Tuesday, April 9, 2013

Adiós, José Luis.


Descubrí un escritor en él hace relativamente poco tiempo, cuatro o cinco años máximo. No fue porque estudiara su obra en la escuela, no fue porque me topara por casualidad con un libro suyo en mi casa. Para nada…Me lo recomendó mi madre (qué apropiado, ¿verdad?). Bendito aquel momento en que seguí su consejo para abrir la dura tapa de Sonrisa Etrusca.

¡Qué delicia!

Entre sus páginas descubrí algo más que un escritor.
Como en toda obra, se puede interpretar más de la persona que escribe que del propio argumento.
Me dejó fascinado la sensibilidad que desprendía en cada encuentro con su nieto Salvatore Roncone, pero más aún, esa delicadeza que transmitía el autor, esa pequeña parte que reflejaba de sí mismo y que nos regaló a los que no lo conocíamos personalmente.

Devoré las páginas de aquel libro con un placer exquisito, como el de una buena comida francesa con vino suave.
Disfruté y paladeé cada palabra. Me emocioné cuando finalmente la “bicha” se lo llevó. Y lo más importante, lloré. Por primera vez desde que tengo uso de razón y después de la cantidad de libros que he leído, esas páginas consiguieron lo que ninguna otra había hecho: las lágrimas desbordaron mis ojos y cayeron lentamente al descubrir que toda persona entrañable a la que llegas a querer, te abandona.

Es por eso que hoy va a ser un día muy jodido, querido José Luis (permíteme la cercanía). Porque ya no te podré oir más. No podré escuchar tus reflexiones sobre tu mundo, sobre los sentimientos, sobre esa eterna incógnita que es la vida y que de momento nos esconde la justicia que tanto anhelabas para todos.

Ya he leído que te etiquetaban de filántropo, humanista… ¿Y qué más da? Mejor que cada uno te etiquete como buenamente quiera, como cada uno te sienta.
Te fuiste sin grandes aspavientos tal cual te intuíamos, modesto.
En mi cabeza te imagino con una pétrea sonrisa de tranquilidad, satisfacción y felicidad.

Adiós genio. Pero sobre todo, gracias. Gracias por toda la sabiduría que dejas tras de ti, por tu obra, por ese espíritu intelectual, por impulsar el dudar de todo y buscar alternativas.
Gracias en fin, por haber sido tú, y en cierta manera, habernos dejado conocerte.

Te echaremos de menos.

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