encuentra con Amanda; en ese punto entre el norte y Madrid que canta Serrano, en las ‘tendres paraules’ que Serrat dedica a su primer amor.

No pido mucho, porque la vida poco me dio, pero si se me concediese un deseo, querría que la edad me respetase sólo eso, te respetase. Que ese pequeño jardín en medio del desierto no se aje y no desaparezca; porque mientras este allí, todo lo bueno es posible.


Marcos.