Sunday, June 21, 2015

Akinu

Akinu disfrutaba bailando, su pelo hondeando al viento que generaba con sus movimientos, la ligereza de éstos. Se movía como ingrávida, en esos momentos en los que las miradas de los demás no importan, cuando lo único que existe es el presente y el ruido desaparece, cuando la música inunda el alma y te transporta a otro mundo, allá donde sólo se puede llegar inmaterial y etéreo.

Verla era maravilloso, la gracia de sus brazos en forma de curva invitando a ligarse a la Tierra, a una especie de corriente de energía que recorría esa misma habitación en donde todos estábamos expectantes a sus giros, a esa sensibilidad que desprendía con sus ojos cerrados, a aquello, fuese lo que fuese que le hacía moverse.
Con pasión y con dolor. Se podían observar los labios apretados de rabia y de vez en cuando una sonrisa, ya fuera por algún recuerdo o por el alivio de dejar ir todo aquello que necesitase sacar.

Todos hipnotizados ante tanta belleza, ante esa estética del dolor…

*****

Es curioso, había conocido aquel bar una noche lluviosa tras un largo paseo reflexionando. Estaba pensando en la vida y cómo ésta da vueltas de manera aleatoria para juntar y desjuntar por aparente casualidad siempre. Pasé por el lado de una pequeña puerta estrecha. Un pequeño letrero encima invitaba a entrar a personas como yo: “Bar De Los Olvidados”, mejor carta de presentación no podía tener.

Al abrir la puerta, bastante añada ya, me sorprendió el lugar. Paredes de madera, luces muy íntimas, cuadros de músicos de los que ya no nacen… Aquel sitio estaba hecho a la medida. Me senté en la barra y pedí una cerveza. Cuando el camarero la trajo lo abordé para saciar mi curiosidad.

-¿Qué es este sitio? Nunca que me había fijado en él.

+Esto es un bar que siempre ha estado aquí, lo que pasa es que la gente no se suele fijar en él porque no es muy llamativo desde fuera. Sin embargo como ves, siempre hay gente. –Respondió haciendo un breve gesto con la cabeza–.

-Te gusta trabajar aquí, ¿eh?

+Disfruto mucho, sobre todo las noches de concierto.

-¡¿Hacen conciertos?! ¡¿Cuándo?!

+Todos los días, pero me temo que hoy no podrás asistir.

-Vaya… ¿Se han agotado las entradas?

+No amigo, no. Es que hoy no es un buen día para que puedas disfrutar del concierto, así que no puedes asistir. –Espetó medio riéndose ante la obviedad de la respuesta–.

Yo, algo molesto por interpretar que se estaba riendo de mí, respondí airado.

-¡Pero bueno! ¿A santo de qué vas a decirme tú si estoy preparado o no? Pago la entrada pues entro si quiero.

+Relájate amigo, que no me quería burlar. Los conciertos no cuestan dinero, así que esas reglas aquí no valen. Y lo de preparado entiendo que suene raro, pero hazme caso, si vuelves asiduamente lo entenderás, no tienes más que mirar a tu alrededor, ¿parece esto un bar normal?

Eché un vistazo a la gente y noté algo extraño en sus caras y su forma de hablar, no sabría decir qué era… Pero era cierto que se dejaba notar un algo distinto en las personas de aquel bar. Bien mirado, el bar en sí era extraño.

-Disculpa… un día duro. Tráeme la cuenta cuando puedes.

+No lo suficiente, amigo, no lo suficiente. Hoy invita la casa. –Y señaló un cartel que había detrás de él con las botellas de alcohol que rezaba: “Guarde el dinero, hoy invita la casa”–.

Así que me despedí agradecido y deseando volver al día siguiente a ver si estaba preparado para ver un concierto de los que se hacían allí.

*****

Volví varios días pero ninguno fue posible, ninguno de los días estaba preparado. Cada día el cartel seguía ahí, así que cada día era invitado.

A veces iba con amigos, otras veces con alguna persona especial para hacer tiempo hasta el momento de despedirme y evitar de alguna manera invitarla a subir a casa.
No hacía mucho aprovechaba cualquier oportunidad de obtener algo de compañía, ahora simplemente me cansaba la idea y no me sentía a gusto después en mi propia cama. Tener una persona extraña con la que no tienes ningún tipo de conexión más que la puntual del sexo es muy incómodo, y no estoy hecho para echar a una persona de casa así sin más.

Así fueron transcurriendo las semanas. Seguía yendo, ya casi ni recordaba el por qué había empezado todo aquello, pero me gustaba aquel sitio, era como mi segunda casa. Muy acogedor.

*****

Era de día, el sol hacía horas que entraba por mi ventana y yo estaba perezoso como siempre que estoy recién levantado. Miré la hora que marcaba el reloj de pared que me había regalado mi padre de los Beatles: las 14:34. “Pufff… cada día me despierto más pronto”.

Me cociné un poco de pasta y salí a dar un paseo por el barrio. Hacía tiempo que no me paraba a observar a la gente que se podía considerar vecina ni las calles donde transcurría mi vida.

Una cierta alegría me invadía, iba optimista y bien erguido, casi bailando mientras caminaba. Y en esas estaba, como ido, cuando noté una mano que se posaba sobre mi espalda.

+¿Qué pasa, que ya ni nos saludamos?

Me llevé un buen susto, y a la adrenalina que ya tenía tuvo que sumarse el vuelco al corazón que sentí al encontrarme con aquellos ojos y esa sonrisa de nuevo

-Vaya, Paula, qué agradable sorpresa. Nótese la ironía…

+Veo que no has perdido en sarcasmo con el tiempo. Haz el favor, ¿no? Una vez dijimos que los abrazos eran de obligado cumplimiento.

Reí con ganas.

-¡Qué morro tienes! Ven aquí anda.

Y nos fundimos en uno de esos abrazos donde el tiempo no importa y son los cuerpos los que dictan cuánto tiene que durar.

Todo seguía en orden, la misma confianza de siempre, las mismas miradas, la misma capacidad para saber en qué estaba pensando el otro… Nos pusimos brevemente al día y le conté que un día teníamos que ir a aquel bar que acababa de descubrir. Ella aceptó de buen gusto, aparentemente. Ambos sabíamos que no iba a ser.
Hacía ya unos meses desde la última vez que la había visto y nada había cambiado, nada de vernos: “no era el momento”.

Seguí mi paseo pensando en todo lo que habíamos compartido, era gracioso. Aún me gustaba después de todo… Si aquel día ya estaba alegre, ahora no podía mejorar.
Estuve toda la tarde fantaseando y tomando notas, cualquier cosa podía ser interesante en un futuro y valía la pena guardar esos pensamientos para un momento más idóneo que invitase a la reflexión. Uno de mis hobbys: pensar.

*****

Esa noche volví al bar. De madrugada, más bien, como siempre. Ya había entrado en esa fase íntima y pensativa que tengo cuando se apaga la luz del sol y había decidido brindar en compañía por la vida que nos daba momentos incomprensibles que hacían de cada día una aventura.

Según entré por la puerta me habló Guille, el camarero.

+¡Mírate, hoy sí que estás para concierto!

-¿Cómo? ¿Hoy? Pero si he tenido un gran día…

Hablé sin pensar, deduje de la primera noche que sólo los que estaban realmente mal podían entrar a los conciertos, pero no se me había dicho como tal.

+¿Eso crees eh? Va, ánimo, que tú puedes.

Llegué a pensar que me estaba tomando el pelo, aquello no tenía sentido, pero me callé, por fin iba a poder ver el espectáculo.

Me hizo una seña para que pasase por detrás de la barra y me metió por una puerta que había. Daba a una salita donde había un pequeño escenario. Allí había más gente sentada esperando. Me senté en mi silla y al punto se apagaron las luces. “Qué suerte” –pensé­–.

Se iluminó el escenario y en él no había más que un pañuelo rojo en el suelo. De la nada, se oyó una corriente de aire que hizo moverse al pañuelo que comenzó a girar y a hacer formas preciosas en medio del aire. Poco a poco, o de repente, no sabría decir, apareció una mujer como envuelta por el pañuelo, que seguía todos sus movimientos elegantemente, como si fuera una parte más de ella, como si ella no fuese más que la sombra que seguía la seda roja. Ella continuó la danza que se había iniciado por aquel viento.

Disfrutaba bailando, su pelo hondeando al viento que generaba con sus movimientos, la ligereza de éstos. Se movía como ingrávida…

*****

Cuando acabó el espectáculo y se encendieron las luces nadie se movió de su asiento. Miré al de al lado, y estaba visiblemente emocionado.

-Ha sido maravilloso, ¿verdad?

+Ha sido… Algo increíble… Y ella… cada vez es más bella, a pesar de no tener pelo.

-¿Cómo dice?

+Que la belleza, va más con la personalidad que con el físico, ¿no le parece?

-Sin duda, sí… Pero…

Y me quedé callado. No tenía muy claro lo que estaba pasando… El hombre me miró y lo entendió al instante.

+¿Eres nuevo por aquí, no? Ánimo, ojalá que no vengas mucho; créeme que la felicidad que sientes no es más que un espejismo, duele mucho más. No compensa.

No me dejó decir nada, se levantó y se marchó por el mismo sitio que había venido yo. Esperé unos instantes para que mi cabeza aterrizase, luego imité a aquel perturbado hombre.

Al salir al bar, allí estaba todo el mundo ajeno a lo que había pasado. Esa misma extraña sensación que ahora tenía sentido… aún no estaban preparados.
El camarero me miró y me indicó que me sentase.

+¿Qué te ha parecido? Pregunta.

-¿Quién es?

+Akinu, el espíritu de una mujer que fue maltratada durante demasiado tiempo como para dejarse morir. La tortura pasó a ser su modo de vida.

-¿Espíritu has dicho?

+Sí, como tú, que pareces humano, pero andas en otro mundo más allá del terrenal, igual que yo, igual que todos los que están aquí.

-¿Por qué no la veía igual que el otro? ¿Por qué hoy?

+Muy superficiales aunque bastante acertadas las preguntas. Déjame reformularlas: ¿Qué tenían en común la mujer que has visto tú y la que ha visto él? Una pista, hoy estabas preparado.

Me quedé callado mirando fijamente a Guille que me aguantaba la mirada transmitiéndome una paciencia infinita, un sentimiento que me venía a decir, puedes descansar conmigo todo lo que quieras.

Y lo vi claro, entendí lo que tenían en común la descripción de aquella mujer y lo que yo había visto.
Casi podía notar como mis ojos se iban poniendo rojos poco a poco, y luego cómo las lágrimas comenzaron a invadir mis ojos hasta el punto de rebosarse y empezar a resbalar por mis mejillas.

Guille me acarició con la mano en la nuca y me agarró con firmeza para infundirme ánimo.

Yo le miré y quedamente pude llegar a decir:

-¿Me pones una cerveza?


+Claro amigo, hoy invita la casa…





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