Saturday, April 19, 2014

La Residencia


“Ayy… ¿Dónde andarán las mujeres estas? Hoy se están retrasando más de la cuenta, si es que claro, contratamos chicas de fuera y no se enteran de nada. Cuando yo era enfermera no me permitía ni un segundo de retraso, vacunaba a los niños sin que hubiera cola alguna. Eso tendría que hacer, volver a trabajar, aún tengo mi manual, lo podría repasar y ponerme a echar una mano porque es que van muy perdidas…
Bueno, parece que ya nos ponemos en marcha, a ver qué hay hoy para desayunar que la verdad es que no tengo mucho hambre.”

Se dirige al comedor común y se sienta esperando la comida.

–¿Qué tal Rosario? ¿Cómo estás hoy?

–Bueno, hija, ya sabes… Me siguen doliendo mucho las lumbares y no paro de toser.

–Para eso va muy bien una pomada que tengo yo en la habitación, luego voy a por ella y te la pongo.

–Vale, vale, gracias hija. Se me ha caído la pulsera de mi hijo, haz el favor de recogérmela.

­­–Tome señora, se la doy yo. –Contesta un hombre que pasaba por allí–.

–Bueno Rosario, a descansar, que hoy vendrá tu hijo a visitarte.

-Sí, sí.


“Ay pobre, qué mayor está ya. Como casi todo el mundo aquí, menos mal que puedo echar una mano…
A todo esto, ¿cómo estarán mis niños? Cómo los echo de menos, desde que eran pequeñitos con ellos y ahora hace tanto que no los veo…
Bueno voy a darme prisa que tengo que llegar a gimnasia a ver si hoy no se pasan mucho que me duele un poco la rodilla”


*****

“Hora de comer, hoy potaje; qué rico, qué buena pinta que tiene. Y sin embargo por aquí la gente no para de quejarse, ¿pero se puede saber que están acostumbrados a comer en su casa?
¡Hasta mis niños comen lo que les ponen en el plato! La verdad es que aún no sé qué hago aquí, tendría que estar en mi casa tan tranquilamente sin tener que aguantar las quejas de nadie. Qué ganas…
Mira, por ahí anda Rosario voy a ver qué tal le va.”

–¡¡Rosario!! ¿Qué tal? ¿Cómo estás?

–Bueno, ahí, ahí… vamos tirando como podemos.

–Bueeeeeno. ¿Estás contenta no? ¡Que hoy viene tu hijo a visitarte!

-Sí, sí… A ver si lo veo que hace mucho ya que no…

–Bueno, es que trabaja. Yo hace tiempo que no veo a mis niños también pero es que cada uno tiene su vida y claro…

-¡Anda bueno! Eso ya lo sé yo. ¿Y qué le vamos a hacer? Así es la vida.

-Claro… Descansa un rato después de comer, que luego cuando venga tu hijo te aviso o alguna enfermera lo hará para que lo veas.

-Vale, vale.


“Ayyy… de verdad que esta pobre Rosario… Qué mayor que está, y lo peor es que no sabes qué decirle, porque su hijo no vendrá, pero como no se acuerda de que se lo digo… Al menos durante el momento le hace ilusión.
Luego me doy un paseo con ella para que se despeje, ahora voy a llevarle un vaso de plástico a Ramón, que el pobre se agobia si no tiene con qué jugar, así”

–¡Ramón, Ramón! Toma un vaso.

–…

“Míralo, otro que no se entera”

–¡¡Ramón!! ¡¡Ramón!!

–E pasa?

–Toma un vaso, para que juegues un rato.

–E o no ero niún aso.

–Bueno, yo te lo dejo aquí en las manos, a ver.


“Qué penita que me da este hombre, su mujer que ha muerto hace un mes aquí y ahora no tiene con quién estar, aunque la verdad, es muy pesado y no se entera de nada.
Voy a descansar un rato que ya está bien la de trabajo me han hecho hacer hoy, y la rodilla me sigue doliendo… Porque estoy por aquí, que si no…”


*****


“Uy mira, parece que viene gente a visitar hoy. Qué alegría, les va bien a los abuelitos que se sienten muy solos.

Pero bueno, ¿quiénes son esos dos que no los conozco? ¿a quién vendrán a ver? ¿y esas pintas que llevan? Madre mía, qué cosas más raras que lleva la juventud de hoy en día. Yo soy la madre de esos chicos y no los dejo salir así a la calle. ¡Qué vergüenza!
Se están acercando hacia aquí. Pero aquí no hay nadie, para mí que se confunden…

¿Y mis niños cómo estarán? No paro de pensar en ellos.”


–¡Hola abuela! ¿Cómo estás?

–¡¡Ay hijos!! Pero qué alegría que me dais de venir a verme.

–¡Ya abuelita, es que hace mucho que no nos podemos pasar por aquí!

–Bueno, no pasa nada, cada uno tiene su vida. ¿Y cómo me vestís así ahora? ¿Es la moda?

–¡Claro abuela!

–Ah pues muy bien, qué guapos estáis. ¿Qué tal el trabajo?

–¡Abuela! Si aún no hemos acabado el instituto, y nos queda la universidad.

–¿Cómo dices?

–¡¡Qué aún no hemos acabado el instituto!!

–¡Ah! Vale, vale, ¿y luego qué queréis hacer, seguir estudiando o trabajar?

–¡Pues ya veremos depende de la nota!

–Muy bien, así me gusta. Vosotros tenéis que ser chicos listos que estudien y salgan adelante, hombres de bien, que puedan estar en casa y hacerse un huevo o un filete. Porque mirad, yo trabajaba como enfermera para dar de comer a vuestro padre, iba allí con los niños al colegio y les ponía las vacunas… Aún tengo por ahí el manual, cualquier día me pongo otra vez. Porque aquí las enfermeras es que son de fuera y no se enteran mucho, y porque estoy yo por aquí y les puedo echar una mano que si no…

–¡Pero abuela! ¡¿Cómo que echando una mano?! ¡Si te caíste hace dos semanas y no podías caminar casi, aún tienes la rodilla mal!

–Bueno, pero ya camino bien y les puedo entretener un poco, a veces me paseo con ellos…

–¡¡¿¿Cómo que paseas con ellos??!! ¡¡Si no te puedes separar del tacatá y no caminas bien!!

–Pero bueno, ¿y eso quién lo dice?

–El médico abuela, que te vio la rodilla y te dijo que descansara lo máximo posible.

–¡Y qué sabrá ese! Mirad, yo voy por aquí… Llevo un vaso a Ramón, doy algo de conversación a Rosario… Y las enfermeras de aquí me lo agradecen

Los nietos se miran extrañados.

–¡¿A qué Rosario?!

–A la Rosario que viví en frente de vosotros.

–Pero… abuela… murió hace dos meses ya. ¿recuerdas?

–¿Cómo decís, que no os he oído?

–¡Rosario! ¡Que murió hace dos meses!

–¡Anda bueno! Pues eso ya lo sé yo… si es que de verdad… Os pensáis que estoy tonta… ¿Y el trabajo entonces qué tal os va?

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