Es curioso, yo que siempre presumí de no
ser sentimental, de no atarme a ningún sitio…llevo tres años mudándome, yéndome
de casa. Pero no de varias, si no de la misma. Hoy me llevo las últimas maletas
con ropa, la que me hace más formal, más guapo que diría mi abuela (para ella
no hay quien me gane con una camisa puesta).
Me llevo una maleta entera cargada de
recuerdos y emociones, de experiencias buenas y no tan buenas, amores, odios y
pasiones que recordaré. Soy un resultado de ello.
Es curioso también que haya gente que se
sorprenda cuando le digo que no voy a volver a corto plazo. A muchos les extraña
que no vaya a volver a vivir en casa, con mi familia. Incluso a mi madre, quién
lo diría…
Me divierte pensar que a lo largo del
camino nos encontraremos muchos compañeros que dejo atrás y que con una cerveza
en la mano celebraremos los recuerdos comunes con alegre melancolía.
Tercera curiosidad: mi propia sorpresa en
todo esto. Pensé que me había ido ya hace tiempo y que sólo venía de visita. Es
cierto que notaba que cada vez que me iba llevaba en la maleta algo más pesado,
pero quién iba a imaginar que era porque aún no había acabado.
Pero sin duda lo que más perplejo me deja
de todo este periplo, es que me dejo una maleta acá. Me hubiera gustado
elegirla, apostar por ella, pero simplemente no cabe. Es complicado, no me la
puedo llevar aunque me gustaría.
Es bonita, preciosa la verdad. Me hace
sentir bien. Sé que puedo hablar con ella si quiero, me escuchará. Y ella me
habla cuando quiere. Claro, es mi maleta.
Vendré a verla de vez en cuando, sólo
faltaba. Y quién sabe, quizás en algún momento me la pueda llevar conmigo.
*Nota:
cualquier parecido con la realidad es una malsana perversidad de mi mente
diabólica. Elijan qué es, y qué no real.
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