Tuesday, March 12, 2013

Métanselo en la Cabeza


Déjenlo es igual, grítenme lo que quieran, despotriquen si lo prefieren e incluso acuérdense de mí y de todos mis ancestros, que poco pueden hacer. He tomado la decisión de vivir, perseguir aquello que me hace feliz. Tiene sus riesgos, nací con sibarita paladar, y no me vale cualquier cosa.

No haré caso de sus advertencias y supuestos peligros. Salirme del camino que establecen sus estrechas mentes no es un problema.
Su protección, miedo mal disimulado, no es una opción para mí. Reflejan en mí sus inseguridades. Guárdense sus “y si…”,  “hay gente que te quiere” y demás corazas demagógicas.
No de ustedes de quien hablamos, si no de mí.

Viví sin miedo hasta ahora porque no me lo pude permitir.
Pero resultó que de ello salí airoso, feliz, completo y seguro de mí mismo. Lo suficiente como para saber que temo más una vida larga con la losa de no haber hecho lo que mis entrañas ansiaban, que una corta en la que hice todo lo que me emocionaba y estimulaba.

Estense tranquilos familiares y amigos, que si alguna vez desaparezco de improviso, lo hago sin desasosiegos ni pesadumbres.
Y aunque me lloren, espero que antes o después se den cuenta del acierto de mi decisión. La razón dice que no, pero por muy admirador que sea de ésta no me permite alcanzar esa plenitud necesaria para caminar sin angustia.
Para bien o para mal, a mi felicidad no se llega pensando (aunque me de me muchos placeres), si no sintiendo.

Thursday, March 7, 2013

Grito en Salem


Quise tenerte entre mis brazos demasiado tiempo, apretarte contra mi pecho y escuchar tu respiración en lo profundo de la noche.
Quise quererte para siempre, eterna y pura como eres, acariciando tu piel de seda a tientas.
Quise pasar las noches en vela hablando contigo durante horas y saber qué es lo que piensas, cómo eres; detenernos únicamente para beber agua y continuar despiertos hasta ver el alba. Y sólo entonces, descansar.

Descubrí que el amor no es eterno con tus despedidas, aprendí que los reencuentros felices no existen con tus visitas nocturnas.
Que quererse no es suficiente, cuando el odio es mucho más fuerte.

Porque te odio, bruja. Detesto tu mirada cristalina perfecta, tu sonrisa cálida y brillante, tu pelo salvaje, tus gemidos anhelantes…
Tus bromas sobre mi ropa y tu forma de reír sin parar, tus eternas caricias sin destino final, el sabor de tu boca en las noches de desvelo.

Habitas en mis pensamientos, en cada recodo de mi existencia. Imperturbable, clara. Vivo en un futuro imposible a tu lado, infeliz y destrozado.
Me destierro de este mundo para no verte. Descuida vieja amiga que allá donde esté, estaré bien.
Lejos, muy lejos. De ti y de tu hechizo.