Tarde cerrada en Madrid, las 21h y casi parece que amaneciese salvo por esas nubes que amenazan con una tormenta de verano de esas que inundan el ambiente con su fragancia a petricor y un escalofrío recorre mi espalda al imaginar las gotas de lluvia castigando el suelo, arrastrando en riachuelos por el alcantarillado esa pena que llevan a cuestas para dar paso por fin a la más absoluta paz. Ese alivio que sentimos cuando algo malo está por venir y asusta que muerde los intestinos, termina sucediendo y al final como vino se fue. Dejando un silencio sólo interrumpido por los pájaros que cantan como esas primeras bromas después de una discusión, como esas primeras palabras después de un abrazo incómodo, de un beso inesperado. ¿Qué se está moviendo ahí? En esa mirada brillante que se aparta vergonzosa imponiendo al resto de la cara una tímida sonrisa a caballo entre pícara-coqueta y temerosa.
Así es la lluvia desde mi ventana, así son las tormentas en mi imaginación.
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