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Son las 8h de la mañana, la luz entra por la ventana y los primeros rayos de sol iluminan la habitación como cada día desde hace siglos, sin embargo, ésta no despierta a nadie. Hace ya tiempo que antes de que amanezca abre los ojos a la espera de que un milagro ocurra.
Está cansada, muy cansada.
Sus manos ya no son lo que eran, con ellas solía dibujar, probablemente haría paisajes, y pintaría personas en las que proyectaría su alma, sus anhelos, toda una vida que en cierta manera pasa a ser real cuando nos enfrentamos a un blanco dispuesto a acoger, imágenes, letras, notas... La fantasía ocurre y nos libera, pero a ella ya no.
Le gustaría odiar el tacto de las sábanas pero apenas las siente, hace tiempo que está tumbada, hay cambios de posición pero apenas varían su perspectiva del mundo. Un mundo en el que tiene que llevar pañales, en el que a veces se atraganta con la comida, un mundo que fue desapareciendo a medida que se fue quedando sin vista.
Pero lo más duro es pensar cada día, querer huir de una vida que ya no es, de un cuerpo que no es el propio, del dolor diario de ese que no se alivia con pastillas.
Las lágrimas de vez en cuando son la mejor forma que tienen de expresarse pues su habla torpe no alcanza.
Y un buen día lo sientes, hay un ángel a tu lado que te ha estado cuidando durante décadas, un ángel que ha estado a tu lado sin descanso, con momentos mejores y peores, pero teniendo la capacidad de abrigarte en los momentos más fríos, de iluminar tu cara con una sonrisa a pesar de todo. Porque siempre estaba ahí... cuando las malas noticias fueron llegando, cuando se te tenía que lavar, cuando tenías que comer, cuando querías escuchar una historia, también cuando había que reír y estar contenta...
Porque los ángeles existen te prestó sus manos para que pudieras llevar acabo un último acto de libertad, el más importante de tu vida, el que te daba ese descanso que llevabas tanto tiempo pidiendo. Unos tragos... difíciles como siempre o quizás como nunca, y por fin el descanso.
No sabemos qué te dijo tu ángel de la guarda en esos últimos momentos, no sabemos cómo lo vivisteis, y tampoco hace falta.
Solo queda la certeza de que trajo paz mucha paz, y quizás, quién sabe, en ese momento sentiste un calor reconfortante, quizás el miedo y el dolor dieron paso a una cierta calma, un calor te inundó el pecho y te sentiste viva, más viva que nunca, y más tranquila que nunca. Quizás respiraste hondo mientras cerrabas los ojos, y seguías, más libre que nunca enfrentándote a ese gigante ya sin miedo al que ya habías vencido, inspirada por ese ser, ese ángel que siempre estuvo en los momentos más duros, cuando más lo necesitabas.
Los ángeles de las películas, de esa construcción que ha creado el catolicismo son fáciles de identificar, lo difícil es ver aquellos que son de carne y hueso, aquellos que están a nuestro lado a diario pero que no llevan un halo, alas ni una luz que los ilumine desde el cielo.
Ángeles que nos quieren lo suficiente para dejarnos ser libres, para poder vivir, para poder morir.
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