Cuando
por fin pienso, me pregunto por qué. Porque tú y no otra. Por qué no ayer, sino
ahora, por qué tan inoportuno y tan apropiado.
¿Por
qué?
¿Por
qué ese primer momento, esa fotografía que narra tu mirada y tu sonrisa?
¿Por
qué un segundo encuentro?
¿Por
qué dejarse embrujar por tu mueca tímida cuando te observo?
¿Por qué dejarse arrullar por ese soplo de vida bohemia e indecisa?
¿Por
qué me derrite la espuma de tus labios hechos de ternura?
¿Por
qué olvidar la silla en medio del abismo y las canas y la oscuridad y el
camino?
¿Por qué abandonar cantos de sirena disfrazados de musas?
¿Por
qué destruir el faro, cargar un bote en la penumbra de la noche y navegar en la
libertad de sabernos libres?
¿Por
qué volver a ser una escarcha cálida desmenuzable entre tus temblorosos dedos?
¿Por qué hacer de lo onírico una realidad?
¿Por
qué el sol y la luna se cansaron de jugar al pilla-pilla para dormir abrazados?
¿Por qué salir de este cuento?
¿Por qué salir de este cuento?
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