Thursday, November 1, 2018

Euskadi

Estoy leyendo un libro gris, de esos que tienen frases cortas. Es un libro sencillo con frases simples y alguna palabra que consultar en el diccionario. El autor es un hombre triste o al menos eso ha querido reflejar en la novela.
El libro trata sobre la muerte, sobre el pasado y la soledad del presente después de pasar ambos. Manuel, que es el autor, echa mucho de menos a los que ya no están: a su padre, a su madre... Pero especialmente a su padre.

Estoy leyendo un libro mientras viajo hacia una parte de mí muy alegre, hacia el Norte, a Euskadi. La primera vez que estuve allí fue con mi padre irónicamente; Manuel nunca viajó con su padre y lo echa mucho de menos, y yo al contrario, sí que viajé con él y no lo extraño tanto.

En realidad Manuel y yo somos un mismo tipo. Un tipo al que le preocupan contenidos distintos. A ambos nos preocupa la temporalidad, a él el pasado y a mí el presente, a él su padre y su madre y a mí tú que sigues estando porque nunca te has ido.

Estoy paseando por Euskadi con el frío, la lluvia, los campos verdes... verdes aunque no tanto como tus ojos... o quizás sí... o quizás tus ojos ni siquiera sean verdes, no lo sé. Sólo sé que los recuerdo verdes y antes que verdes, recuerdo la luz que tenían cuando nos mirábamos.
Decía que paseo por Euskadi, por sus campos y soy muy feliz porque amo mucho esta zona; sus paisajes, su política con sus símbolos algunos de los cuales comparto. Pero es una felicidad vacía. Siento que soy feliz pero que me falta algo. Me falta poder escribirte en cada momento para contarte lo que hago y cómo lo vivo, me falta detallarte cada menudencia del día a día, hablarte de mis amigos y sus anécdotas, me falta decirte que te echo de menos, que tengo ganas de abrazarte, me falta que me hagas preguntas sobre lo que no sabes, que enumeres lo que me tienes que contar y pienses qué te queda por contarme, me faltan tus historias familiares y tus reseñas que no conozco para preguntarte yo o buscarlas por internet.

Quería ser tan conciso como Manuel, pero no me sale bien. Será por juventud, que aún siento que tengo algo que decirle al mundo, o peor, algo importante.

Sé que esto no es el fin del mundo, que no eres el fin al que caminaba mi destino, porque no creo que haya destino. Pero no entiendo tanta falta, ni tampoco los motivos. Puedo parecer frustrado... pero no... es más cuestión de resignación y tristeza. Mi abuela antes de olvidar casi quiénes somos, hablaba mucho de resignación, es un sentimiento que no me gusta, no lo odio... quizás... pero no me gusta nada.

Estás feliz y eso es incontestable. Como la gravedad, como el Norte. El Norte es incontestable por la fuerza de las olas, el viento, el frío que me calientan el alma.
Y me noto ufano al verte así, pensándote riendo sin control, aunque a veces no me siento así, a veces me gustaría demasiado poder tejer yo mismo la realidad de otra manera, de una en la que no fuera una tontería pensar en domingos despertándome a tu lado, saliendo a la calle a pasear o incluso con niños jugando a nuestro alrededor. Pero no sé coser tampoco, podría haber aprendido.

Todo esto es idiota lo sé, pero es real, porque la vida es idiota... o absurda.

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