Tuesday, July 22, 2014

Como dueles Palestina


Como dueles querida niña

Hoy he visto caer una noche color naranja perverso,
lo he visto en tus ojos negros.
Dios juega con los nombres y las ideas,
pintando llamas mitad reflejo mitad ira,
sí mi querida niña,
en tus negros ojos.

Los fantasmas del pasado se han dormido
en la sin memoria.
No han acudido y la pobre Cordura
se ha visto superada.
Más no caigas en la tentación querida niña,
de repetir estas noches tristes.

Lucha, rabia, pelea, resiste y
llora, llora cuanto puedas y necesites.
Desde lejos somos muchos
los que te queremos,
aunque por un muro de distancia,
no te podamos ayudar.

Aunque no lo creas y dudes,
aunque el rojo siga tiñendo tus días,
aunque el gallo de la mañana sea
blanco y basto.
Tenlo claro algún día te verás florecer
al son de melodías orientales

Ya no grites, no llores, no sufras,
el mañana te va a sonreír.
Dibujarás sonetos hechos en paz,
no desfallezcas, se fuerte.
No obstante y siendo todo cierto,
no puedo parar de pensar.

Como dueles Palestina.

La leyenda del Baobab Berik


Él, nació en un pequeño pueblo de la Costa Brava. Hijo de padres senegaleses que emigraron en busca de una oportunidad y sin embargo, encontraron poquitas.

Ella, nació en Nueva York y creció en mundo completamente distinto. Sus padres eran una cirujana de éxito y un abogado, que aunque algo modesto, superaba con creces el capital de los padres de él.

Ella se llamaba Noah, él Yosuf, aparentemente (y así era en el momento de su nacimiento) no tenían nada en común. Sin embargo, según fueron creciendo hubo una similitud entre ambos: el psiquiatra.

Los padres de Noah estaban preocupados por su hija. Desde pequeñita hablaba de una presencia extraña con la que jugaba, todo el mundo le dio la misma explicación: sólo era un compañero imaginario, una fase por la que pasan muchos críos pero que se va con el tiempo, sin embargo, en el caso de Noah los episodios no pararon ahí. Al entrar en la pre-adolescencia, entre los doce o trece años, comenzó a sentir esa presencia de manera cada vez más fuerte, no oía nada, ni veía a nadie, tampoco era una persecución, simplemente un vaga sensación de compañía permanente. Años estuvo yendo a terapias, pasó horas hablando con diferentes expertos que no se atrevían a diagnosticarla de esquizofrenia pues no sólo no presentaba los síntomas acompañantes, sino que el principal era tan raro y poco incapacitante que nadie se atrevía a cortarlo y destrozar la vida de una chica, que según ella misma decía: “no era normal, pero se sentía muy a gusto en su compañía”.

Por otro lado estaba Yosuf. Él lo que tenía eran cambios de humor permanentemente. Nadie sabía por qué, pero desde pequeño podía estar riendo mientras dibujaba una casa con sus padres y él mismo, y de repente paraba, se te quedaba mirando muy fijamente y unas lágrimas enormes comenzaban a resbalar por la negra piel del pequeño Yosuf.
Los padres inquietos le preguntaban que qué le pasaba y él respondía cosas tan variopintas como que se acababa de hacer daño en una rodilla, que estaba muy triste sin saber por qué, o que no le apetecía nada comer lentejas. En una ocasión incluso le aparecieron unas heridas bien grandes en manos y codos, como si se hubiera caído, la particularidad del suceso era que cuando la noche anterior su madre lo había arropado estaba perfectamente.

La madre de Yosuf decidió llevarlo al médico en contra de la opinión del padre pues consideraba, por su cultura animista, que esto se trataba de algún espíritu ofendido por alguna deshonra familiar, y que lo que tenían que hacer era saldar esa deuda con vino de palma y desplumando un pollo como ofrenda y signo de perdón al espíritu. Así fue cómo Yosuf pasó desde los ocho o nueve años hasta los trece yendo al médico. Éste sospechó que algún trauma de la infancia le hacía autolesionarse. Aunque era algo realmente grave, no quiso medicarlo, pues sólo había sucedido una vez y aún era muy niño para tratarlo.
Los años fueron pasando y a los trece comenzó a tener épocas de cambios emocionales. Cada mes había una época en la que se encontraba de peor humor, lloraba en su habitación…
El colmo para el padre de Yosuf llegó un día que éste se despertó en la cama con una brecha enorme en la cabeza. Lo llevaron al médico rápidamente para que le curara la herida y acto seguido lo llevaron a casa. Estuvieron hablando con él sosegadamente hasta que todo pareció aclararse: el espíritu o demonio aún estaba enfadado con la familia. Su padre gestionó todos los preparativos para hacer un ritual similar a lo que se haría en Senegal e incluso escribió para que en su pueblo natal el chamán de su comunidad hiciera ofrendas a los dioses.

Yosuf por su lado, nunca lo había dicho, pero veía estos episodios como normales, no entendía el por qué de sus cambios de humor, ni de sus heridas repentinas y sin ningún motivo, pero no se sentía mal, tenía el presentimiento de que no era nada dañino, ni ningún espíritu. Optó por la opción más fácil. Una vez realizado todo el ritual y viendo la preocupación y nerviosismo que su situación causaba en casa decidió no volver a informar a sus padres de ninguna de estos sucesos. Aisló de esa parte de su vida a su familia, aunque ello le suponía un grave dilema interno puesto que en su cultura eso era un sacrilegio muy grave.

Fueron transcurriendo los años y nuestros protagonistas convivían felices con sus pequeñas particularidades. Cada uno incorporó a su vida diaria esa carga con cierto alivio y felicidad y no volvieron a tener grandes problemas familiares pues cada uno había decidido llevarlo por su cuenta.

*****

Los años han pasado. Yosuf actualmente se encuentra visitando a su familia Berik que reside en Iwol, un pequeño pueblo dentro del País Bassari, cerca de Kédougou al sureste de Senegal y casi limitando con Guinea.
Tiene veintiún años, y por fin ha tenido la oportunidad a través de una beca de la universidad en la que estudia turismo de viajar a conocer sus raíces. Tenía ganas de ver por sí mismo aquello de lo que se diferenciaba tanto, pero que a la vez sentía tan suyo. Hizo el ritual para entrar en la edad adulta junto con muchachos bastante más jóvenes que él, fue a cazar con sus hermanos y sus primos que se reían de él al verlo desenvolverse por esas montañas y paisajes verdes o cuando hablaba el idioma de allí el poulard o el wolof. A la vez éstos mismos alucinaban con las historias que Yosuf les contaba sobre Occidente.

Aunque no acababan de aceptarlo del todo y lo veían como un elemento algo extraño, era familia, y eso allí tenía un significado sagrado. Él se sentía feliz e incluso se estaba planteando volver al acabar la carrera y hacerse guía turístico. Era una manera honrosa de ayudar a todo su pueblo y a la vez volver a vivir en ese sitio que le resultaba tan mágico y especial.

Un día, apareció uno de los guías del pueblo por allí, iba acompañado de cinco “toubabs”, que es la manera en que se les llama a los blancos allí. Los niños comenzaron a cantar una simple melodía para pedir al blanco un caramelo o un pequeño regalo.

“Toubab bombon un petit tangal”

Yosuf reconoció conversaciones en inglés y después de abroncar a los chicos que pedían a los turistas, se quedó cerca del grupo, le apetecía practicar.

Los acompañó a ver las chozas, escuchó una vez más las historias y las creencias animistas, cómo las religiones cristianas y musulmanas se fueron asentando e imponiéndose a la primera  y descansó junto con el resto del grupo cuando estos hicieron un receso para comer algo y beber agua.

Yosuf, que siempre había sido una persona curiosa, comenzó a escudriñar cada uno de los individuos del grupo de visitantes que habían llegado. Uno por uno, lentamente, imaginando historias sobre sus vidas, posibles ambiciones, hasta que de pronto sus ojos se detuvieron en una joven de ojos verdes, su pelo oscuro rizado le llegaba hasta los hombros. No sabía que era pero le producía un magnetismo extraño. Pasaron lo que a él le parecieron horas (pero que no habían sido más que unos instantes) hasta que ella de improviso se giró y se miraron fijamente durante unos pequeños instantes. Luego, todo se apagó.

*****

Cuando Noah se despertó aún estaba sobrecogida por lo que había vivido. Llevaba unos días que no se encontraba bien y eso era extraño en ella pues en todos los viajes que había realizado con sus padres ella había sido siempre la más temeraria y a la que menos le afectaban climas, comidas y estilos de vida extranjeros. Había nacido para viajar.

Le costó un rato recuperar y enfocar la vista. Lo primero que vio fue a sus padres y sus caras de alivio al ver que estaba bien. Luego se fijó en el techo de paja que la protegía del sol y refrescaba un poco. Abrió la boca para decir: “Estoy bien tranquilos, creo que sólo ha sido un golpe de calor”.

-Sí, es lo más probable dijo su madre. Lo que no me esperaba es que al otro chico le fuera a pasar al mismo tiempo. Pero él también está bien, aunque no me han dejado atenderlo en un primer momento, lo he visto ya y me ha preguntado por ti.

A Noah se le precipitaron los recuerdos. Pensó en esa extraña presencia que la había acompañado todo este tiempo y en lo intensa que se había hecho de repente. La notaba como una presión que atenazaba todas sus vísceras. Cuando la dijeron el nombre del pueblo al que iban algo se había removido y cuando se quedó al amparo de la sombra de aquel Baobab tan majestuoso empezó a notarla más y más. Le pareció oír un susurro, se giró y esa penetrante mirada de ojos oscuros la traspasó haciéndola perder el conocimiento. No se lo podía creer, no daba crédito.

-¿Puedo verlo? Quiero hablar con él. Asegurarme de que está bien por mí misma.

Sus padres la miraron extrañados.

-¿Pero que dices hija? –Espetaron–.

-Sí, sí, quiero verlo.

Los padres hablaron con su guía que rápidamente se fue a buscar a Yosuf. Corrió muy emocionado, estaba presenciando lo que a él le parecía algo maravilloso.

*****

Encontró a Yosuf en el mismo lugar donde apenas hacía una hora las fuerzas lo habían abandonado y se había desvanecido.

-¡Yosuf! ¡Yosuf! ¡Quiere verte! ¡La toubab quiere verte!

Él ni siquiera se había inmutado, ya lo sabía. En lugar de contestar se quedó quieto y pensativo, no sabía que significaba todo aquello. Se encontraba confuso. Hace tan sólo unos instantes había tenido otra experiencia que no podía explicar.

Cuando Yosuf despertó se encontraba desorientado. Le habían preparado una infusión para que se mejorase. Él obediente, no quería faltar el respeto a nadie y se la había tomado, pero lo que deseaba era salir de allí y reflexionar, volver al lugar donde había ocurrido todo para ver si el árbol le daba la explicación de lo que había pasado. Acabó su té y se marchó con la excusa de que quería pensar.

Justo acababa de sentarse apoyándose en el antiguo Baobab, cuando perdió la noción de sí mismo. No tardó en volver a abrir los ojos, no obstante, la escena no era la que esperaba. No vio las casas hechas de barro en las elevaciones verdes de Iwol, sino el tejado de paja del cobertizo de la casa del jefe y dos toubabs a los que pudo identificar dentro del grupo que había venido a visitar su pueblo. Estaba confuso. Y cuando abrió la boca, para su sorpresa, su voz ya no era la suya, era la de la toubab. Había pronunciado las siguientes palabras:

-¿Puedo verlo? Quiero hablar con él. Asegurarme de que está bien por mí misma.

Entendía el inglés, lo había estudiado en la escuela y supo que era así mismo al que se refería. Poco después había parpadeado y otra vez se encontraba en su cuerpo.

-Vamos –Dijo Yosuf–. No entiendo nada de lo que está pasando. Pero creo que es algo maravilloso.

*****

Cuando Yosuf llegó al cobertizo del jefe del pueblo todos estaban allí, expectantes, observando al nuevo llegar y acercarse a la toubab que había pedido su presencia.
Se acercó poco a poco, estaba muy nervioso. Notaba dos corazones en vez de uno, la respiración se le hacía tremendamente pesada, una opresión en el estómago el doble de fuerte de lo que acostumbraba cuando estaba intranquilo. Tenía miedo de volver a desmayarse. Podía contar los pasos que le faltaban para que el cruce de miradas fuera inevitable… Un paso, dos… Sus ojos verdes volvieron a clavarse en los suyos. Esta vez sólo perdió la fuerza en las piernas y se tubo que agarrar al guía que lo acompañaba. Le había ido de poco.

Ella por su parte estaba pálida, había vuelto a notar esa presencia de la forma más intensa que jamás recordase. Sus ojos se habían quedado en blanco por un momento, pero había resistido y aunque a duras penas, conservaba la consciencia.

El chamán de la tribu dio la orden de que todo el mundo se alejara de allí, incluidos los padres de ella. Fue el guía el que se lo hizo saber. Los padres como es lógico protestaron, no imaginaban lo que estaban a punto de escuchar:

-Nanga def? (¿Cómo estás?)

-Magui firrek. (Estoy bien) –Respodió Yasuf–.

Los padres sabían que su hija era una apasionada de las lenguas y las culturas extrañas así que se callaron por el hecho de que su hija había hablado, no porque pudiera hacer un saludo en la lengua nacional de los senegaleses. Pero para lo que no estaban preparados era para que la conversación continuase en esa misma lengua que ellos no podían entender, y su hija no debería tampoco.

-¿Tú también has vivido cosas extrañas no? –Continuó Noah–.

-Wao (Sí).

-Y supongo que no es casualidad que sepa hablar wolof y poulard de repente, ¿verdad?

-No lo creo…

Tanto les consternó, que obedecieron la orden del chamán. Se fueron junto con el resto de testigos asombrados de que la “toubab”, su hija, estuviese hablando en wolof.

Se quedaron a solas y el chamán con ellos, tomó la palabra.

-Sobre vosotros pesa una bendición o una maldición. Depende. –Explicó el chamán misteriosamente– Hace siglos que en este pueblo, los chamanes somos portadores de una historia que ha ido pasando de generación en generación y que no nos es permitido contar al común de lo habitantes del pueblo, ni siquiera a los jefes.

Los dos escuchaban muy atentos y absortos. Aunque en el fondo de sus corazones ya sabían lo que les iba a explicar. Notaban el peso de toda la historia del pueblo Berik dentro de ellos, no como una losa, sino más bien como un abrazo de sabiduría, consciencia y responsabilidad. Se sentían aliviados.

Hubo un tiempo en que el pueblo estuvo enfrentado con las tribus de su alrededor, en el que tuvimos que huir y escondernos en estas colinas. Fueron tiempos oscuros de guerra en los que las mujeres y los niños morían de enfermedades por falta de comida y nuestros hombres caían en emboscadas en las montañas.
Ante esta situación, un antepasado mío, chamán hace ya siglos, pidió ayuda a los dioses a través del fetiche del pueblo. Su llamada fue escuchada y el fetiche le transmitió que los dioses mandarían a un varón y a una hembra, que debían recibir una ceremonia especial en que se debía plantar un Baobab al que harían crecer en dos semanas varios metros para que los enemigos del pueblo Berik supieran que los dioses los protegían. Los dos chicos eran necesarios porque sus destinos debían entrelazarse de manera inseparable. El uno sería la otra y la otra sería el uno, no en carne pero sí en espíritu. Y cada vez que el Baobab enfermase o fuera amenazado por una guerra, sólo la unión de ambos espíritus podría protegerlo. La vida del pueblo Berik iba en ello.

Vosotros pertenecéis a mundos distintos, sin embargo, durante toda vuestra vida habéis estado conectados viviendo cada uno la vida del otro y ante esa realidad no podíais escapar. Desconozco cuáles son los motivos por los cuáles los dioses han traído vuestros espíritus de nuevo a este mundo, pero ello implica que el Baobab está en peligro, y tenéis que protegerlo.

*****

Cuando el chamán hubo acabado su historia ambos empezaron a recordar y asignar uno por uno todos los incidentes que habían vivido. Los cambios de humor de Yosuf se debían a las vivencias de Noah, mientras que esa presencia que ella siempre había sentido había sido Yosuf, todo el tiempo. Se miraron de nuevo esta vez con otros ojos.

El chamán se retiró dando por concluido su trabajo.

Yosuf se acercó y acarició el pelo de ella, pudo ver una cicatriz exactamente igual a la suya y que había propiciado tanta preocupación en sus padres años atrás.

-¿Cómo te la hiciste? –preguntó Yosuf–. Casi consigues que a mi madre le dé un ataque al corazón.

Ambos rieron de buena gana. Era una manera de descargar tensiones. Aquel magnetismo que sentían el uno por el otro era complicado de entender y llevar. Él no podía dejar de ver esos ojos verdes que le resultaban tan familiares y le hacían temblar, ella no podía evitar sentir la necesidad de notar más de cerca su respiración, el cálido abrazo que prometía su larga envergadura.

Pasó el tiempo y siguieron hablando. Cada instante que pasaba los entrelazaba más, sus manos se tocaron provocándoles una sensación tan placentera que jamás habrían sido capaces de llegar a imaginarla y mucho menos describirla. Una culebra electrizante recorrió todos sus cuerpos, sus corazones golpeaban sus pechos con toda la brutalidad que les era posible, sus respiraciones fuertes se habían acompasado.

No tardaron mucho en entender lo que había pasado. El pueblo Berik hacía tiempo que no estaba amenazado, el Baobab seguía sano y con una vitalidad que no se narraba en ninguna de las historias antiguas. No, no era nada de eso.
Se habían escapado del mundo al que pertenecían, llevaban demasiado tiempo esperando etéreos y sus espíritus hastiados por la demora del reencuentro habían decidido encarnarse para poder disfrutar el uno del otro. Al menos durante unos instantes, quizás fueran años, pero eso no importaba, escaparían de nuevo si era necesario. Ahora lo fundamental era que estaban, en ese preciso instante, juntos de nuevo. Y no podían estar más felices y en paz.

Carmencita


Hoy la puta quiere ser princesa.
Con temor se libra de la esquina
mientras la suerte la mira esquiva
son años jodiéndola y ya pesan.

Baila Carmencita sin canallas
que la miren, la toquen… Es más,
se deja ir como hiciera en la mar
de niña, fingiendo tener alas.

Hoy le apetecen rayos de sol
que alumbren el vacío de su alma,
que arrullen esta pesada carga,
sus ansias de formarse en crisol.

No queda espacio que compartir
ni Carmen que esté dispuesta a amar,
sólo restos por los que clamar
una vida por la que partir.

Traza sus caminos de carmín,
se encierra en el neón de la luz
aún carga su pesada cruz
quizás es posible sobrevivir.

Saturday, July 19, 2014

La sombra y el río


Él se giró y allí estaba ella, su eterna sombra, mirando con una sonrisa dibujada en el momento oportuno para hacerle un gesto de complicidad que malinterpretar, una llamada real en los sueños más anhelados, pero una ironía en la realidad.

Cruzó el río para ir a su encuentro pensando en temas de conversación que sacar, en cómo aprender a obviar el latir de su corazón cansado ya de hacerlo por excusas cuando había una razón para ello, también divagó sobre cómo tenerla cómoda y quizás también, por qué no, hacerla feliz el resto de sus días.
Todo pasó en un momento, apenas segundos.

La mente del ser humano es maravillosa, ¿no creen? Tan pronto decide asentarse en el gris, como mudarse al arco iris. Vivan en la vida real  y serán muy conscientes, vivan en su mundo interior y serán grandes aventureros que se estudiarán en las escuelas. Al menos en las que ustedes piensen.

El primer paso fue inseguro. Las dos orillas conectaban mediante grandes piedras húmedas y resbaladizas que auguraban una victoria segura (contrariedad, ¿verdad?).
En la siguiente, ya con más cuidado, tuvo la certeza de no caer, había calculado milimétricamente todos los factores y al dar el salto apenas titubeó al apoyar el pie en la inestabilidad de la roca.
El penúltimo puso a prueba sus nervios, tenía que aterrizar en una roca un poco estrecha en la que cualquier aspaviento de más podía costarle un buen chapuzón en el río. Pero lo superó.
Se enfrentaba pues al último salto, el más fácil; o al menos eso había creído el intrépido cuando estaba en su parte de la orilla. Vio quizás tímidos ánimos de su querida sombra al otro lado deseando que lo hiciese. Sin embargo, qué grande se veía el maldito paso. No lo pensó más, llevaba un rato con ello y no había marcha atrás, cerró los ojos, se impulsó bien fuerte y… yyyyy… cayó, falló estrepitosamente.

Él recordaba ser un gran nadador, pero hacía tiempo que no probaba a avanzar en un medio que no le pertenecía, chapoteó y lo intentó, pero la fatiga del trayecto y sus esfuerzos por sobrevivir lo minaron fatídicamente. Quedó allí.
Su cadáver fue transportado por los más variopintos lugares del mundo, pero nuestro pequeño aventurero no pudo disfrutarlo, le faltaba su sombra y la vida.

Generalmente todo lo que queremos para nosotros mismos en el futuro podemos cogerlo en ese preciso instante en que lo pensamos para el mañana, es cuestión de voluntad, de valor, pero no lo hacemos. Y los que vinimos al mundo sin sombra, pero la encontramos y dejamos escapar, vagamos sin rumbo fijo al azar, bordeando senderos hechos en felicidad, pero frustrados por caminos que al andar, nos hacen caer y sólo de vez en cuando, querer desfallecer.