“Ayy… ¿Dónde
andarán las mujeres estas? Hoy se están retrasando más de la cuenta, si es que
claro, contratamos chicas de fuera y no se enteran de nada. Cuando yo era
enfermera no me permitía ni un segundo de retraso, vacunaba a los niños sin que
hubiera cola alguna. Eso tendría que hacer, volver a trabajar, aún tengo mi
manual, lo podría repasar y ponerme a echar una mano porque es que van muy
perdidas…
Bueno, parece
que ya nos ponemos en marcha, a ver qué hay hoy para desayunar que la verdad es
que no tengo mucho hambre.”
Se dirige al comedor común y se sienta
esperando la comida.
–¿Qué tal
Rosario? ¿Cómo estás hoy?
–Bueno, hija, ya
sabes… Me siguen doliendo mucho las lumbares y no paro de toser.
–Para eso va muy
bien una pomada que tengo yo en la habitación, luego voy a por ella y te la
pongo.
–Vale, vale,
gracias hija. Se me ha caído la pulsera de mi hijo, haz el favor de
recogérmela.
–Tome señora,
se la doy yo. –Contesta un hombre que
pasaba por allí–.
–Bueno Rosario,
a descansar, que hoy vendrá tu hijo a visitarte.
-Sí, sí.
“Ay pobre, qué
mayor está ya. Como casi todo el mundo aquí, menos mal que puedo echar una
mano…
A todo esto,
¿cómo estarán mis niños? Cómo los echo de menos, desde que eran pequeñitos con
ellos y ahora hace tanto que no los veo…
Bueno voy a
darme prisa que tengo que llegar a gimnasia a ver si hoy no se pasan mucho que
me duele un poco la rodilla”
*****
“Hora de comer,
hoy potaje; qué rico, qué buena pinta que tiene. Y sin embargo por aquí la
gente no para de quejarse, ¿pero se puede saber que están acostumbrados a comer
en su casa?
¡Hasta mis niños
comen lo que les ponen en el plato! La verdad es que aún no sé qué hago aquí,
tendría que estar en mi casa tan tranquilamente sin tener que aguantar las
quejas de nadie. Qué ganas…
Mira, por ahí
anda Rosario voy a ver qué tal le va.”
–¡¡Rosario!!
¿Qué tal? ¿Cómo estás?
–Bueno, ahí,
ahí… vamos tirando como podemos.
–Bueeeeeno.
¿Estás contenta no? ¡Que hoy viene tu hijo a visitarte!
-Sí, sí… A ver
si lo veo que hace mucho ya que no…
–Bueno, es que
trabaja. Yo hace tiempo que no veo a mis niños también pero es que cada uno
tiene su vida y claro…
-¡Anda bueno!
Eso ya lo sé yo. ¿Y qué le vamos a hacer? Así es la vida.
-Claro… Descansa
un rato después de comer, que luego cuando venga tu hijo te aviso o alguna
enfermera lo hará para que lo veas.
-Vale, vale.
“Ayyy… de verdad
que esta pobre Rosario… Qué mayor que está, y lo peor es que no sabes qué
decirle, porque su hijo no vendrá, pero como no se acuerda de que se lo digo… Al
menos durante el momento le hace ilusión.
Luego me doy un
paseo con ella para que se despeje, ahora voy a llevarle un vaso de plástico a
Ramón, que el pobre se agobia si no tiene con qué jugar, así”
–¡Ramón, Ramón!
Toma un vaso.
–…
“Míralo, otro
que no se entera”
–¡¡Ramón!!
¡¡Ramón!!
–E pasa?
–Toma un vaso,
para que juegues un rato.
–E o no ero niún
aso.
–Bueno, yo te lo
dejo aquí en las manos, a ver.
“Qué penita que
me da este hombre, su mujer que ha muerto hace un mes aquí y ahora no tiene con
quién estar, aunque la verdad, es muy pesado y no se entera de nada.
Voy a descansar
un rato que ya está bien la de trabajo me han hecho hacer hoy, y la rodilla me
sigue doliendo… Porque estoy por aquí, que si no…”
*****
“Uy mira, parece
que viene gente a visitar hoy. Qué alegría, les va bien a los abuelitos que se
sienten muy solos.
Pero bueno, ¿quiénes
son esos dos que no los conozco? ¿a quién vendrán a ver? ¿y esas pintas que
llevan? Madre mía, qué cosas más raras que lleva la juventud de hoy en día. Yo
soy la madre de esos chicos y no los dejo salir así a la calle. ¡Qué vergüenza!
Se están
acercando hacia aquí. Pero aquí no hay nadie, para mí que se confunden…
¿Y mis niños cómo estarán? No paro de pensar en ellos.”
–¡Hola abuela!
¿Cómo estás?
–¡¡Ay hijos!! Pero
qué alegría que me dais de venir a verme.
–¡Ya abuelita,
es que hace mucho que no nos podemos pasar por aquí!
–Bueno, no pasa
nada, cada uno tiene su vida. ¿Y cómo me vestís así ahora? ¿Es la moda?
–¡Claro abuela!
–Ah pues muy
bien, qué guapos estáis. ¿Qué tal el trabajo?
–¡Abuela! Si aún
no hemos acabado el instituto, y nos queda la universidad.
–¿Cómo dices?
–¡¡Qué aún no
hemos acabado el instituto!!
–¡Ah! Vale,
vale, ¿y luego qué queréis hacer, seguir estudiando o trabajar?
–¡Pues ya
veremos depende de la nota!
–Muy bien, así
me gusta. Vosotros tenéis que ser chicos listos que estudien y salgan adelante,
hombres de bien, que puedan estar en casa y hacerse un huevo o un filete.
Porque mirad, yo trabajaba como enfermera para dar de comer a vuestro padre, iba
allí con los niños al colegio y les ponía las vacunas… Aún tengo por ahí el
manual, cualquier día me pongo otra vez. Porque aquí las enfermeras es que son
de fuera y no se enteran mucho, y porque estoy yo por aquí y les puedo echar
una mano que si no…
–¡Pero abuela!
¡¿Cómo que echando una mano?! ¡Si te caíste hace dos semanas y no podías
caminar casi, aún tienes la rodilla mal!
–Bueno, pero ya
camino bien y les puedo entretener un poco, a veces me paseo con ellos…
–¡¡¿¿Cómo que
paseas con ellos??!! ¡¡Si no te puedes separar del tacatá y no caminas bien!!
–Pero bueno, ¿y
eso quién lo dice?
–El médico
abuela, que te vio la rodilla y te dijo que descansara lo máximo posible.
–¡Y qué sabrá
ese! Mirad, yo voy por aquí… Llevo un vaso a Ramón, doy algo de conversación a
Rosario… Y las enfermeras de aquí me lo agradecen
Los nietos se miran extrañados.
–¡¿A qué
Rosario?!
–A la Rosario
que viví en frente de vosotros.
–Pero… abuela…
murió hace dos meses ya. ¿recuerdas?
–¿Cómo decís,
que no os he oído?
–¡Rosario! ¡Que
murió hace dos meses!
–¡Anda bueno!
Pues eso ya lo sé yo… si es que de verdad… Os pensáis que estoy tonta… ¿Y el
trabajo entonces qué tal os va?
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