Tendría que estar prohibido que las calles de una ciudad estuvieran vacías.
Tendría que ser delito no tener gente con la que compartirlas.
No tiene sentido que aún siendo de noche no estén llenas de vida.
Y que el bullicio del gentío no intente protegerme de su soledad fría.
¡Es que es incomprensible!
Pero por suerte no funciona así y yo sólo puedo sentirme alegre
porque no necesito fingir, ni tampoco protegerme
porque puedo pararme a debatir o simplemente volver y parecer ausente
sin nada que evadir, sólo pensando en el presente.
Y si me mirases a los ojos y me dijeras la verdad,
y si somos dos polos atrapados en un desván,
y si hoy canto solo por el placer de no pensar
y si ayer se acabó todo y hoy vuelvo a empezar.
Me ha temblado el pulso en tus labios, la verdad,
no por ser iluso, sino por lealtad,
a ese yo siempre confuso que peca de terquedad,
al mismo obtuso, que ama en libertad.
No es raro que te sueñe entre mis sábanas
sólo a tu lado se puede. Sin emociones desgastadas
olvidando lo que duele, sumando nuestras alas
construyendo juntos puentes, rebelando nuestras almas.
Sin amargas despedidas que abrumen.
Sin miradas perdidas que asusten.
Con caricias tímidas que sumen.
Contigo mientas caminas y me alumbres.
Un sonido agudo comienza en la sala
alborotada. Poco a poco se le unen más sonidos iguales que hacen callar a la
multitud allí reunida.
“¡Un poco de atención por favor!”
Poco a poco el ensordecedor murmullo va
desapareciendo. La curiosidad y la alegría reinan en la sala.
“Bueno, en esta ocasión especial que nos
ha traído aquí me gustaría brindar por vosotros, por nosotros.
Por aquella edad en la que imaginar
formaba parte de la realidad.
Ha sido un largo camino para llegar hasta
aquí, han sido muchos años y demasiado trabajo para que todos pudiésemos estar
hoy aquí juntos, comiendo y bebiendo…
-¡OPA! –Toda la habitación gritó con fuerza–.
-¡Opa! ¡Opa! Es cierto… son sólo sueños
de niño decían, nos decían que éramos personas de otro tiempo y que no tenía
sentido seguir defendiendo lo que defendíamos, que nuestra ideología tenía que
desaparecer.
¿Sabéis? Cuando yo era pequeño era
difícil, y mucho, poder llevarse algo así a la boca, esta comida que veis
ahora en vuestros platos yo sólo podía llegar a imaginarla a través de
películas, las que echaban por la televisión, porque no me podía permitir ir al
cine. Mis padres intentaban encontrar un trabajo decente pero no se adquiría con facilidad, era imposible.
Vivía en las calles, iba a la escuela y
luego me buscaba la vida para poder comer algo más que la triste sopita con pan
que me podían ofrecer mis padres. Con mis amigos vagabundeaba, pedía dinero a
los turistas adinerados de otros países, sobre todo de Europa.
Y parecía que no había culpables, todo
caía desde el cielo, como si los dioses del Olimpo dolidos por el abandono,
hubieran decidido cebarse con su pueblo, con nuestro pueblo.
Fue entonces cuando tuve aquella clase de
historia que hizo que me cambiase la vida y que hoy pueda estar aquí ante vosotros
hablando.
Me hablaron de un país que había tenido
que asumir las decisiones de otros países que les había llevado a la ruina más
absoluta. Me hablaron de un país destruido por la guerra y el hambre y
enfermedades que hasta ese momento no habían existido en aquel país.
La única solución que encontraron fue aislarse y marginarse de aquellos que los habían llevado a esa
situación. Un hombre tuvo la suficiente visión para, apoyándose en el
sentimiento patriótico, sacar a un país de la ruina. Tuvo que tomar medidas
dolorosas sin duda, pero no le quedaba más remedio: la gente de su país, su
pueblo, lo necesitaba.
Me sentí inspirado, un solo hombre
liderando todo un país, dándole optimismo y energías para resurgir y sólo
apoyados en dos ideales básicos que desde entonces guiaron cada paso de mi
vida: el amor por los míos, por mi país, y el trabajo duro.
Y con estas dos cosas hoy estamos aquí.
El pueblo griego que en su día tuvo que vivir exactamente lo mismo que viví yo, hoy nos ha concedido una responsabilidad muy importante. Hoy tenemos que
empezar un nuevo camino solos, sin aquellos que estaban más preocupados por
rescatar a los países ricos y sus asquerosos empresarios, mañana mismo grabaré
un comunicado en el que mandaré a paseo a toda la Unión Europea.
Poco
a poco el público presente comienza a enardecerse y los gritos van aumentando
de nivel.
A partir de mañana… Nos toca demostrar
que el pueblo griego es capaz de valerse por sí mismo, que nuestra cultura
merece la pena y deber ser respetada, que somos ricos porque lo único que
necesitamos para salir adelante son nuestras manos.
Una nueva Grecia es posible, y en ella no
queremos asquerosos que no tengan sangre helena por sus venas, vamos a detener
y encarcelar a todo aquel que no hable de la supremacía de la raza griega…
¡¡Vamos a eliminar la suciedad inmigrante de las calles!!
Y por supuesto a todos esos países que
nos dejaban morir de hambre, que permitían que los nuestros se quemasen en
frente del Parlamento, los vamos a mandar a paseo, que se mueran todos.
Mañana recogemos el testigo de la obra de
Hitler y comenzamos un nuevo camino de gloria y honor para Grecia.
-¡¡Viva Grecia!!
-¡¡VIVA!!”
Y todos beben la copa que tenían en la
mano de un solo trago. Están contentos, les había costado ganar las elecciones,
pero todo el esfuerzo había merecido la pena… Incluso habían tenido que soportar un gobierno
comunista… En su propio país…
Pero ahora eso se había acabado, tantos
años de humillaciones y expolio tocaban a su fin. Gobernarían con puño de
hierro y harían pagar a todos los que los habían ofendido tantos años. Era hora
de empezar a repartir las cartas por sí mismos, y ellos no tenían que guardar
las apariencias como los demás…
“Se arrepentirán… ¡¡POR GRECIA!!”
Así fue como Grecia recuperó ese último
recodo que necesitaban: la esperanza. Aquella que desde Europa le robamos, y
que sólo el odio fue capaz de devolverles. La historia siempre la usamos para
olvidarla. Ojalá esto no llegue a pasar.
Akinu
disfrutaba bailando, su pelo hondeando al viento que generaba con sus movimientos,
la ligereza de éstos. Se movía como ingrávida, en esos momentos en los que las
miradas de los demás no importan, cuando lo único que existe es el presente y
el ruido desaparece, cuando la música inunda el alma y te transporta a otro
mundo, allá donde sólo se puede llegar inmaterial y etéreo.
Verla
era maravilloso, la gracia de sus brazos en forma de curva invitando a ligarse
a la Tierra, a una especie de corriente de energía que recorría esa misma
habitación en donde todos estábamos expectantes a sus giros, a esa sensibilidad
que desprendía con sus ojos cerrados, a aquello, fuese lo que fuese que le
hacía moverse.
Con
pasión y con dolor. Se podían observar los labios apretados de rabia y de vez
en cuando una sonrisa, ya fuera por algún recuerdo o por el alivio de dejar ir
todo aquello que necesitase sacar.
Todos
hipnotizados ante tanta belleza, ante esa estética del dolor…
*****
Es
curioso, había conocido aquel bar una noche lluviosa tras un largo paseo
reflexionando. Estaba pensando en la vida y cómo ésta da vueltas de manera
aleatoria para juntar y desjuntar por aparente casualidad siempre. Pasé por el
lado de una pequeña puerta estrecha. Un pequeño letrero encima invitaba a
entrar a personas como yo: “Bar De Los Olvidados”, mejor carta de presentación
no podía tener.
Al
abrir la puerta, bastante añada ya, me sorprendió el lugar. Paredes de madera,
luces muy íntimas, cuadros de músicos de los que ya no nacen… Aquel sitio
estaba hecho a la medida. Me senté en la barra y pedí una cerveza. Cuando el
camarero la trajo lo abordé para saciar mi curiosidad.
-¿Qué
es este sitio? Nunca que me había fijado en él.
+Esto
es un bar que siempre ha estado aquí, lo que pasa es que la gente no se suele
fijar en él porque no es muy llamativo desde fuera. Sin embargo como ves,
siempre hay gente. –Respondió haciendo un breve gesto con la cabeza–.
-Te
gusta trabajar aquí, ¿eh?
+Disfruto
mucho, sobre todo las noches de concierto.
-¡¿Hacen
conciertos?! ¡¿Cuándo?!
+Todos
los días, pero me temo que hoy no podrás asistir.
-Vaya…
¿Se han agotado las entradas?
+No
amigo, no. Es que hoy no es un buen día para que puedas disfrutar del
concierto, así que no puedes asistir. –Espetó medio riéndose ante la obviedad
de la respuesta–.
Yo, algo molesto por interpretar que se estaba riendo de mí, respondí airado.
-¡Pero
bueno! ¿A santo de qué vas a decirme tú si estoy preparado o no? Pago la
entrada pues entro si quiero.
+Relájate
amigo, que no me quería burlar. Los conciertos no cuestan dinero, así que esas
reglas aquí no valen. Y lo de preparado entiendo que suene raro, pero hazme
caso, si vuelves asiduamente lo entenderás, no tienes más que mirar a tu
alrededor, ¿parece esto un bar normal?
Eché
un vistazo a la gente y noté algo extraño en sus caras y su forma de hablar, no
sabría decir qué era… Pero era cierto que se dejaba notar un algo distinto en
las personas de aquel bar. Bien mirado, el bar en sí era extraño.
-Disculpa…
un día duro. Tráeme la cuenta cuando puedes.
+No
lo suficiente, amigo, no lo suficiente. Hoy invita la casa. –Y señaló un cartel
que había detrás de él con las botellas de alcohol que rezaba: “Guarde el
dinero, hoy invita la casa”–.
Así
que me despedí agradecido y deseando volver al día siguiente a ver si estaba
preparado para ver un concierto de los que se hacían allí.
*****
Volví
varios días pero ninguno fue posible, ninguno de los días estaba preparado. Cada
día el cartel seguía ahí, así que cada día era invitado.
A
veces iba con amigos, otras veces con alguna persona especial para hacer tiempo hasta el
momento de despedirme y evitar de alguna manera invitarla a subir a casa.
No
hacía mucho aprovechaba cualquier oportunidad de obtener algo de compañía,
ahora simplemente me cansaba la idea y no me sentía a gusto después en mi
propia cama. Tener una persona extraña con la que no tienes ningún tipo de conexión
más que la puntual del sexo es muy incómodo, y no estoy hecho para echar a una
persona de casa así sin más.
Así
fueron transcurriendo las semanas. Seguía yendo, ya casi ni recordaba el por
qué había empezado todo aquello, pero me gustaba aquel sitio, era como mi
segunda casa. Muy acogedor.
*****
Era
de día, el sol hacía horas que entraba por mi ventana y yo estaba perezoso como
siempre que estoy recién levantado. Miré la hora que marcaba el reloj de pared
que me había regalado mi padre de los Beatles: las 14:34. “Pufff… cada día me
despierto más pronto”.
Me
cociné un poco de pasta y salí a dar un paseo por el barrio. Hacía tiempo que
no me paraba a observar a la gente que se podía considerar vecina ni las calles
donde transcurría mi vida.
Una
cierta alegría me invadía, iba optimista y bien erguido, casi bailando mientras
caminaba. Y en esas estaba, como ido, cuando noté una mano que se posaba sobre
mi espalda.
+¿Qué
pasa, que ya ni nos saludamos?
Me
llevé un buen susto, y a la adrenalina que ya tenía tuvo que sumarse el vuelco
al corazón que sentí al encontrarme con aquellos ojos y esa sonrisa de nuevo
-Vaya,
Paula, qué agradable sorpresa. Nótese la ironía…
+Veo
que no has perdido en sarcasmo con el tiempo. Haz el favor, ¿no? Una vez
dijimos que los abrazos eran de obligado cumplimiento.
Reí
con ganas.
-¡Qué
morro tienes! Ven aquí anda.
Y
nos fundimos en uno de esos abrazos donde el tiempo no importa y son los
cuerpos los que dictan cuánto tiene que durar.
Todo
seguía en orden, la misma confianza de siempre, las mismas miradas, la misma
capacidad para saber en qué estaba pensando el otro… Nos pusimos brevemente al
día y le conté que un día teníamos que ir a aquel bar que acababa de descubrir.
Ella aceptó de buen gusto, aparentemente. Ambos sabíamos que no iba a ser.
Hacía
ya unos meses desde la última vez que la había visto y nada había cambiado,
nada de vernos: “no era el momento”.
Seguí
mi paseo pensando en todo lo que habíamos compartido, era gracioso. Aún me
gustaba después de todo… Si aquel día ya estaba alegre, ahora no podía mejorar.
Estuve
toda la tarde fantaseando y tomando notas, cualquier cosa podía ser interesante
en un futuro y valía la pena guardar esos pensamientos para un momento más
idóneo que invitase a la reflexión. Uno de mis hobbys: pensar.
*****
Esa
noche volví al bar. De madrugada, más bien, como siempre. Ya había entrado en
esa fase íntima y pensativa que tengo cuando se apaga la luz del sol y había
decidido brindar en compañía por la vida que nos daba momentos incomprensibles
que hacían de cada día una aventura.
Según
entré por la puerta me habló Guille, el camarero.
+¡Mírate,
hoy sí que estás para concierto!
-¿Cómo?
¿Hoy? Pero si he tenido un gran día…
Hablé
sin pensar, deduje de la primera noche que sólo los que estaban realmente mal
podían entrar a los conciertos, pero no se me había dicho como tal.
+¿Eso
crees eh? Va, ánimo, que tú puedes.
Llegué
a pensar que me estaba tomando el pelo, aquello no tenía sentido, pero me callé,
por fin iba a poder ver el espectáculo.
Me
hizo una seña para que pasase por detrás de la barra y me metió por una puerta
que había. Daba a una salita donde había un pequeño escenario. Allí había más
gente sentada esperando. Me senté en mi silla y al punto se apagaron las luces.
“Qué suerte” –pensé–.
Se
iluminó el escenario y en él no había más que un pañuelo rojo en el suelo. De
la nada, se oyó una corriente de aire que hizo moverse al pañuelo que comenzó a
girar y a hacer formas preciosas en medio del aire. Poco a poco, o de repente,
no sabría decir, apareció una mujer como envuelta por el pañuelo, que seguía
todos sus movimientos elegantemente, como si fuera una parte más de ella, como
si ella no fuese más que lasombra que
seguía la seda roja. Ella continuó la danza que se había iniciado por aquel
viento.
Disfrutaba
bailando, su pelo hondeando al viento que generaba con sus movimientos, la
ligereza de éstos. Se movía como ingrávida…
*****
Cuando
acabó el espectáculo y se encendieron las luces nadie se movió de su asiento.
Miré al de al lado, y estaba visiblemente emocionado.
-Ha
sido maravilloso, ¿verdad?
+Ha
sido… Algo increíble… Y ella… cada vez es más bella, a pesar de no tener pelo.
-¿Cómo
dice?
+Que
la belleza, va más con la personalidad que con el físico, ¿no le parece?
-Sin
duda, sí… Pero…
Y
me quedé callado. No tenía muy claro lo que estaba pasando… El hombre me miró y
lo entendió al instante.
+¿Eres
nuevo por aquí, no? Ánimo, ojalá que no vengas mucho; créeme que la felicidad
que sientes no es más que un espejismo, duele mucho más. No compensa.
No
me dejó decir nada, se levantó y se marchó por el mismo sitio que había venido
yo. Esperé unos instantes para que mi cabeza aterrizase, luego imité a aquel
perturbado hombre.
Al
salir al bar, allí estaba todo el mundo ajeno a lo que había pasado. Esa misma
extraña sensación que ahora tenía sentido… aún no estaban preparados.
El
camarero me miró y me indicó que me sentase.
+¿Qué
te ha parecido? Pregunta.
-¿Quién
es?
+Akinu,
el espíritu de una mujer que fue maltratada durante demasiado tiempo como para
dejarse morir. La tortura pasó a ser su modo de vida.
-¿Espíritu
has dicho?
+Sí,
como tú, que pareces humano, pero andas en otro mundo más allá del terrenal,
igual que yo, igual que todos los que están aquí.
-¿Por
qué no la veía igual que el otro? ¿Por qué hoy?
+Muy
superficiales aunque bastante acertadas las preguntas. Déjame reformularlas:
¿Qué tenían en común la mujer que has visto tú y la que ha visto él? Una pista,
hoy estabas preparado.
Me
quedé callado mirando fijamente a Guille que me aguantaba la mirada
transmitiéndome una paciencia infinita, un sentimiento que me venía a decir,
puedes descansar conmigo todo lo que quieras.
Y
lo vi claro, entendí lo que tenían en común la descripción de aquella mujer y
lo que yo había visto.
Casi
podía notar como mis ojos se iban poniendo rojos poco a poco, y luego
cómo las lágrimas comenzaron a invadir mis ojos hasta el punto de rebosarse y
empezar a resbalar por mis mejillas.
Guille
me acarició con la mano en la nuca y me agarró con firmeza para infundirme ánimo.