Es lo malo
que tienen estas horas, que llegan y uno está sólo en casa como quien dice.
Puede que no pase nada, pero también puede ser que acabe viendo una película
que le ponga sensible o un capítulo de una serie que le gusta y que suene una
canción más lenta de lo que toca.
Puede ser
también que, sin querer, uno lea una carta que te escribieron hace un tiempo.
Esa que encontré sin que tú lo supieras, o al menos eso creo. Y entonces uno
puede comenzar a pensar en las casualidades que tiene la vida.
Justo ahora
que te apareces más asiduamente en sueños, voy y me encuentro con la cartita.
Irremediablemente
amigo mío tengo que reflexionar, pues no soy proclive a dejar pasar las cosas,
me gusta darle una y mil vueltas a cada suceso de mi vida.
Y ¿sabes
qué? Que me doy cuenta que poco ha cambiado, aquí estoy un año después de
haberte escrito por última vez. Plasmando en algo etéreo como la red que te
echo de menos, para que algún conocido, o no, se pregunte quién eres y qué nos
pasó, y el por qué no sé cómo, ni dónde mandarte todo esto.
Nada ha
cambiado, seguimos en el mismo sitio en el que estábamos… Tú, callado. Yo,
pensativo. Creo que jamás sabré si nos peleamos con motivo, nunca llegaré a
vislumbrar el secreto de nuestra separación.
Sin embargo, mira… Algo hemos avanzado, creo que sufriste mucho, y que por eso
tengo que olvidar muchas cosas.
Ayyy, en eso
sí que nos parecíamos, llevábamos el sufrimiento escrito en nuestra sangre. ¡Y
eso que no éramos hermanos! Yo lo sigo llevando. Tú… pues no lo sé. Parece que
no es una enfermedad de esas que se curan. ¡Pero oye! Nunca se sabe ¿no? Hay
que ser positivo, si no, poco nos queda.
El caso es
que me gusta pensar que estás por ahí pululando, que me sigues vigilando, que
sabes que más o menos estoy bien, que me lees y que te gusta lo que ves. Quiero
pensar que sabes que te quiero amigo mío, de verdad, a pesar de todo.
¡Yo que sé!
Sólo estoy aquí dejando ir mi imaginación, las palabras… Puede que esté loco,
lo espero la verdad, al igual que tú no me gusta ser como el resto.
Además, me
resisto a creer que el mundo está cuerdo.
En fin, que
me estoy enrollando más de la cuenta, me despido ya. Un abrazo fuerte amigo, y
ya sabes, si estás por ahí, avisa cabrón, que has perdido la costumbre de
llamarme y se echa en falta.