Tres hogares en tres zonas diferentes del
mundo. Tres niños inocentes que quieren y son amados con locura por sus
familias. Y hasta ahí llegan las semejanzas, ¿o no?
Simiya, 13 años, vive en Sudáfrica. Es
hijo de una pareja denominada “coloured”. Su padre es descendiente de la
población holandesa que colonizó
esas tierras y que no conoció una relativa igualdad interracial hasta 1994
cuando se realizaron las primeras elecciones plurirraciales. Se había casado
con una chica que vivía en su casa y hacía las tareas del hogar. Era negra. Su
familia rica, como la gran mayoría de la población blanca en ese país, se había
opuesto en un principio al matrimonio. Pero poco a poco fueron aceptando la
situación e incluso llegaron a alegrarse cuando se enteraron de la llegada de
Simiya al mundo.
Carlos Alberto Sánchez Guevara nació en
Zapatinni Cue, distrito de Yhú, Paraguay. Ahora tiene 15 años. Es hijo de
campesinos pobres, conoce de sobra la realidad que supone el hambre diario.
Comer a base de pan y sopa. Que le duela el estómago porque hace días que no se
lleva nada decente a la boca. Sobrevive con las pocas familias que quedan en
esta zona a algo más de 200 kilómetros de Asunción.
Melissa Parks, Nueva York ciudad. Tiene
12 años. Su padre trabaja en una empresa de telefonía móvil mientras que su
madre se dedica a cuidar de ella y de sus tres hermanos. Hasta ahora ha hecho
la educación primaria en casa, pero cuando llegue el invierno comenzará a ir al
instituto. Aprenderá Historia, la guerra de Secesión, los presidentes de los
EEUU, la guerra de la Independecia; Matemáticas, trigonometría, geometría
analítica, derivadas; Literatura leerá a Joyce y su Ulises, Romeo y Julieta,
Lord Byron… Pero sobre todo hará muchos amigos, se divertirá, etc.
Todos estos chicos viven, sin saberlo,
realidades que están completamente relacionadas tejiendo una red de horror que
condena a demasiada gente al sufrimiento y el dolor diario.
La frialdad del reloj se hace notable a
medida que caen los granos de arena, quedan menos instantes de risas, de
abrazos en la cama, de la despreocupación del día a día.
10 de septiembre y un señor sin rostro
llama por teléfono. Tan sólo una sombra desconocida. La conversación apenas
dura un minuto.
-It’s the moment. Do it tonight.
-Claro, parcé. Délo por hecho.
El efecto mariposa ha comenzado.
Son las 00.01 en Zapatinni y Carlos se
despierta sobresaltado por los gritos que oye en la casa. Apenas le da tiempo a
reaccionar, una figura que no conoce le ha agarrado del pelo y lo lleva a
rastras fuera de su casa.
En el pasillo se encuentra con su hermana
de 19 años y su madre, ambas llorando. Su padre se desangra a su lado debido a
las balas que han perforado su cuerpo.
Pide clemencia con la mirada mientras ve
cómo queman su casa con sus pocas pertenencias dentro.
-Putas, deberíais haber hecho caso al
gran jefe. Eran sólo unas semillas. –Exclama uno de los cobardes mientras
desgarra la ropa de sus presas.
Carlos, impotente, intenta luchar contra
los desgraciados que ahora se dan un puerco y violento festín con su madre y su
hermana, pero es inútil. Son más y más fuertes.
Jura vengarse si vive para contarlo.
Cuando todo acaba ha quedado huérfano de
padre y madre, su hermana ya no jugará con él. Lo que antes llamaba casa ahora
no son más que cenizas y el campo que antes usaba para malvivir ahora será
ocupado por otros.
-¿Le matamos?
-Déjalo, va a morir de hambre.
Carlos se aferra a lo único que le
mantiene con vida, a la promesa de que en un futuro se hará justicia. El odio.
*****
Han pasado ya unas horas desde que Carlos
se desmayase en sus terrenos.
El ruido de la ciudad va acorde con la
frenética actividad de ésta. El Sr. Parks camina tranquilamente hacia su
oficina. Viene de una reunión importante. Está a punto de cerrar un contrato
con una de las empresas más conocidas de telefonía que no atraviesa sus
mejores momentos financieros.
Va absorto en sus pensamientos; en su
hija y el fin de semana que le había prometido en el zoo. “Ya va siendo hora de
lo cumplas, joder. A este paso cuando te quieras dar cuenta no querrá saber
nada de ti”.
Un avión pasa cerca de donde él está.
“Como le gustan a Melissa los aviones, podríamos irnos de vacaciones a
Disneyland o algo así”.
Está a punto de cruzar la calle cuando de
repente todo se queda en silencio…
Siente un dolor intenso en los oídos que
se le han taponado. Es tan fuerte que se ve obligado a abrir la boca. ¿¡Qué ha
sido eso!?
Apenas le ha dado tiempo a ver una
bocanada inmensa de fuego proveniente de los gigantes que miran desde las
alturas la ciudad de Nueva York
Ve cómo la gente corre gritando. Se
encuentra desorientado, no puede oir nada, todo va a cámara lenta. Echa a
correr, pero a los pocos segundos un bloque de hormigón detiene su avance. Como
él cerca de 2.000 personas caerían aquel día.
No podrán volver a ver a su familias,
cumplir sus promesas, despedirse…
*****
Simiya se levanta hoy ido, movido por una
fuerza que no sabe de dónde proviene, apenas siente. Pero padece, y mucho.
Se viste despacio, apenas consciente de
que lo hace. Baja las escaleras desde su habitación y pasa al salón. Se sienta
en el sofá y espera a que llegue su padre que se está terminando de anudar la
corbata.
-Papi, ¿me explicas otra vez lo que le ha
pasado a mamá?
-Venga hijo, vámonos. Hoy va a ser un día
duro. Llora lo que necesites, no eres más débil por ello.
-Es sólo… que la voy a echar de menos.
Hacía años que el Apartheid había
acabado. Sin embargo, aún quedaban personas que no habían aceptado la
situación, que no habían olvidado tantos años de injusticia.
Consideraban a la madre de Simiya una
traidora.
Un día mientras iba a hacer la compra, la dispararon.
*****
Cualquier
parecido con la realidad es una mera cuestión de probabilidades.