Wednesday, November 10, 2021

La historia de Juancho

«Tic-tac, tic-tac, tic-tac…»
La noche se ve interrumpida por el reflejo de los intermitentes que anuncian la salida al destino nocturno de Juancho. Suspira al ver el lugar que ha elegido para descansar: “bandera, bandera y bandera, todo lleno de banderas… estoy hasta los cojones de tanta bandera ya…”.
Aparca y pasa al lado de un cartel que anuncia una tienda-museo de artículos de caza, piensa en su ex-suegro; a su otro lado, ve varios camiones aparcados en batería: “Se que el mejor sitio para conseguir un arma es la cabina del camión gris que hay ahí fuera”, se sonríe, por un momento se siente Jason Bourne, y no ser nadie se convierte en algo divertido, un juego al que dedicar un espacio mental en lo que recorre el camino hasta la entrada; pero no ha terminado y su sonrisa se tercia irónica… “¿Cómo puedo no saber quién soy?”
Quizás no sea tan distinto a Bourne después de todo.
Llega hasta la puerta del hostal de carretera y abre. Le recibe un olor a fritanga conocido, una luz blanca insufrible amenaza con cegarlo y el ruido de platos y cubiertos enturbia sus oídos. Echa un rápido vistazo a la estancia. Hay una docena de mesas todas separadas entre sí ocupando como la mitad del espacio; unas pocas escapan a la tendencia y anárquicas ellas, han decidido apelotonarse justo en frente de una puerta coronada por un letrero que pone: HOTEL. “Qué bien distribuido”.
Se acerca a la barra del bar, y se sienta esperando a que lo atiendan. Tiene pinta de que va a ser larga la espera, sólo ha contado a dos camareros que no parecen incomodarse con los gestos de impaciencia y resignación de sus clientes. Se pone sus gafas de analista sociológico y estudia a sus vecinos de barra.
Un trabajador de gasolinera que ronda los 50 años, lleva un polo arrugado que dibuja una curva pronunciada que amenaza las leyes físicas y que por debajo, abriga a una barriga trabajada durante años. Algo sucio, sujeta un vaso de tubo con hielos y un líquido verde nuclear que asusta… “la fuerza de voluntad para entrenar es la clave del éxito”; la otra, una señora escuchimizada con chándal de táctel y no menos de 15 pulseras de plástico en la muñeca juguetea con la cuchara del café mientras mira hacia abajo. “Ya estamos en la parroquia”.
Se acerca un camarero que le pide el DNI para poder hacerle la ficha: “Es por si viene la Guardia Civil, que luego nos echan la bronca”.
Juancho busca entre sus recuerdos cinematográficos bajo la certeza de que el poco dinero que lleva en la cartera va a tener que usarlo para sobornar a la pareja de la benemérita que decida acercarse ese día al hostal para ganarse la peonada complementaria bajo la amenaza de llevar al calabozo a todo aquel que no colabore con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
Se lo entrega y no puede evitar arrepentirse al momento: manos llenas de grasa y de sal, uñas largas donde el aceite parece querer barnizar la roña que se esconde entre éstas y la carne reciben la tarjeta. El hombre recoge sus datos y cuando le devuelve el DNI, Juancho duda de si decirle que se lo quede, pero la situación incómoda que se le pasa fugazmente por la cabeza y el hecho de no estar seguro de poder permitirse pagar el precio de un DNI extraviado lo convencen de aceptarlo y guardarlo a buen recaudo en su cartera promocional de Caja Madrid.
Su cartera es uno de esos objetos talismán que posee Juancho, siempre le ha parecido graciosa la ironía de que una persona como él que desconfía de los bancos casi por herencia familiar, guarde el poco dinero que tiene en una cartera de forraje sintético que quiere imitar el cuero con un logo enorme de la ya desaparecida caja de ahorros.
Sortea la trinchera de mesas que amenazan con impedir su paso y se adentra en un pasillo flanqueado por puertas a uno y otro lado. Busca la suya, la 206, y abre la puerta. Enciende la luz.
Sólo dos de las tres bolas de vidrio que cuelgan del techo se iluminan, tienen motivos florales que le recuerdan a las que había en la casa de su abuela. Siempre hay espacio para la melancolía al pensar en su yaya.
Deja sus cosas y se dirige al baño. Está de suerte, una cucaracha dentro de la bañera agita sus antenas tranquilamente, va a ser el primer ser vivo que comparta habitación con él en un año y medio, se siente tentado de cogerla para que trepe por su brazo un poco, pero prefiere no asustarla, no es Juancho una persona que sea conocida por generar miedo en los seres vivos que lo rodean (aunque la cucaracha no parece muy intimidada por su presencia). Además, en el fondo teme que se vaya por el desagüe y se quede sin romper la racha.
La luz del baño es blanca, sólo funciona una de las dos bombillas que se encuentran encima del espejo al que ni siquiera piensa echar una mirada rápida. “Luz blanca y luz amarilla… luz blanca y luz amarilla musita entre pensamientos…. ¿Eso no tiene una rima? Como rosa y rojo, patada en el ojo que decía…” y no termina de pronunciar su nombre ni siquiera en pensamientos. Aún duele su ausencia.
Se mete en la cama, se cubre con las sábanas llenas de pelotillas que acolchan un poco el duro somier sobre el que dormirá esa noche y enciende la televisión. Hace un zapping rápido con la esperanza de que no pongan nada que alargue innecesarimaente ese día, pero no puede reprimir el gesto de encenderla, por si tiene la opción de ver una película que le entusiasme y le meta en la piel de un personaje distinto a él mismo que le ayude a evadirse de su realidad. Pero no. “Puta telebasura”.
Apaga y se queda en silencio. Aún oye los platos y cubiertos del restaurante del hostal al final del pasillo, se pregunta si mañana podría darse el capricho de tomarse unos “famosos churros del Hostal Gilda”, luego recuerda las uñas del camarero y se convence de que es mejor no tentar a la suerte, no vaya a ser que se coja algo y acabe teniendo que ir al médico.
Juancho mira al techo por última vez antes de intentar dormir, se pregunta una vez más por qué no está en su casa hoy. Se trata de una pregunta sin respuesta puesto que tampoco le seduce la idea de estar allí. Es casi más una reflexión filosófica que espera una sucesión lógica de pensamientos que enlacen las diferentes etapas y sucesos de su vida reciente que le han llevado a no estar metido en sus sábanas con la luz apagada pensando por qué no está lejos de su casa.
Juancho se dispone a dormir, por un momento coquetea con la idea de masturbarse, pero descarta rápidamente esa opción no ya por la agotadora logística que conllevaría, sino porque no le apetece la intensidad emocional que le supondría el eyacular. “Caray, si me viera mi yo de 20 años…”
Y deja la reflexión sin acabar... una vez más, pero no será la última.
Juancho es consciente de su miseria; pero hasta el más desgastado de los miserables necesita evitar sentenciarse, darse una tregua así mismo, pues todo miserable consciente de su soledad, sabe que en alguna parte de sí mismo late la certeza de que no completar algunos de sus pensamientos le puede estar salvando la vida. ¿No es esto compasión?

Tuesday, November 19, 2019

Un poco cada rato

Me dijeron que vendrías pronto
y que el tiempo pasa corto,
que no tenía más que dejarme llevar
como las olas del mar.
Así, milagrosamente, querida mejor amiga
desaparecería la pena y la melancolía,
fieles compañeras de travesía.

Pero me engañaron cual necio
pues cada día tiene un costoso precio,
no hay uno que no desgarre un poco
y me haga sentir algo loco.
No es normal esta falta que pesa
esta ausencia tan inmensa
este extrañar que rabia y quema.

Entonces me refugio en la poesía,
abro a Benedetti que también le escribía
a la añoranza mirando su reloj
y lo veo atado, siervo.
Es en ese instante que me dejo pensar
que quizás sí tiene sentido penar
por un ser querido que, esperas, volverá.

Puede que al final todo sea tan sencillo
como mirar el reloj con cara de acertijo
esperando a que adelante algo su paso
pero también puede que no sea el caso,
y que valga con seguir queriéndote un poco cada rato.

Thursday, September 12, 2019

Querida Sole

Querida Sole,

Hacía tanto que no hacía esto que me tiemblan las manos. Hacía mucho que no tenía tiempo, que no lo de-tenía, para escribirte unas palabras.
Es que es tan fácil vivir sin ti de repente…

Ya me acostumbré a llegar a la cama y que no estés, me acostumbré a dormir sin un vacío tan tuyo como mío que me arropaba por las noches.
Es que Sole, hay veces que merece la pena estar sólo, y sé que te traeré de vuelta porque nos hemos hecho la una a la otra. Lo haré como lo hago siempre, como las hojas vuelven al otoño, me deshojaré y reposaré sobre tu frío vientre mi cabeza de nuevo para que me acaricies con tus manos llenas de compasión, para que me meses el pelo lentamente, diciéndome que todo irá bien… Pero es que contigo no era libre.

Hay veces que los barrotes no son cárcel sino un punto donde agarrarse para no caer. Es entonces que, cuando aprendes a ver,  lo que era encierro se torna naturaleza. Hay tantas libertades como circunstancias.
Y yo Sole, de repente, me siento más libre que nunca sin ti. Hay todo un camino de lunares hecho para mí que me guía; por su piel fina hasta encontrarme con su mirada achinada, vislumbrándome así como entrecortada, sin pesos ni contrapesos, por esta primavera que no suena a ritmo de bombo y proclamas, ni a descastarse, por la ropa tirada en los rincones de casa, por los segundos de la vida que me hacen llegar tarde sin hacer nada, haciéndolo todo.

Ese camino está alumbrado por luces entrecortadas por los agujeros de mi persiana, cuando agotado y exhausto, me arropo por fin al lado de una no ausencia.
Porque yo, nosotras, éramos ausencias. Y esta no ausencia me abriga cuando la angustia viene, cuando los miedos pesan y llenan mi habitación propia. Casi me atrevería a decir que esa no ausencia es presencia, y lo que es más emocionante, creo que de repente me hace ser presencia. Y qué raro es ser eso. ¿Qué será eso?

Sí Sole, te escribo para presentarte a Felisa y para contarte que por ahora hemos decidido acompañarnos, aunque siempre tendré una cierta debilidad por ti y me veré a escondidas contigo, para seguir dibujando paisajes en blanco y negro, para llenarme de ese otoño tan nuestro que siempre me da perspectiva.

Porque nosotras juntas éramos todo, y con Felisa no siendo nada, somos bastante, cada día un poco más.

Thursday, June 20, 2019

Otra vez.

Llego a casa después de machacarme contra la vida.
Veinticuatro horas de trabajo contra la vida.
El silencio me recibe.
Otra vez... otra vez  mi casa está vacía.
Lo has vuelto a hacer. Te has vuelto a marchar.
Como siempre que te vas, dejando la casa recogida como nunca:
sin tu ropa en los armarios, los platos lavados y hecha la cama
y en el suelo tiradas tus bragas.

Como para recordarme tu no ausencia,
tu calor a mi lado a la hora de dormir
tener a quién mirar en la oscuridad de la noche,
tener con quien reír a tientas
como descubriendo qué somos juntas
buscando esa materialidad que no somos
ya que no nos podemos coger en brazos y guardarnos
ni tampoco sacarnos para enseñarnos a nuestras amigas y camaradas,
casi que ya no deberíamos ni pensarnos.

Así me paso el día, en el sofá,
esperando a volver a trabajar
pensando cosas que podríamos hacer
ahora que no estás otra vez.
Y mañana, mañana volverá a ser más de lo mismo
aprovecharé la siguiente guardia
para volver a dejar la cama hecha
y en el suelo tiradas tus bragas.. otra vez...

Monday, June 3, 2019

Asín semos

Podría explicarte lo infinito que hay dentro de mi pecho, lo oscuro que puede llegar a ser. Podría, igual que podría no hacerlo. Quizás no debería hacerlo porque tú ya lo sabes, lo has visto, abriste mis entrañas a fuerza de facilidad. La facilidad de tu sonrisa, la facilidad de abrirme un escondite cuando el mundo me obliga a salir. No será porque el camino no haya dado vueltas para que lleguemos a este punto. Porque cuando yo más seguro estaba de que no, que yo ya no, pues tú dijiste con todo el anarquismo que llevas dentro, con toda esa tranquilidad que emanas, ese deslizarte por la vida sin presiones ni prisiones, ni prisas, que ahí estabas para crear la revolución más calmada, en la tierra no ansí como en el cielo, que el único que nos queda es el que (no) vemos. Y luego vino eso de mirarnos a los ojos y no decirnos nada salvo vergüenza y te quieros, y llegó acostumbrarse a no sufrir por hablar con alguien cada día, por querer de nuevo ver varias noches una persona, no una persona sino UNA. Podría explicarlo... o quizás no, pero mejor así, dejémoslo estar estando nosotras, que no sabemos si acabará o cuándo lo hará, pero puedes contar conmigo como contaba siempre aquel poeta del que ya no me acuerdo, oh sorpresa. Olvidémonos de más poetas que se nos da bien, y sigamos haciendo lo nuestro, que se nos da aún mejor.

Wednesday, April 24, 2019

Murieron los poetas.

Los poetas ya murieron
en el momento en que nacieron.
Acabaron los motivos
los mundanos y los divinos.

Desaparecieron los sentimientos enterrados
y las circunstancias no (r)evolucionaron.
Ya no esperen Lorcas, Albertis, Hernández ni Machados.
No esperen Nerudas, Dickinsons, Plaths ni Whitmans.
Se desvanecieron todos
en el círculo eterno  de la Historia.

Entonces, ¿por qué escribir?
Escribimos porque escribimos.
¿Por qué escribir?
Porque escribir.

Sunday, April 21, 2019

La rabia, la tierra.

Que sea la rabia una tierra verde y fértil
que sea la injusticia diaria semilla.
que sea el odio regadío primaveral.
que sea el fuego el sol fortalecedor.

Trabajemos la tierra con tesón,
con la horca y el rastrillo
dejémonos sangre y sudor
usemos la hoz y el martillo.

Que florezca de nuestro trabajo el amor
que sea libre, sin juicios ni miedos.
Que crezca una patria ancha e impura,
que no sea sólo sueño y lo haga de verdad.