Si te fuiste por qué vuelves,
si no estás por qué te quedas,
si ya me acostumbré a no tenerte
por qué mi alma te anhela.
Si ayer ya me despedí
por qué hoy miro si escribiste
si no verte prometí
por qué hoy te me apareciste.
Si mi cabeza te olvida
por qué mi cama te extraña
si ya no te sentía
porque mi corazón me engaña.
Si sin ti no hay vida,
por qué respiro.
Sí, eres utopía
porque te escribo.
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Monday, December 22, 2014
Sunday, December 14, 2014
Historia de un primer amor: no sé extrañar
Estoy profundamente cabreado... frustrado más bien.
¿Por qué tiene que doler?
Porque a mí no me enseñaron a extrañar, no sé cómo se hace.
Me enseñaron a amar, a no odiar, a perdonar, a ser solidario (nunca caritativo), a ser generoso, ético, a tener personalidad y a intentar pensar siempre por mí mismo.
Todo eso lo aprendí, mejor o peor, pero lo aprendí. Sin embargo a extrañar, a echar de menos... nadie me enseñó. Ni siquiera la vida lo hizo hasta que casi era mayor de edad.
Y ni aún así, sé hacerlo.
¿Acaso está bien sentir desesperación? ¿Es buena la incredulidad? ¿Acaso me retrasa en mi vida diaria el repensar varias veces que no entiendo el qué, el cómo ni el por qué? ¿Tengo que ser asertivo e intentar reeducarme o aceptarlo todo como viene? ¿Es bueno que esté triste o es bueno que me alegre?
¿Ven? Es que no sé extrañar a una persona. Desde que soy pequeñito, con todas las cosas que he hecho, y de pronto me encuentro con que no sé afrontar esto.
¿Se le dice a la persona siempre? ¿O se coge una pequeña representación de veces?
Quizás no se le dice nunca. De ser así, ¿por qué tiene que ser tan sacrificado? ¿Hay alguna ocasión en la que sea inapropiado decirlo? ¿Se pueden repasar las conversaciones una y mil veces? ¿Deleitarse con la felicidad anticipada o está mal hecho?
Quizás no se le dice nunca. De ser así, ¿por qué tiene que ser tan sacrificado? ¿Hay alguna ocasión en la que sea inapropiado decirlo? ¿Se pueden repasar las conversaciones una y mil veces? ¿Deleitarse con la felicidad anticipada o está mal hecho?
¿Por qué tiene que doler?
No sé responder a estas preguntas. Bueno, mejor dicho no me siento seguro haciéndolo.
Sólo sé que extraño, echo en falta cada instante que fue y dejó paso a otro que nos acercaba a no ser, cada mentirosa verdad que nos dijimos, cada gesto de complicidad, cada susurro, cada día que pienso en explicarte lo que pasa y el por qué todo transcurrió así.
Que no era el momento, que a día de hoy aún no lo es.
Que aún así llevo un revolucionario dentro que dice que quiere hacerlo, aunque no deba, aunque no funcione. Tengo esa voz que me guía y me dice: "Sigue, no te rindas, no hay nada escrito, si lo haces jamás sabrás qué pudo ser".
Me paro a releer esto último, y lo veo claro. No, no sé extrañar.
Sólo sé que extraño, echo en falta cada instante que fue y dejó paso a otro que nos acercaba a no ser, cada mentirosa verdad que nos dijimos, cada gesto de complicidad, cada susurro, cada día que pienso en explicarte lo que pasa y el por qué todo transcurrió así.
Que no era el momento, que a día de hoy aún no lo es.
Que aún así llevo un revolucionario dentro que dice que quiere hacerlo, aunque no deba, aunque no funcione. Tengo esa voz que me guía y me dice: "Sigue, no te rindas, no hay nada escrito, si lo haces jamás sabrás qué pudo ser".
Me paro a releer esto último, y lo veo claro. No, no sé extrañar.
Saturday, December 13, 2014
Paso a paso camina la tortuga...
Paso a paso camina la tortuga
incitando a la calma
manteniendo la tortura.
Descansa el tiempo en mi mente
no habrá paz para mi alma,
el recuerdo nunca es clemente.
Me devuelve momentos: tu sonrisa,
tuya, sólo tuya, como tus gestos.
A veces imagina una caricia al paso de la brisa.
Te dibujo en el aire, en mi cuaderno
manchado con horas perdidas
describiéndonos a veces solos, a veces eternos.
incitando a la calma
manteniendo la tortura.
Descansa el tiempo en mi mente
no habrá paz para mi alma,
el recuerdo nunca es clemente.
Me devuelve momentos: tu sonrisa,
tuya, sólo tuya, como tus gestos.
A veces imagina una caricia al paso de la brisa.
Te dibujo en el aire, en mi cuaderno
manchado con horas perdidas
describiéndonos a veces solos, a veces eternos.
Sunday, December 7, 2014
A mi no yo
Te quise tocar,
como canción de alegría
y entre tus cuerdas delicadas
dibujé colores en el aire;
en los espacios de un pentagrama,
sin más expectativas que tú y yo.
Pero mis canas ya arraizadas
envenenaron tu canción
con notas tristes y solitarias.
Amargos sabor salado,
fui creando tonos que me recordaban
las inecuaciones de la música.
En forma de sonata,
cálida y fría,
cruel y cariñosa,
rápida y ligera,
casi imperceptible,
pero viva, muy viva.
Al final de este viaje
cojo la carretera de nuevo.
Siempre nómada, vagabundo sin destino.
Sólo con mi guitarra y un lápiz
y una libreta con miedo
a dibujar otro pentagrama distinto.
como canción de alegría
y entre tus cuerdas delicadas
dibujé colores en el aire;
en los espacios de un pentagrama,
sin más expectativas que tú y yo.
Pero mis canas ya arraizadas
envenenaron tu canción
con notas tristes y solitarias.
Amargos sabor salado,
fui creando tonos que me recordaban
las inecuaciones de la música.
En forma de sonata,
cálida y fría,
cruel y cariñosa,
rápida y ligera,
casi imperceptible,
pero viva, muy viva.
Al final de este viaje
cojo la carretera de nuevo.
Siempre nómada, vagabundo sin destino.
Sólo con mi guitarra y un lápiz
y una libreta con miedo
a dibujar otro pentagrama distinto.
Sunday, November 2, 2014
La aventura...
La aventura fue en su casa, en la intimidad de la oscuridad.
Mi crimen fue quererla por una noche; el amor es a veces así de corto.
Por qué la quise, no lo sé, quizás fuera el suave roce de sus labios en los míos, su mirada desecha, cómo se estremecía entre mis brazos, la ternura con la que me cogía de la mano, me acariciaba...
Por qué la quise, no lo sé, quizás fuera el suave roce de sus labios en los míos, su mirada desecha, cómo se estremecía entre mis brazos, la ternura con la que me cogía de la mano, me acariciaba...
Mi crimen fue despedirme como si no fuera a haber mañana, dejarla allí con misterio, desear volver a verla y no decirlo. Su pelo, su olor que me persigue...
Mi crimen fue saber que era distinta y que no me importase, ver más allá de lo que aparentaba y dejar que entrara. No aburrirme con ella, no estar incómodo abriéndome tan pronto.
Mi crimen fue quererla o quizás pensar que ella también lo hizo. Rendirme a su forma de hacerse la ofendida, hacerla reír adrede, engancharme a esa imagen suya, casi de felicidad. Que me conociese sin habernos visto, que me susurrara al oído..
Mi crimen fue... O puede que sea quererla, y no saber por qué. Haber vuelto a la realidad, mirarla a través de un cristal opaco y recordarla, idealizarla. Pensar y escribir aquello que pudo ser y no es.
Mi crimen es quererla y no saber por qué.
Saturday, November 1, 2014
Reino Oscuridad
"¿Alguna vez has acariciado con el corazón?"
Mi abuela solía preguntarme eso cada vez que me veía, incluso cuando estaba postrada en la cama y yo iba a llevarle su sopa de migas de pan que apenas tocaba.
Me miraba fijamente a los ojos, a veces ni siquiera, y me lo repetía una y otra vez, la pregunta que en un futuro pienso repetir a mis hijos hasta la saciedad.
"¿Alguna vez has acariciado con el corazón?"
Lo que mi abuela no me dijo es que había más formas de acariciar. La primera vez que lo hice sin utilizar mis manos fue cuando tenía 17 años, fue con la mirada. Tensa pero perfecta, una sola vez fue suficiente para decirnos todo aquello que jamás fuimos capaces de explicarnos con palabras, no porque tuviéramos miedo a expresarlo, lo hicimos lo mejor que supimos, si no porque no había significantes en ningún idioma que conociésemos para expresar ese estado transitorio entre locura y drogadicción que vivimos.
Pero acabó, como un barco a la deriva en medio de una tormenta se hundió en la oscuridad del más profundo pozo mientras la lluvia salada empapaba mis mejillas, sin derecho a segunda a oportunidad.
He vuelto a acariciar sí, pero nunca con el corazón, porque no sé hacerlo. Porque la vida me vive sin que yo pueda remediarlo ni opinar al respecto. He recorrido el páramo que atravesaba el bosque que salía de aquel pozo en soledad, con la amargura de la mano, sin luz, hasta el punto de quedarme ciego. Pero no fue malo...
Comencé a escuchar almas vagabundas que no había sido capaz de percibir a mi lado víctima del ensimismamiento que genera la tristeza. Aprendí a interpretar sentimientos profundos de los que ellos mismos no eran consciente y comencé a darles forma, hablé con ellos, les preguntaba cosas al respecto, el por qué habían elegido ser sombras y en ese momento sus miradas vacías me penetraban como hojas de cuchillos dejando en mí una frialdad difícil de calentar: "¿Es que acaso tenemos otra opción? ¿Debemos creer en nosotros mismos?"
-¿Y en quién si no?
Las conversaciones con caminantes me hacían sentir bien, allí abajo en lo más hondo, nadie te puede juzgar, todos estamos al mismo nivel, y es cuando cualquier atisbo de esperanza te relanza hacia la superficie. Yo disfrutaba encontrando ese resquicio, pero no se lo daba, dejaba que ellos llegasen a él, a SU verdad. Aquella que les hacía dudar entre las incógnitas como lo hace el mar en la orilla, que no sabe si viene o si va.
Me miraban como sin querer creer que merecía la pena intentarlo, pero incapaces de no hacerlo. Y se iban y yo, más Parca ya que sombra, pues el tiempo en la oscuridad desgasta aún más, buscaba otro errante al que ayudar no por ellos, si no por mí.
Poco a poco me fui quedando sólo incluso en lo más lóbrego del camino dejé de escuchar a Tristeza y fue su prima Soledad la que invadió el reino, mi reino de tinieblas en el que me sentía a gusto, bajo un halo de raciocinio que me hacía ver que ese era mi terreno y de nadie más. Un lugar en el que descansar del ruido en el que siempre había vivido, por debajo del amor y la alegría, de la risa y los nervios, más allá del odio y el rencor, la venganza y la tiranía; donde sólo habito yo.
Se preguntarán cómo voy a enseñar a mis hijos entonces a acariciar con el corazón. Pues bien, soy un gran actor, pero aún mejor farsante. La oscuridad es la ausencia de luz, pero para reconocer a la primera tienes que haber vivido la segunda, y siempre podré contar que acaricié con la mirada, porque ni siquiera a mis hijos permitiré que me roben lo único que es mío por derecho propio y de nadie más. Aquello que gané a pulso. Mi reino, mi yo, mi todo. Mi tranquilidad.
Mi abuela solía preguntarme eso cada vez que me veía, incluso cuando estaba postrada en la cama y yo iba a llevarle su sopa de migas de pan que apenas tocaba.
Me miraba fijamente a los ojos, a veces ni siquiera, y me lo repetía una y otra vez, la pregunta que en un futuro pienso repetir a mis hijos hasta la saciedad.
"¿Alguna vez has acariciado con el corazón?"
Lo que mi abuela no me dijo es que había más formas de acariciar. La primera vez que lo hice sin utilizar mis manos fue cuando tenía 17 años, fue con la mirada. Tensa pero perfecta, una sola vez fue suficiente para decirnos todo aquello que jamás fuimos capaces de explicarnos con palabras, no porque tuviéramos miedo a expresarlo, lo hicimos lo mejor que supimos, si no porque no había significantes en ningún idioma que conociésemos para expresar ese estado transitorio entre locura y drogadicción que vivimos.
Pero acabó, como un barco a la deriva en medio de una tormenta se hundió en la oscuridad del más profundo pozo mientras la lluvia salada empapaba mis mejillas, sin derecho a segunda a oportunidad.
He vuelto a acariciar sí, pero nunca con el corazón, porque no sé hacerlo. Porque la vida me vive sin que yo pueda remediarlo ni opinar al respecto. He recorrido el páramo que atravesaba el bosque que salía de aquel pozo en soledad, con la amargura de la mano, sin luz, hasta el punto de quedarme ciego. Pero no fue malo...
Comencé a escuchar almas vagabundas que no había sido capaz de percibir a mi lado víctima del ensimismamiento que genera la tristeza. Aprendí a interpretar sentimientos profundos de los que ellos mismos no eran consciente y comencé a darles forma, hablé con ellos, les preguntaba cosas al respecto, el por qué habían elegido ser sombras y en ese momento sus miradas vacías me penetraban como hojas de cuchillos dejando en mí una frialdad difícil de calentar: "¿Es que acaso tenemos otra opción? ¿Debemos creer en nosotros mismos?"
-¿Y en quién si no?
Las conversaciones con caminantes me hacían sentir bien, allí abajo en lo más hondo, nadie te puede juzgar, todos estamos al mismo nivel, y es cuando cualquier atisbo de esperanza te relanza hacia la superficie. Yo disfrutaba encontrando ese resquicio, pero no se lo daba, dejaba que ellos llegasen a él, a SU verdad. Aquella que les hacía dudar entre las incógnitas como lo hace el mar en la orilla, que no sabe si viene o si va.
Me miraban como sin querer creer que merecía la pena intentarlo, pero incapaces de no hacerlo. Y se iban y yo, más Parca ya que sombra, pues el tiempo en la oscuridad desgasta aún más, buscaba otro errante al que ayudar no por ellos, si no por mí.
Poco a poco me fui quedando sólo incluso en lo más lóbrego del camino dejé de escuchar a Tristeza y fue su prima Soledad la que invadió el reino, mi reino de tinieblas en el que me sentía a gusto, bajo un halo de raciocinio que me hacía ver que ese era mi terreno y de nadie más. Un lugar en el que descansar del ruido en el que siempre había vivido, por debajo del amor y la alegría, de la risa y los nervios, más allá del odio y el rencor, la venganza y la tiranía; donde sólo habito yo.
Se preguntarán cómo voy a enseñar a mis hijos entonces a acariciar con el corazón. Pues bien, soy un gran actor, pero aún mejor farsante. La oscuridad es la ausencia de luz, pero para reconocer a la primera tienes que haber vivido la segunda, y siempre podré contar que acaricié con la mirada, porque ni siquiera a mis hijos permitiré que me roben lo único que es mío por derecho propio y de nadie más. Aquello que gané a pulso. Mi reino, mi yo, mi todo. Mi tranquilidad.
Thursday, October 30, 2014
Menú del día
Entrante: Ensalada de rúcula, tomatitos cherry espolvoreado con parmesano.
Suave y fina, con un toque de carácter, una risa que da un ligero aroma con personalidad y que hace que te abras a lo que vendrá. Un fruta que engaña. Cuando la pruebas y quieres parar, es tarde, se ha acabado. Sin embargo, nunca te abandona su buen gusto y sólo esperas probarla de nuevo.
Plato principal: Paloma torcaz con salsa de mango.
Casi única cuando me besaba, distinta en su forma de mirarme, acompañaba a su semblante un toque de pasión, escondida en una mirada de dos texturas al paladar, también había un leve deje pícaro: dulce y salado. Preciosa en su presentación, me quedo sin palabras.
Postre: Helado de frutos rojos.
Dulce, como el reflejo de sus ojos en la distancia, frío como el recuerdo de haberla conocido, pacifista, pero nunca pacífica.
Sin duda un menú exquisito, pero al llegar a casa como cada día, lucho contra las caries que amenazan mis placeres.
Quizás, no lo sé, sea hoy el día de comenzar a hacer dieta. Pero mientras, no te olvido. Por fin, sabor amargo.
Quizás, no lo sé, sea hoy el día de comenzar a hacer dieta. Pero mientras, no te olvido. Por fin, sabor amargo.