Monday, November 12, 2018

Lluvia.

Me despierto a las 6:30 hoy tengo que ir a trabajar otra vez, el despertador suena antes porque voy a otro centro de salud distinto al mío, distinto a casa. Es curioso cómo el médico hace suya una consulta, un centro de salud, un cupo, unas familias... Parece que si nos cambian de consulta ya no estamos igual de bien. ¿Qué tontería, no? Si todas las consultas son iguales; este sistema que ama homogeneizar, alienar a pacientes y trabajadores, hace los espacios físicos iguales, pero nosotros, en tanto que moradores de un hogar que no es nuestro, nos cambian algo y lo notamos. Creo que es porque sólo el extranjero nota los cambios. El que vive en un lugar no se da cuenta, no lo necesita, no tiene esa ansiedad de conocer todo porque ser de un sitio para esa persona no implica conocer todos los detalles, es una realidad ontológica desde que se nace o se es, pertenece a ese sitio y con naturalidad y sin presión lo asume, el que viene de fuera tiene que demostrarlo conociendo más y mejor que el que es de aquí.
Así pasa con los inmigrantes, que para ser españoles tienen que ser más españoles que nosotros. Tienen que pagar más impuestos que nosotros, tienen que trepar más balcones y salvar más niños que nosotros, tienen que jugarse la vida más veces que nosotros y contestar unas preguntas mejor que nosotros. Son mejores que nosotros y lo necesitan para aspirar a ser como nosotros.

Me ducho mientras afuera llueve, se cumple la predicción de los carteles de trafico de ayer cuando volvía de un puente corto y con ello parece llegar un augurio de semana. Nada empieza bien esta semana. Echo de menos a la médica con la que rotaba la semana pasada, pierdo un tren, los de azul vuelven a pararme...

Me subo al bus, son las 7:37, hora del mensaje... No lo escribo. En vez de eso escribo a mis amigos. Porque olvidar no es más que eso, sustituir una rutina por otra, deshabituar a la dosis diaria de aquello a olvidar y ya cuando no duele lo añorado y ha pasado a mejor vida en la memoria, reconstruir ese espacio desde el yo. Nos engañaron con el olvido, no se puede esperar dejar un hueco ahí, sería la afirmación de la no existencia de aquello que se espera perecedero en la memoria, así que la clave de olvidar es rellenar, intercambiar... y dejar pasar el tiempo. Además todo ello implica aceptación de que debe olvidarse. Es un proceso sano. Insufriblemente sano. No somos seres de olvido, de ahí que hayamos evolucionado así, es natural para nosotros recordar e imaginar en pasado, en presente y en futuro, probablemente como adaptación para supervivencia, pero trae sus efectos colaterales, sus perversiones. Los seres humanos pervertimos todo, me refiero en el sentido de adulterar las funciones naturales de las cosas, no en el católico.
Cojo ya mi libro y me pongo a leer, con suerte habré generado alguna sonrisa y algún chiste a mi costa con mi mensaje.

El autobús avanza por el sur de Madrid, el río marca la frontera entre los que aspiran a ser y los que no son. La clase media que se cree alguien y los que sabiendo que no son nada luchan por al menos conferir significado a sus vidas. Hoy llevo sus ropajes, en la cara una mirada cansada de lunes, de clase que levanta este país y encima tiene que dar gracias, yo tengo más suerte que ellos, más comodidades, pero esencialmente somos lo mismo y hoy miro algo vacío, desencantado con un paraíso que me vendieron y que no era tal, como ellos... Hoy más que nunca soy uno más en la rueda.

Llego al centro de salud y espero fuera como el resto de pacientes, que ya no son personas, son sólo pacientes.
Me gusta camuflarme entre la gente. No paso por la puerta, aunque está cerrada físicamente para mí no lo está, yo trabajo ahí yo puedo entrar cuando quiera. Pero prefiero esperar. Saludo: "buenos días". Apenas alguna mirada.
Va llegando más gente y los que saludan suelen pasar dentro, el resto se queda esperando pacientemente a que den las 8am. Al poco de estar ahí se oye lo que llevo rumiando un rato en la cabeza: "Solo les falta echarnos a escobazos, podrían dejarnos estar en la sala de espera".
La mujer que lo ha dicho se me aparece como mesiánica, tanta razón... Aquellos que proveemos salud intentando poner barreras, los tratamos porque de algo hay que vivir, que vengan lo cuenten rápido y bien y se vayan con su remedio si es que lo encontramos a su casa. No molesten, no pidan... Ni que eso fuera SU centro de salud, SU barrio...

Una mujer lleva unas Hunter casi hasta las rodillas para protegerse de la lluvia que fue y a esta hora de la mañana ya no es.
Estoy pensando que el problema de olvidar son los nuevos códigos que crean las personas a olvidar. Nuevos significantes, nuevos significados detrás de significantes antiguos. Como las Hunter: ya no son las que cazan, ahora son unas botas que tienen un contexto, una historia que me traslada al norte con la nieve y al mar; a un olor a perfume, caricias, una tarde en el cine... Las Hunter ya no son unas botas: nunca lo fueron para mí, antes no existían, ahora son no olvido provocado por mí.

Se acaban las horas, la noche cae, las página de mi libro también. Ordesa, esa historia de una soledad que no supo apreciar a sus padres cuando los tuvo y ahora no para de verlos en cualquier sitio, pienso que el autor es un tipo gris, hecho de monosílabos de frases acabadas con metáforas acabadas y una historia inacabada. ¿Qué pasa con Brahms y Valdi? ¿Qué pasa con ese premio? ¿Qué hace con su soledad? Preguntas sin respuesta.

Se me entornan los ojos, ahí está el olvido, al menos por unas horas. Últimamente estoy tan casado que no sueño.

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