Saturday, July 19, 2014

La sombra y el río


Él se giró y allí estaba ella, su eterna sombra, mirando con una sonrisa dibujada en el momento oportuno para hacerle un gesto de complicidad que malinterpretar, una llamada real en los sueños más anhelados, pero una ironía en la realidad.

Cruzó el río para ir a su encuentro pensando en temas de conversación que sacar, en cómo aprender a obviar el latir de su corazón cansado ya de hacerlo por excusas cuando había una razón para ello, también divagó sobre cómo tenerla cómoda y quizás también, por qué no, hacerla feliz el resto de sus días.
Todo pasó en un momento, apenas segundos.

La mente del ser humano es maravillosa, ¿no creen? Tan pronto decide asentarse en el gris, como mudarse al arco iris. Vivan en la vida real  y serán muy conscientes, vivan en su mundo interior y serán grandes aventureros que se estudiarán en las escuelas. Al menos en las que ustedes piensen.

El primer paso fue inseguro. Las dos orillas conectaban mediante grandes piedras húmedas y resbaladizas que auguraban una victoria segura (contrariedad, ¿verdad?).
En la siguiente, ya con más cuidado, tuvo la certeza de no caer, había calculado milimétricamente todos los factores y al dar el salto apenas titubeó al apoyar el pie en la inestabilidad de la roca.
El penúltimo puso a prueba sus nervios, tenía que aterrizar en una roca un poco estrecha en la que cualquier aspaviento de más podía costarle un buen chapuzón en el río. Pero lo superó.
Se enfrentaba pues al último salto, el más fácil; o al menos eso había creído el intrépido cuando estaba en su parte de la orilla. Vio quizás tímidos ánimos de su querida sombra al otro lado deseando que lo hiciese. Sin embargo, qué grande se veía el maldito paso. No lo pensó más, llevaba un rato con ello y no había marcha atrás, cerró los ojos, se impulsó bien fuerte y… yyyyy… cayó, falló estrepitosamente.

Él recordaba ser un gran nadador, pero hacía tiempo que no probaba a avanzar en un medio que no le pertenecía, chapoteó y lo intentó, pero la fatiga del trayecto y sus esfuerzos por sobrevivir lo minaron fatídicamente. Quedó allí.
Su cadáver fue transportado por los más variopintos lugares del mundo, pero nuestro pequeño aventurero no pudo disfrutarlo, le faltaba su sombra y la vida.

Generalmente todo lo que queremos para nosotros mismos en el futuro podemos cogerlo en ese preciso instante en que lo pensamos para el mañana, es cuestión de voluntad, de valor, pero no lo hacemos. Y los que vinimos al mundo sin sombra, pero la encontramos y dejamos escapar, vagamos sin rumbo fijo al azar, bordeando senderos hechos en felicidad, pero frustrados por caminos que al andar, nos hacen caer y sólo de vez en cuando, querer desfallecer.

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