Es irónica la vida, a ti que siempre te gustaba mirar hacia delante, quizás demasiado. Tú que tenías esa mala costumbre... me la has pegado, al menos en parte. No miro el presente, estoy en otro tiempo en otro lugar, sólo que no está delante si no detrás, a tu lado.
Recuerdo que nos gustaba bailar y hacer locuras por las calles de Madrid, entre los austrias, musulmanes, judíos y egipcios celebrábamos que estábamos más vivos que nunca. Jugando al pilla pilla por los recobecos que guarda la felicidad. Y sin embargo, ya no queda nada, ni siquiera aquella ciudad que hoy parece un mal fantasma que agoniza como yo porque vuelvas a ella. A recorrerla con tu paso decidido, acariciando sus muros hechos de ladrillo, con tu fina melena al viento como la de las heroínas de los cuentos que me contaba mi madre en la cama. Feroz, vivaz, ardiente.
Recuerdo... Bueno... Qué más da si ya no son más que añoranzas de un niño con cuerpo de adolescente crecido. Me dicen que nuestro amor no fue válido por ser el primero, inocente e inmaduro.
Yo sólo sé que aún me dueles dentro y que pienso en ti. Tampoco siempre, no es que esté loco o aún no esté rehabilitado, para nada. Es sólo que jamás quise como lo hice contigo, es sólo que a pesar de que ha pasado mucho tiempo, aún te recuerdo.
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