Tuesday, March 10, 2015

Inventemos un cuento: Katia. Parte I.

Caminos que comenzaron el mismo día en distintos puntos y se juntaron. Entrelazados por algo superior al destino: nuestra voluntad, aquella que nos hizo únicos por un momento, el centro alrededor del cual giraba todo.
Senderos dirigidos por una extraña energía que nos empujaba a descubrir todo lo que nos rodeaba.
Compañeros que decidimos ir codo con codo de estación en estación sin complejos de irresponsabilidad, mimando cada instante, saboreando el presente pasado a cada segundo.        

*****

-¿Recuerdas aquella tarde paseando?

-¿Cuál? No sé de qué me hablas... –Respondió con mirada y sonrisa pícaras–.


Le gustaba hacerme rabiar y lo conseguía, lo reconozco. No me pasaba ni media, yo me preguntaba por qué si ya era así de serie cuando nos conocimos. Supongo que en parte le gustaba que me pusiera sensible, romántico. Esa maldición que por ideales tenía que rechazar, que incluso me producía dentera a mí mismo, pero que no podía evitar. Y ella no perdía la oportunidad de reírse de mí por ello. Le gustaba sí, aunque nunca lo llegó a reconocer, probablemente porque sus ideales tampoco se lo permitían.

A ver, un momento... No estoy escribiendo estas líneas para que saquéis ninguna conclusión con la lectura la verdad, tampoco será de lo mejor que he escrito, pues apenas tengo claro quiénes son los personajes de esta historia que no es real, porque la vida y el sentido común dicen que no pueden serlo.
Hasta ahora todo lo que habéis leído son los retales de una inspiración que un día fue el motor de mi vida y que ahora se halla ahogada en whiskey, marca: Soledad. Así que si sois listos, dejareis de leer ahora mismo. No me responsabilizo de las consecuencias de vuestros actos, avisados quedáis.

Así pues, con las sobras que tenemos, hagamos como que somos contadores de historias. Como si lo que queremos contar fuera cierto, que no lo es. Tenemos el qué (amor/relación) y el quién (yo y una mujer de mi pasado inventada). Sin embargo quedan algunas incertidumbres... Nah, acabo de decidir que no son importantes en su mayoría.

Pero sí que nos detendremos en el cómo. Después de tanto tiempo... en fin... son demasiados recuerdos. ¿Cómo evolucionan los sentimientos?

Recuerdo perfectamente cómo la conocí, ella estaba distraída con sus amigos sentada en un bar que solía frecuentar; yo estaba con los míos.
Siempre he sido una persona extrovertida, me resulta cómodo, cuanto más hablo menos cuento de mí, así escondo una personalidad callada y pensativa, que reflexiona permanentemente y que en demasiadas ocasiones pasa por distraída para evitar responder a la maldita pregunta: "¿En qué piensas?"

Andaba debatiendo sobre algún tema de trascendencia vital en aquel momento pero ninguna a la postre, cuando una amiga se saludó con otra persona de otro grupo.
La miré curioso, observando, analizando cómo se relacionan las personas, los tics, el lenguaje corporal de cada una... Sí que les había hecho ilusión verse, si eso era producto del alcohol o no es un misterio que no llegué a descubrir.
Como es lógico nos quiso presentar a su amiga... Susana, creo que era. Y ésta, notablemente apurada después de saludarnos educadamente a todos uno por uno, quiso centrar la atención en otro punto, así fue cómo nos presentó al resto de amigos: Marta, David, Javi y "esa que está de espaldas ahí hablando con unos que no conocemos es Katia. Ni se os ocurra llamarla Kati que os odiará eternamente".

-¡¡Katia!! ¡¡Katia!! Que te presento a unos amigos.

Cuando ella se giró yo apenas prestaba atención, seguía analizando a Susana, tenía una gracia natural que había conseguido llamar mi atención. Su sonrisa nerviosa, la vitalidad de su mirada, la espontaneidad de sus gestos... Era interesante.
Todo eso andaba analizando hasta que casi sin querer, me choqué con Katia que había ido saludando a todos y ahora me tocaba a mí. Levanté la mirada y nuestros ojos se cruzaron...

¿Cómo describir aquel instante?

Insignificante, creo. No sentí absolutamente nada. Me dio igual, vaya. Era una chica más, la saludé ceremoniosamente y deje escapar una mirada furtiva a Susana de nuevo. Ella lo percibió y rápidamente giró la cabeza azorada. Me estaba divirtiendo.

Se formaron varias conversaciones entre ambos grupos, la mayoría destinadas a dejar que alcohol fuera haciendo sus efectos y crease amistades eternas por una noche. Yo callado con la excusa del cansancio, atendí a una de ellas en las que estaban enfrascadas tanto Katia como Susana. Era sobre filosofía, no la que utilizan todos los bohemios para alardear de conocimientos, sino filosofía del día a día. Aquella que explica las creencias de una persona y el cómo es.

"Pues yo baso gran parte de mis acciones en provocar con mi género..." –Exponía Katia– "... Creo que en una sociedad como ésta en la que vivimos, explicitar en cada acto político diario que soy una mujer es una manera de provocación que hace que la sociedad se rebele contra ello de tal forma, que se tiene que parar a replantearse el por qué de que yo haga estas cosas".

-Vaya, ¿y podrías poner un ejemplo de eso? –Espeté–.

-Sí claro, el otro día iba por la calle con una amiga y un tío nos dijo que dónde íbamos tan solas. Me paré, me di media vuelta, me acerqué a él lo más provocativamente que pude, es decir, siendo "femenina" y cuando estaba a un palmo de él le eructé en la cara para después decirle: "A casa, a ver si mi novio me quiere hacer el amor".
Se quedó con una cara...

Algo asombrado y entre risas no pude evitar provocarla.

-Ayyy Kati... Así es como querías que te llamásemos, ¿no? Feminazi y bollera, vas a ir al infierno.

Ella se puso seria y me miró gélidamente a los ojos.

-Vaya, otro machirulo que se las da de listo, espero que a partir de ahora esa inseguridad que tienes pase a ser silencio...

Me quedé helado mientras todos reían a mi alrededor, me había cogido desprevenido un ataque tan certero con apenas una mirada de comunicación entre ambos. Me sobrepasaba con creces.

-¡¡Qué es broma hombre!! Vaya cara de pasmado que has puesto. En realidad no me hagas caso, a veces soy un poco borde. Ven anda, ¡dame un abrazo!

Y se acercó depositando una mano suave pero intensamente sobre mi pecho y mientras me rodeaba con su otro brazo me susurró al oído:

"Tranquilo, no soy tan mala como parezco, puedes respirar. Pero no juegues conmigo, que te harás daño". Y al despegarse me guiñó un ojo que se clavó en mi cerebro y aún hoy me tienta en la noche.

Supo romper el hielo que me había estado asediando tanto tiempo.

*****

Pues ya veis, sin nada al final ha salido algo. Otro día podemos ver cómo sigue la historia. Le podemos poner, yo que sé, un tema en el que se sintieran identificados, algún paseo...

Bendita imaginación ¿eh?

0 comments:

Post a Comment