Monday, November 23, 2015

Historias

Rescato estas palabras de un papel roto, casi ilegible por el fragor de una batalla contra la lavadora. Hace un tiempo ya que están negro sobre blanco y creo que no me había atrevido a sacarlas hasta ahora por miedo. Quizás hoy con una apatía vital sea el peor momento, pero eso es siempre el inicio del mejor momento posible, ¿no?


*****

-¿Sabes? Tengo miedo, hacía tiempo que no me pasaba pero es así.

+¿Perdona? –Respondió Rachid algo asombrado–.

-Ay… Lo siento… Nos acabamos de conocer, pero es que… Estoy nervioso y todo… Por el partido, ¿sabes?

+Bueno, sólo es un partido de liga de aficionadas, no es para tanto….

-Ya, ya lo sé. No es eso…

-¿Pues?

-No quiero que juegue peor porque esté yo. Bueno, la verdad es que tampoco quiero que juegue mejor por mí…
Sólo quiero verla feliz y sonriendo, que juegue como nunca, pero por ella. Y que se sienta como nunca. Quiero que lo comparta conmigo… pero sólo porque se siente bien y le apetece vivir esa felicidad conmigo. ¿Me explico?

+Eres claro, como el agua… Bueno, dejémoslo en transparente.


Y el resto de la conversación se perdió con el traqueteo ruidoso del metro…
¿Cómo le iría a ese chico con ella? Espero que ganase, o que perdiese…
Bueno, ya me entendéis. Odio las conversaciones de metro, a veces se cortan en la mejor parte. Al menos por ahora…

Pasemos a la siguiente historia…

*****

-Y allí estaba yo, plantado en el sofá observándola. La admiraba por su determinación y fuerte personalidad. Tanto que aprender…

La vi escribiendo entusiasmada. Los destellos del teclado de su portátil parecían estrellas fugaces. Cada letra que presionaba una, que moría casi en el mismo instante que se creaba. Y yo, pedía un deseo con cada golpe que daba. Siempre el mismo.

Que sonría, por favor, que sonría…

+¿Sueño, eh?

-Sueño de soñar.

+Cursi.

-Eso, hagamos como que no importa. ¿Qué tal tú?


*****

Me encanta pasear sólo por la ciudad.

¿Saben? Tengo dos grandes amores. Me quita el sueño que un día se enteren de la infidelidad. Ambos. Maldita sea, ¿quién impuso eso de amar de uno en uno? ¿Es que acaso sólo puedes querer a tu padre o a tu madre? ¿A tu hermano chico o al mayor?

Son tan complementarias… Y no serían tan especiales si no fuese así.

Una me reconforta cuando me siento mal, me recarga, me trae melancolía y la expulsa, la transforma en arte. Me recuerda de dónde vengo y adonde voy. Es un amor más comprometido, el que más parte de mi vida ha ocupado. La confianza, la lealtad, la seguridad de que siempre estará ahí.

El segundo… ¡Ah! El segundo es aventura, novedad constante, cambio sin fin…
Es pasión, es ser otra persona más culta, más inquieta, más futuro.
Es no tener miedo y buscar siempre algo diferente.

Cómo explicarles que podríamos convivir los tres y seguro que se gustarían…


Madrid, Barcelona… ¿Cómo decidirse por una única infidelidad?

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