Rescato estas palabras de un papel roto,
casi ilegible por el fragor de una batalla contra la lavadora. Hace un tiempo
ya que están negro sobre blanco y creo que no me había atrevido a sacarlas
hasta ahora por miedo. Quizás hoy con una apatía vital sea el peor momento,
pero eso es siempre el inicio del mejor momento posible, ¿no?
*****
-¿Sabes?
Tengo miedo, hacía tiempo que no me pasaba pero es así.
+¿Perdona?
–Respondió Rachid algo asombrado–.
-Ay…
Lo siento… Nos acabamos de conocer, pero es que… Estoy nervioso y todo… Por el
partido, ¿sabes?
+Bueno,
sólo es un partido de liga de aficionadas, no es para tanto….
-Ya,
ya lo sé. No es eso…
-¿Pues?
-No
quiero que juegue peor porque esté yo. Bueno, la verdad es que tampoco quiero
que juegue mejor por mí…
Sólo
quiero verla feliz y sonriendo, que juegue como nunca, pero por ella. Y que se
sienta como nunca. Quiero que lo comparta conmigo… pero sólo porque se siente
bien y le apetece vivir esa felicidad conmigo. ¿Me explico?
+Eres
claro, como el agua… Bueno, dejémoslo en transparente.
Y el resto de la conversación se perdió
con el traqueteo ruidoso del metro…
¿Cómo le iría a ese chico con ella?
Espero que ganase, o que perdiese…
Bueno, ya me entendéis. Odio las
conversaciones de metro, a veces se cortan en la mejor parte. Al menos por
ahora…
Pasemos a la siguiente historia…
*****
-Y
allí estaba yo, plantado en el sofá observándola. La admiraba por su determinación
y fuerte personalidad. Tanto que aprender…
La
vi escribiendo entusiasmada. Los destellos del teclado de su portátil parecían
estrellas fugaces. Cada letra que presionaba una, que moría casi en el mismo
instante que se creaba. Y yo, pedía un deseo con cada golpe que daba. Siempre
el mismo.
Que
sonría, por favor, que sonría…
+¿Sueño,
eh?
-Sueño
de soñar.
+Cursi.
-Eso,
hagamos como que no importa. ¿Qué tal tú?
*****
Me encanta pasear sólo por la ciudad.
¿Saben? Tengo dos grandes amores. Me
quita el sueño que un día se enteren de la infidelidad. Ambos. Maldita sea,
¿quién impuso eso de amar de uno en uno? ¿Es que acaso sólo puedes querer a tu
padre o a tu madre? ¿A tu hermano chico o al mayor?
Son tan complementarias… Y no serían tan
especiales si no fuese así.
Una me reconforta cuando me siento mal,
me recarga, me trae melancolía y la expulsa, la transforma en arte. Me recuerda
de dónde vengo y adonde voy. Es un amor más comprometido, el que más parte de mi
vida ha ocupado. La confianza, la lealtad, la seguridad de que siempre estará
ahí.
El segundo… ¡Ah! El segundo es aventura, novedad
constante, cambio sin fin…
Es pasión, es ser otra persona más culta,
más inquieta, más futuro.
Es no tener miedo y buscar siempre algo
diferente.
Cómo explicarles que podríamos convivir
los tres y seguro que se gustarían…
Madrid, Barcelona… ¿Cómo decidirse por
una única infidelidad?