Thursday, February 27, 2014

El último viaje.

Este texto es un trabajo de clase en el que teníamos que hacer una reflexión sobre un documental que emitieron en Documentos TV hace unos pocos años, El último viaje.
No lo compartí antes porque quería hacer un taller y necesitaba que los asistentes a él no lo vieran antes, pero ahora me parece interesante que todo el mundo lo vea, y quizás de paso, sirva para que todos pensemos un ratito.

*****

Mi hija duerme a mi lado desde hace unos días. Hacía tiempo que no pasaba, desde que era una niña pequeña y yo le contaba cuentos sentado a su lado después de arroparla. ¡He tenido tanta suerte de llegar a conocerla! Ha sido mi maestra durante toda mi vida, me ha enseñado a querer incondicionalmente, a perdonar malos días (que todos los tenemos), a superarme por duras que fueran las situaciones, a aconsejar y ser aconsejado. Y la lección más importante de mi vida, o al menos la que será la última gran lección que aprenda: todos los que un día cuidamos tenemos muchas papeletas para acabar siendo cuidados. Así es la vida, envejecemos, enfermamos y en esa última parte previa a nuestra muerte, tienen que cuidarnos.

Ahora tengo setenta años, luchaba hasta hace muy poco contra un cáncer de hígado que me tapaba unos canales o algo así. Recuerdo el día que me informaron de mi enfermedad, yo llegué al hospital por mi propio pie con mi hija de la mano porque estaba amarillo. Me ingresaron para “hacerme alguna prueba de nada, estese tranquilo”. ¡Já! ¡Sí ya lo estaba! Justo eso me hizo empezar a pensar mal.

Estuve unos días ingresado, hasta que finalmente mi médico me dijo que tenía cáncer. Una vez, no lo volvió a llamar así. Me explicó que había tratamiento, que lo empezaríamos después de ajustar un poco la analítica porque habían salido algunas cosas un poco mal, y que en cuanto pudiéramos nos pondríamos a tratar la enfermedad. Sin mediar pausa hizo un gesto a mi hija para que saliera con él. No sé lo que le diría, pero cuando entró apenas podía contener las lágrimas. Yo estaba en shock y cuando me recuperé, sólo podía pensar en la tristeza de mi hija. ¿No había sido suficiente crecer sin madre que ahora tenía que llorar por mí?
A los pocos días me dijeron que tenían que operarme para liberar esos canales y así quizás, con suerte, empezar la quimio para el tumor. Todo salió bien, y la iniciamos. Yo “era afortunado” porque “sólo” tenía que tomarme una pastilla, por lo que podía estar en casa. Las heridas, que se me cayese el pelo, las nauseas… eran efectos secundarios duros, sí, pero “tenía suerte”, “sólo era una pastilla”.

Así estuve un año y medio. Me felicitaban por la resistencia que tenía. Y yo pensaba en que para aguante el de mi hija, con una familia que atender, un trabajo que mantener y ella me dedicaba todas las horas que podía y más, con una paciencia infinita. Me llevó a vivir con ella, quería devolverme todos los años que había estado cuidándola mientras crecía. “Ahora me tocaba a mí”. Me ha dado de comer cuando me han hospitalizado, dormía en el sillón para irse a trabajar después, me trataba con cariño y siempre que podía, lo hacía sin pena, como si no estuviera enfermo, aunque los dos sabíamos que sí.

Desde hace seis meses cambié de doctor, fue en mi última hospitalización antes de ésta. Ahora me iba a llevar un médico especialista en este tipo de situaciones. Él me iría ajustando el tratamiento según las necesidades lo requiriesen. La primera vez que lo vi quiso hacerse una idea de lo que sabía. Después de hacer un resumen de todo lo que había pasado, se sentó a mi lado en la cama, nos miró a mi hija y a mí y nos explicó que la medicación había dejado de funcionar. La enfermedad, que en su momento había parado de crecer, había vuelto a avanzar. Y esperó. Se quedó allí sentado, con una mano sobre mi pierna y cuando las lágrimas no pudieron contenerse más me apretó con fuerza la pierna, y mi hija igual, pero en la mano. Estuvo un buen rato, me dijo que podía usarlo cuando lo necesitase y que haría todo lo posible porque me sintiera a gusto. Llevo seis meses en los que he tenido que visitarlo más de la cuenta, pero ha hecho que sea menos doloroso tener que venir al hospital.

Y aquí estoy, sé a ciencia cierta que ésta es mi última hospitalización, lo sospechaba, pero cuando se lo pregunté a mi médico me dijo que estaba “complicado, sí”. ¡El pobre! No sabía cómo decirlo.

Estoy bien, tranquilo. Quería aclarar mis ideas y dejar constancia de algunos de mis últimos pensamientos. Quiero dar las gracias a Juan, mi médico, que me ha acompañado estos últimos seis meses en mi último viaje. Y a mi hija, que además de acompañarme, me ha aliviado cuando lo he necesitado y ha curado las heridas de mi corazón. No al final, sino durante mi enfermedad.


Mi nieta me dice que quiere ser médico de mayor, y me hace muy feliz poder darle un último consejo: escojas la especialidad que escojas, ten un poco de paliativista dentro de ti.

Sunday, January 26, 2014

Alumbramiento.

Antes de leer la siguiente reflexión es interesante que veas el siguiente corto que dura tan sólo 16 minutos. No te dejará indiferente.


Alumbramiento. Eduardo Chapero-Jackson.

Agonía: angustia y congoja del moribundo; estado que precede a la muerte.

Esta es la primera definición que aparece en el DRAE si se busca la palabra agonía. Existen otras acepciones que definen procesos vitales no relacionados con la muerte, pero esa es la primera.

Se podría asumir, y bajo esta premisa funciona la RAE, que el lenguaje es un reflejo de la sociedad en la que vivimos. Es por ello, que incluye palabras en función del uso que la población le dé y en el sentido que ésta le dé.

Pues si analizamos la frase con la que iniciaba esta reflexión podemos estar bien tristes de la concepción que tenemos actualmente en nuestra sociedad (y creo que se podría englobar a todo Occidente) de la muerte.
Lo único que sabemos cuando nacemos es que vamos a morir; todo lo demás es una incógnita, y la única certeza que tenemos, es la que más pavor nos da.

La angustia y la congoja no deberían ser la regla general que preceda a la muerte, y mucho menos en una sociedad en la que ésta se produce fuera de casa, en el hospital, rodeados de personas que se enfrentan a ella cada día y que al menos sobre el papel, deberían estar preparadas para metabolizarla de una manera sana. Tal vez sí en aquellas ocasiones en las que viene de manera repentina, en las que por el motivo que sea, es imposible evitar ese sufrimiento. Pero casi nunca en aquellos fallecimientos que vienen con un pronóstico de lejos.

El fracaso del médico no es que el paciente muera (salvo excepciones como el error médico), sino que lo haga sufriendo, ya sea física, o metafísicamente. Quizás la primera tenga más fácil solución, pero la segunda es igual o más importante aún.

En este documental se refleja muy bien ese miedo a la muerte por parte de los familiares, y es esto lo que tanto hace padecer a la protagonista a quien lo único que consigue aliviarle el dolor que sentía es la seguridad de una muerte cercana.

A priori, creo no tener miedo a la muerte, sin embargo, me espanta la idea de que pueda ser consciente de un sufrimiento previo, del tipo que sea.

Quisiera tener la seguridad como futuro profesional que sabré tratar la angustia siempre que sea posible. Creo en el derecho a morir, que pertenece a cada persona. Tranquilo, cuando uno considere que ha llegado su hora y esté en paz con la vida (siempre que sea posible).

Saturday, December 14, 2013

Perdido

Como un re en medio de un pentagrama
como un lobo en la vieja ciudad,
como una persona algo enredada
como una flor sin caducidad.

¿Qué es lo que quieres de mí princesa?
¿Un poco de sentido común?
Tu esperanza es que olvide mi empresa
enterrada en un triste baúl.

Como el viento tan voraz sin rumbo
como una luz sin siquiera lumbre,
como una convicción tras un bulo,
como un héroe sin hazaña, lúgubre.

¿Acaso pude elegir destino?
¿Quizás quiera una justa condena?
Por ahora no sé qué es el tino
de vivir amor feliz sin pena.

Como un conejo sin madriguera,
como un parchís sin piezas azules
como un postre sin azucarera
como un país rico sin gandules.

Así me encuentro mientras te sueño
tranquilo arropado por tu lecho.
Como un farsante pobre y sin techo,
como un amor sin cura, deshecho.

Wednesday, November 27, 2013

No eres libre aún amigo.

Si escuchas atentamente
oirás mi querido hermano
las voces de tu pasado.
No sirve que te lamentes.

Veo una sombra que abraza
te mantiene en la tristeza.
¡Esclavo! ¿Por qué te empeñas?
No arrastres más esa carga.

No eres libre aún amigo,
no eres libre aún amigo,
no eres libre aún amigo,
olvida ya tu castigo.

Creo que en parte te entiendo.
Así no interesas más,
a los bohemios quizás.
Olvida tu look de hielo.

La oscuridad no se vende,
no tan bien como tú crees.
La felicidad pretendes,
de eso quieres convencer.

No eres libre aún amigo,
no eres libre aún amigo,
no eres libre aún amigo,
olvida ya tu castigo.

Pero el victimismo es cómodo
para aquel que lo conoce
eso dicen sobre el roce.

Bien, sumérgete en el lodo.

Monday, November 11, 2013

Bocacalle Soledad con Desilusión.

Si ustedes toman la Calle Soledad y avanzan dos manzanas verán un pequeño bar que hace esquina llamado Rincón de los Insomnes, lugar ideal para pararse a vaciar penas, buscar compañía pasajera o quizás algo de inspiración. Aunque hoy no nos quedamos (ya les invito a una ronda otro día), si no que seguimos un poco el Pasaje de la Desilusión para llegar a nuestro destino.

Allá, camuflada, como a doscientos pasos del inicio del pasaje podrán vislumbrar una pintada en una pared que pone lo siguiente: “Recuerdo aquel día maravilloso en que no hicimos casi nada y para mi fue todo. Que pena que 'todo' acabe.”
Seguro que no sabrán ustedes a qué se refiere tal pintarrajo que habita hoy en nuestra ciudad, si lo buscan lo hallarán, ya tienen las coordenadas (es más si me lo dicen iremos a celebrar y filosofar sobre la vida al bar que les decía antes).
Les comentaba que no sabrán qué pinta (nunca mejor dicho) eso allá puesto, pero se lo voy a explicar, no se preocupen.

Como habrán deducido por la frase escrita, hay hechos que no sucedieron cierto día en esta fría ciudad, pero ahora que todo se ha torcido empiezan a pasar. Está claro, ¿no?
El caso es que hay un dicho popular que dice que lo bueno si breve dos veces bueno, y yo creo que el que dijo eso fue un pobre desgraciado, ¡porque ya me dirán!
Aquella bonita pareja que no quedó nunca, ni tuvo un romance, ya no existe: hoy han hecho cosas; al menos él…

*****

Hoy he pensado que la vida era bonita por hacerme sentir, aunque no fuera alegría, aunque para mí el día era frío a pesar del calor en las calles y apenas veía la luz del sol entre las nubes de mi mente. He descubierto esa sensación que tiene uno en las entrañas cuando la tensión pega fuerte y el corazón mira por encima del hombro a los velocistas.

Crónica de una muerte anunciada era lo que teníamos, una fugaz tarde-noche de mutua compañía para paliar nuestra curiosidad, cierta química atractiva provocada por la sencillez de tus gestos, de tu ser y la caridad hacia un vagabundo orgulloso que no pide limosna pero la anhela.
Y hoy que cojo consciencia de tu realidad no quiero olvidar todo lo que no hicimos, quisiera recordar aquello que se quedó en mi lista de deseos.

Aún hoy peco de iluso viendo los fantasmas de tu trato. Mientras hay vida hay esperanza y este rey todavía cree que el caballo llegará, le cueste o no el reino. Un reino gris y oscuro en apariencia, pero cómodo para el que lo sabe disfrutar. Reflexivo, donde el motor no eras tú porque nunca fuiste, si no la ingenuidad, vieja amiga de la infancia que me acompaña a pesar de las canas y tantos años de endeble trinchera contra la alianza del Destino, la Muerte y la Sinrazón.


Quizás es decepción o rutina que es igual, pero no puedo evitar pensar en todo lo que no fuimos y hoy empezamos a ser.

Sunday, November 10, 2013

Hay que saber perder.

Hay que saber perder.

Hay ocasiones en las que el villano es el bueno,
la muñequita de tisú le sonríe a él,
las estrellas no titilan, te mandan al cuerno
y tus entrañas se desgarran como papel.

Hay que saber perder.

Cuando el ron miel te sabe a pena y amargo olvido,
tu única y más fiel amiga es la copa vacía
cantas canciones de Sabina bajo un olivo
para paliar el dolor de tu melancolía.

Hay que saber perder.

Si el embrujo de su mirar vuelves a encontrar
di que estás cerrado por exorcismo de amor
que no tema, no habrá nunca rencor que podar
pero que sin ella no es fácil tener valor.

Hay que saber perder.

Si la hace reír cuida bien del villano amigo
quizás sea la mejor respuesta a la ecuación
de su simpatía humilde, de su tierno abrigo.
Ten paciencia la próxima será tu estación.

Hay que saber perder.