Hoy podría gritar muchas cosas: que estoy
cansado, que estoy emocionado, que me alegran los proyectos en los que me
hallo, que estoy poco a poco resanando o que me harto de mí mismo casi a
diario.
Alguien tendría que darnos las reglas del
contrato, qué menos que llegar a un acuerdo para elegir cómo pasamos el rato en
este mundo al que sigue sin importarle lo que nosotros queramos.
Quizás Dios ande por ahí tramando, pero se
descuidó demasiados momentos en la vida de cada hijo que a este planeta ha
dado, y lo que es peor, dejó a muchos completamente abandonados.
Tal vez el problema sea que no supimos
negociar bien un pacto ahora cerrado y que nos ata en este páramo destartalado.
Pero lo más probable es que ni exista, así
que mejor dejarlo.
Disfrutemos todo lo que podamos, hay ahí
fuera demasiadas personas desahuciadas sintiéndose desamparadas vagando en la
oscuridad de la rutina de trabajo en trabajo mientras unos pocos les hacen
agujeros en los bolsillos de sus pantalones mil veces remendados. Miremos a
nuestro lado, probablemente nos encontremos con la mirada de un hermano
dispuesto a ayudarnos... si es que nos dejamos.
Pero esto no iba sobre los demás, se me
había olvidado. Se trata de mí y uno de sus días en los que te paras a pensar
en el camino transitado mientras todos los fantasmas del pasado parecen haberse
aliado para darme otra noche de sueño atrasado.
Menos mal que tengo unas teclas y un
pequeño espacio en el que hilar las reflexiones que va dejándome el destino.
Me consuela como un pañuelo marchito, por
el paso del tiempo herido. Nació para abrazar a aquellas que nunca nadie quiso:
las lágrimas, esas amigas infalibles que se encuentran igual en los momentos
felices y en aquellos en los que desearíamos no estar vivos. Fijémonos en los
niños ellos las usan a menudo y parecen estar más cuerdos que los adultos que
les instruimos.
Perdón por la verborrea pero es que hoy me
reencontré miles de castillos. Estaban suspendidos en el aire fruto de los
delirios que nos meten desde críos: por aquí un poco de amor romántico, por
allá la fantasía de la libertad en un Occidente reaccionario, sin olvidarnos
del todos somos iguales imaginario. Construimos un mito y ahora a ver quién es
el listo que escribe uno más sencillo.
Vaya día, ¿eh? Mejor darlo por terminado, yo me retiro ya que mañana habrá que seguir luchando, mientras recuerden llorar si es necesario y ante la duda, sonrían, quizás le cambie la vida a alguien, así que vale la pena intentarlo.