Saturday, September 5, 2015

Conversaciones sobre una puerta.

Hablando con una puerta me inquiere respuestas que no tengo.
A mí en la facultad sólo me enseñaron a preguntar, no a dibujar aquello que quería.
Siempre pensé que las puertas no merecían explicaciones, sino más bien al contrario, tenían que darlas. Siempre misteriosas, tienden a esconder lo que hay detrás, aquello que la vida depara y nos regatea, escatima y en demasiados casos nos quita.

¿Qué ocultan que no me quieren enseñar? Tienen siempre un problema, un enigma, que hace que no las sepa abrir. ¿Qué pasa si la abro y subo? ¿Qué, si no cumplo lo que se espera? Y aún peor, ¿qué si no cumplo lo que yo espero? ¿Qué pasa si sentirse especial no es suficiente?

Por eso siempre prefería las ventanas, aquellas a las que uno nunca espera escalar pero que tientan morbosas a que subas y entres por ellas. Son mucho más claras, desde lejos ves si están abiertas o no y si te has de embarcar en la empresa de alcanzarlas, aunque cueste.

Pero las puertas... Ah las puertas, a veces encima transparentes como diciendo cínicas y crueles: "Aquí lo tienes por qué no vienes a por ello?". Pues porque no tengo llaves, me las dejé detrás de alguna y ahora necesito que me las abran.
Seré raro pero por eso me gustan las ventanas, las entiendo mejor

En fin, que como no se qué puertas pasar y cuáles no, y no estoy tan fuerte como para echarlas abajo, me espero educadamente haciendo lo único que he aprovechado: llamando.

Knockin' on heaven's door: https://www.youtube.com/watch?v=b0dhzXAu8mM

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