Entrante: Ensalada de rúcula, tomatitos cherry espolvoreado con parmesano.
Suave y fina, con un toque de carácter, una risa que da un ligero aroma con personalidad y que hace que te abras a lo que vendrá. Un fruta que engaña. Cuando la pruebas y quieres parar, es tarde, se ha acabado. Sin embargo, nunca te abandona su buen gusto y sólo esperas probarla de nuevo.
Plato principal: Paloma torcaz con salsa de mango.
Casi única cuando me besaba, distinta en su forma de mirarme, acompañaba a su semblante un toque de pasión, escondida en una mirada de dos texturas al paladar, también había un leve deje pícaro: dulce y salado. Preciosa en su presentación, me quedo sin palabras.
Postre: Helado de frutos rojos.
Dulce, como el reflejo de sus ojos en la distancia, frío como el recuerdo de haberla conocido, pacifista, pero nunca pacífica.
Sin duda un menú exquisito, pero al llegar a casa como cada día, lucho contra las caries que amenazan mis placeres.
Quizás, no lo sé, sea hoy el día de comenzar a hacer dieta. Pero mientras, no te olvido. Por fin, sabor amargo.
Quizás, no lo sé, sea hoy el día de comenzar a hacer dieta. Pero mientras, no te olvido. Por fin, sabor amargo.
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