A veces me preguntan que por qué escribo
al menos el mismo número de veces no sé qué responder.
Probablemente una mirada al aire,
un tímido tartamudeo consigan salir de mi boca.
Se hace un silencio más largo o más corto
pero siempre incómodo.
Así es mi respuesta.
Quizás sea esa la verdad.
Escribo por esas miradas al aire
que a veces pintan versos
y otras hacen que corra sangre.
Por esos tímidos decires que ocultan mensajes
que son tan compresibles y transparentes.
Porque hay tantos "me he acordado de ti"
que esconden un "como siempre desde que te vi".
Porque (¡¿por qué?!) hay tantos amigos que no lo son
y tantas parejas que no lo son (¡¿por qué?!).
Hay tantas veces que no lo vemos
que cómo no intentar gritarlo dejándolo por escrito.
Porque escribir también es eso
aunque sea algo liviano como un verso,
es elevar la voz por encima del consenso.
Con mi vaga respuesta soy más sincero
de lo que quiero... y pienso.
Y pensándolo bien puede que esas respuestas sin tiento
se aproximen a lo que siento.
Escribo para escucharme,
escribo para enfadarme,
escribo para echar de menos,
escribo para olvidar,
escribo para viajar mientras existo.
Tantas veces me lo han preguntado,
casi tantas como las que me ha dado igual.
Y sin embargo desde que me lo preguntaste tú
escribo (sobre todo) para decirte que no te olvido.
Para conscienciarme
de que existe la verdad pero no lo cierto.
Que no todo es transitar
y que aún puedo pensarme de formas distintas.
Escribo porque vivo.
Vivo, porque escribo.
Escribo porque escribo.
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