Sol y luna, luna y sol; pasión, ternura, falta de circunstancias y amor.
Desde que el mundo es (nuestro) mundo, sol y luna se han perseguido incansables por encontrarse. Cada día salen por el este para esconderse por el oeste siguiéndose ansiosos por encontrarse, y sin embargo están condenados a vivir esa frustración diaria de no estar juntos.
Es su historia tan triste que ni siquiera los escritores del Romanticismo pudieron contarla, pues ni la muerte redentora permitiría tan ansiado encuentro. Siglos... no, milenios rondándose el uno al otro y no hayan la paz para estar juntos.
Sin embargo, como toda historia, los protagonistas encuentran pequeños momentos para disfrutar de su libertad, desafiando las leyes de lo establecido.
Son esos instantes eternos que valen todo el tiempo separados los que hacen que merezca la pena cada milenio alejados.
Son esos instantes eternos que valen todo el tiempo separados los que hacen que merezca la pena cada milenio alejados.
Los eclipses son esos momentos de intimidad que se permiten y que tienen todo un planeta en vilo, admirando la belleza de ese encuentro. Unos minutos, ¿para qué más?
Pero la realidad es tozuda y ataca con su verdad implacable. Tuvo que pasar el tiempo para saber que el espacio era relativo, que en resumidas cuentas vivían en mundos distintos, cuando se pararon a analizar, se percataron de que al final se trataba más de un sol quieto y una luna moviéndose, siempre distante, alrededor de él.
Quizás de tanto decirme que era sol me lo terminé creyendo, y me atreví a soñarnos y a querernos, y de tanto hacerlo sin darme cuenta me iba quemando la luz de tu sonrisa, el calor de tus abrazos, el latir de nuestro querer. Pensando ser tú tan luna y yo tan sol, aprovechamos nuestros eclipses para alimentar la física y hacernos eternos, sin promesas vacías, con un compromiso mutuo terco de no ser lo que decíamos ser, a kilómetros de distancia, sin órbitas que confluyan.
Al final de este camino,
he vuelto a saltar al vacío
de tanto decir la verdad
acabé mintiendo sin necesidad.
he vuelto a saltar al vacío
de tanto decir la verdad
acabé mintiendo sin necesidad.
Y de tanto quemarme
aún no he sabido cansarme
ni de nuestra distancia
ni de tus tímidas caricias.
aún no he sabido cansarme
ni de nuestra distancia
ni de tus tímidas caricias.
Quizás por esas ironías del destino
rebuscando en lo distinto
aprendo de nuestra locura
que no soy sol, sino luna.
rebuscando en lo distinto
aprendo de nuestra locura
que no soy sol, sino luna.
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