1, 2, 3…
Las veces que veo tu cepillo
de dientes todavía en el mismo vaso donde guardo el mío.
Me gusta contar, de hecho
soy un profesional del contaje.
Desde pequeño descubrí una
magia particular en aquello de poder medir todo; las veces que mamá besaba mis
tiernos carrillos, cuánto suena la alarma antes de ser capaz de levantarme para
apagarla, el número de veces que miro el teléfono antes de llamarte…
Pero sigo teniendo
problemas.
Es que los números tienen
diferentes relaciones entre sí y de vez en cuando me pierdo con las que me
llevo.
Por ejemplo, el otro día
repasaba nuestro último paseo. Fui capaz de contar cuántas veces me miraste
directo a la cara: cinco o seis… a lo sumo siete, conté también las preguntas
que me hiciste y cuántas eran de verdad; lo primero sumaba varias decenas, lo
segundo apenas hacía una entera. También conté
las veces que intenté irme y dejar allí todo congelado hasta que otro
fantasma apareciese para aderezar esa ensalada hecha de vacío y silencios con
aliño de nostalgia y tus lágrimas (demasiado saladas, demasiado gastadas).
Sin embargo, como casi
siempre me perdí en la que me llevaba. Aquel momento en que me dijiste que tú
no, pero que si yo sí, ya tal.
También he sido capaz de
contar cuántas veces perdí la paciencia, a veces parecen pocas, otras ocasiones
parecen muchas para lo que había. Conté las veces que, algo sediento,
me sentí amado plenamente por ese espejismo de tu querer y dio justito para no morir.
En estas cuentas me perdí de
nuevo cuando me llevé humo y oscuridad.
Ya algo trastocado saqué la
calculadora a ver si con algo de frialdad y objetividad me salía el superávit
por alguna parte. Tampoco las funciones y estadísticas de ésta me ayudaron
demasiado, fiscalicé hasta la última coma de nuestro Excel y algo me debía
estar perdiendo, porque no había más que números rojos.
Tan loco me volví, que conté
las veces que contamos contigo, contando con no contar contigo, hasta que
saliesen las cuentas de tu contador que no contaba con contar.
Claro, demasiadas llevadas.
Y aquí sigo yo, contando con ese fondo buitre: el de ver tres veces cada día tu cepillo en el mismo vaso que el mío, que realmente es todo lo que puedo contar de ti, de mí, de nosotros. Porque de tanto contar ya me cansé, y por no llevarme más, ya no cuento contigo.
Y aquí sigo yo, contando con ese fondo buitre: el de ver tres veces cada día tu cepillo en el mismo vaso que el mío, que realmente es todo lo que puedo contar de ti, de mí, de nosotros. Porque de tanto contar ya me cansé, y por no llevarme más, ya no cuento contigo.
0 comments:
Post a Comment