Si te fuiste por qué vuelves,
si no estás por qué te quedas,
si ya me acostumbré a no tenerte
por qué mi alma te anhela.
Si ayer ya me despedí
por qué hoy miro si escribiste
si no verte prometí
por qué hoy te me apareciste.
Si mi cabeza te olvida
por qué mi cama te extraña
si ya no te sentía
porque mi corazón me engaña.
Si sin ti no hay vida,
por qué respiro.
Sí, eres utopía
porque te escribo.
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Cómo se hace para alcanzar un sueño
cómo vences el miedo, la parálisis…
¿Y si ese sueño tiene nombre?
Cómo le dices a alguien que lo has soñado,
cómo, si no ha pasado nada especial,
cómo, si ha sido perfecto sólo porque ella aparecía.
¿Y si no tiene tiempo para escucharlo?
Cómo le explicas que tres conversaciones cortas han valido,
cómo le dices que estás atrapado en un mismo pensamiento,
cómo contarle, que dibujo su sonrisa cada minuto en los desvaríos de mi mente.
¿Y si ella se ríe de mí?
Cómo no vencerse por la distancia,
cómo no coger un avión,
cómo si estando en el mismo continente la siento tan lejos.
¿Y si a ella le da igual?
Yo sólo escribo; me dieron palabras con las que describir los cómos e inventarme las respuestas. No sé de amor, ni de locura. No sé nada, sólo siento.
Así pues, ¿cómo lo hago? No lo sé. Pero…
¿Y si a ella le pasa lo mismo?
Monday, December 22, 2014
Sunday, December 14, 2014
Historia de un primer amor: no sé extrañar
Estoy profundamente cabreado... frustrado más bien.
¿Por qué tiene que doler?
Porque a mí no me enseñaron a extrañar, no sé cómo se hace.
Me enseñaron a amar, a no odiar, a perdonar, a ser solidario (nunca caritativo), a ser generoso, ético, a tener personalidad y a intentar pensar siempre por mí mismo.
Todo eso lo aprendí, mejor o peor, pero lo aprendí. Sin embargo a extrañar, a echar de menos... nadie me enseñó. Ni siquiera la vida lo hizo hasta que casi era mayor de edad.
Y ni aún así, sé hacerlo.
¿Acaso está bien sentir desesperación? ¿Es buena la incredulidad? ¿Acaso me retrasa en mi vida diaria el repensar varias veces que no entiendo el qué, el cómo ni el por qué? ¿Tengo que ser asertivo e intentar reeducarme o aceptarlo todo como viene? ¿Es bueno que esté triste o es bueno que me alegre?
¿Ven? Es que no sé extrañar a una persona. Desde que soy pequeñito, con todas las cosas que he hecho, y de pronto me encuentro con que no sé afrontar esto.
¿Se le dice a la persona siempre? ¿O se coge una pequeña representación de veces?
Quizás no se le dice nunca. De ser así, ¿por qué tiene que ser tan sacrificado? ¿Hay alguna ocasión en la que sea inapropiado decirlo? ¿Se pueden repasar las conversaciones una y mil veces? ¿Deleitarse con la felicidad anticipada o está mal hecho?
Quizás no se le dice nunca. De ser así, ¿por qué tiene que ser tan sacrificado? ¿Hay alguna ocasión en la que sea inapropiado decirlo? ¿Se pueden repasar las conversaciones una y mil veces? ¿Deleitarse con la felicidad anticipada o está mal hecho?
¿Por qué tiene que doler?
No sé responder a estas preguntas. Bueno, mejor dicho no me siento seguro haciéndolo.
Sólo sé que extraño, echo en falta cada instante que fue y dejó paso a otro que nos acercaba a no ser, cada mentirosa verdad que nos dijimos, cada gesto de complicidad, cada susurro, cada día que pienso en explicarte lo que pasa y el por qué todo transcurrió así.
Que no era el momento, que a día de hoy aún no lo es.
Que aún así llevo un revolucionario dentro que dice que quiere hacerlo, aunque no deba, aunque no funcione. Tengo esa voz que me guía y me dice: "Sigue, no te rindas, no hay nada escrito, si lo haces jamás sabrás qué pudo ser".
Me paro a releer esto último, y lo veo claro. No, no sé extrañar.
Sólo sé que extraño, echo en falta cada instante que fue y dejó paso a otro que nos acercaba a no ser, cada mentirosa verdad que nos dijimos, cada gesto de complicidad, cada susurro, cada día que pienso en explicarte lo que pasa y el por qué todo transcurrió así.
Que no era el momento, que a día de hoy aún no lo es.
Que aún así llevo un revolucionario dentro que dice que quiere hacerlo, aunque no deba, aunque no funcione. Tengo esa voz que me guía y me dice: "Sigue, no te rindas, no hay nada escrito, si lo haces jamás sabrás qué pudo ser".
Me paro a releer esto último, y lo veo claro. No, no sé extrañar.
Saturday, December 13, 2014
Paso a paso camina la tortuga...
Paso a paso camina la tortuga
incitando a la calma
manteniendo la tortura.
Descansa el tiempo en mi mente
no habrá paz para mi alma,
el recuerdo nunca es clemente.
Me devuelve momentos: tu sonrisa,
tuya, sólo tuya, como tus gestos.
A veces imagina una caricia al paso de la brisa.
Te dibujo en el aire, en mi cuaderno
manchado con horas perdidas
describiéndonos a veces solos, a veces eternos.
incitando a la calma
manteniendo la tortura.
Descansa el tiempo en mi mente
no habrá paz para mi alma,
el recuerdo nunca es clemente.
Me devuelve momentos: tu sonrisa,
tuya, sólo tuya, como tus gestos.
A veces imagina una caricia al paso de la brisa.
Te dibujo en el aire, en mi cuaderno
manchado con horas perdidas
describiéndonos a veces solos, a veces eternos.
Sunday, December 7, 2014
A mi no yo
Te quise tocar,
como canción de alegría
y entre tus cuerdas delicadas
dibujé colores en el aire;
en los espacios de un pentagrama,
sin más expectativas que tú y yo.
Pero mis canas ya arraizadas
envenenaron tu canción
con notas tristes y solitarias.
Amargos sabor salado,
fui creando tonos que me recordaban
las inecuaciones de la música.
En forma de sonata,
cálida y fría,
cruel y cariñosa,
rápida y ligera,
casi imperceptible,
pero viva, muy viva.
Al final de este viaje
cojo la carretera de nuevo.
Siempre nómada, vagabundo sin destino.
Sólo con mi guitarra y un lápiz
y una libreta con miedo
a dibujar otro pentagrama distinto.
como canción de alegría
y entre tus cuerdas delicadas
dibujé colores en el aire;
en los espacios de un pentagrama,
sin más expectativas que tú y yo.
Pero mis canas ya arraizadas
envenenaron tu canción
con notas tristes y solitarias.
Amargos sabor salado,
fui creando tonos que me recordaban
las inecuaciones de la música.
En forma de sonata,
cálida y fría,
cruel y cariñosa,
rápida y ligera,
casi imperceptible,
pero viva, muy viva.
Al final de este viaje
cojo la carretera de nuevo.
Siempre nómada, vagabundo sin destino.
Sólo con mi guitarra y un lápiz
y una libreta con miedo
a dibujar otro pentagrama distinto.
Sunday, November 2, 2014
La aventura...
La aventura fue en su casa, en la intimidad de la oscuridad.
Mi crimen fue quererla por una noche; el amor es a veces así de corto.
Por qué la quise, no lo sé, quizás fuera el suave roce de sus labios en los míos, su mirada desecha, cómo se estremecía entre mis brazos, la ternura con la que me cogía de la mano, me acariciaba...
Por qué la quise, no lo sé, quizás fuera el suave roce de sus labios en los míos, su mirada desecha, cómo se estremecía entre mis brazos, la ternura con la que me cogía de la mano, me acariciaba...
Mi crimen fue despedirme como si no fuera a haber mañana, dejarla allí con misterio, desear volver a verla y no decirlo. Su pelo, su olor que me persigue...
Mi crimen fue saber que era distinta y que no me importase, ver más allá de lo que aparentaba y dejar que entrara. No aburrirme con ella, no estar incómodo abriéndome tan pronto.
Mi crimen fue quererla o quizás pensar que ella también lo hizo. Rendirme a su forma de hacerse la ofendida, hacerla reír adrede, engancharme a esa imagen suya, casi de felicidad. Que me conociese sin habernos visto, que me susurrara al oído..
Mi crimen fue... O puede que sea quererla, y no saber por qué. Haber vuelto a la realidad, mirarla a través de un cristal opaco y recordarla, idealizarla. Pensar y escribir aquello que pudo ser y no es.
Mi crimen es quererla y no saber por qué.
Saturday, November 1, 2014
Reino Oscuridad
"¿Alguna vez has acariciado con el corazón?"
Mi abuela solía preguntarme eso cada vez que me veía, incluso cuando estaba postrada en la cama y yo iba a llevarle su sopa de migas de pan que apenas tocaba.
Me miraba fijamente a los ojos, a veces ni siquiera, y me lo repetía una y otra vez, la pregunta que en un futuro pienso repetir a mis hijos hasta la saciedad.
"¿Alguna vez has acariciado con el corazón?"
Lo que mi abuela no me dijo es que había más formas de acariciar. La primera vez que lo hice sin utilizar mis manos fue cuando tenía 17 años, fue con la mirada. Tensa pero perfecta, una sola vez fue suficiente para decirnos todo aquello que jamás fuimos capaces de explicarnos con palabras, no porque tuviéramos miedo a expresarlo, lo hicimos lo mejor que supimos, si no porque no había significantes en ningún idioma que conociésemos para expresar ese estado transitorio entre locura y drogadicción que vivimos.
Pero acabó, como un barco a la deriva en medio de una tormenta se hundió en la oscuridad del más profundo pozo mientras la lluvia salada empapaba mis mejillas, sin derecho a segunda a oportunidad.
He vuelto a acariciar sí, pero nunca con el corazón, porque no sé hacerlo. Porque la vida me vive sin que yo pueda remediarlo ni opinar al respecto. He recorrido el páramo que atravesaba el bosque que salía de aquel pozo en soledad, con la amargura de la mano, sin luz, hasta el punto de quedarme ciego. Pero no fue malo...
Comencé a escuchar almas vagabundas que no había sido capaz de percibir a mi lado víctima del ensimismamiento que genera la tristeza. Aprendí a interpretar sentimientos profundos de los que ellos mismos no eran consciente y comencé a darles forma, hablé con ellos, les preguntaba cosas al respecto, el por qué habían elegido ser sombras y en ese momento sus miradas vacías me penetraban como hojas de cuchillos dejando en mí una frialdad difícil de calentar: "¿Es que acaso tenemos otra opción? ¿Debemos creer en nosotros mismos?"
-¿Y en quién si no?
Las conversaciones con caminantes me hacían sentir bien, allí abajo en lo más hondo, nadie te puede juzgar, todos estamos al mismo nivel, y es cuando cualquier atisbo de esperanza te relanza hacia la superficie. Yo disfrutaba encontrando ese resquicio, pero no se lo daba, dejaba que ellos llegasen a él, a SU verdad. Aquella que les hacía dudar entre las incógnitas como lo hace el mar en la orilla, que no sabe si viene o si va.
Me miraban como sin querer creer que merecía la pena intentarlo, pero incapaces de no hacerlo. Y se iban y yo, más Parca ya que sombra, pues el tiempo en la oscuridad desgasta aún más, buscaba otro errante al que ayudar no por ellos, si no por mí.
Poco a poco me fui quedando sólo incluso en lo más lóbrego del camino dejé de escuchar a Tristeza y fue su prima Soledad la que invadió el reino, mi reino de tinieblas en el que me sentía a gusto, bajo un halo de raciocinio que me hacía ver que ese era mi terreno y de nadie más. Un lugar en el que descansar del ruido en el que siempre había vivido, por debajo del amor y la alegría, de la risa y los nervios, más allá del odio y el rencor, la venganza y la tiranía; donde sólo habito yo.
Se preguntarán cómo voy a enseñar a mis hijos entonces a acariciar con el corazón. Pues bien, soy un gran actor, pero aún mejor farsante. La oscuridad es la ausencia de luz, pero para reconocer a la primera tienes que haber vivido la segunda, y siempre podré contar que acaricié con la mirada, porque ni siquiera a mis hijos permitiré que me roben lo único que es mío por derecho propio y de nadie más. Aquello que gané a pulso. Mi reino, mi yo, mi todo. Mi tranquilidad.
Mi abuela solía preguntarme eso cada vez que me veía, incluso cuando estaba postrada en la cama y yo iba a llevarle su sopa de migas de pan que apenas tocaba.
Me miraba fijamente a los ojos, a veces ni siquiera, y me lo repetía una y otra vez, la pregunta que en un futuro pienso repetir a mis hijos hasta la saciedad.
"¿Alguna vez has acariciado con el corazón?"
Lo que mi abuela no me dijo es que había más formas de acariciar. La primera vez que lo hice sin utilizar mis manos fue cuando tenía 17 años, fue con la mirada. Tensa pero perfecta, una sola vez fue suficiente para decirnos todo aquello que jamás fuimos capaces de explicarnos con palabras, no porque tuviéramos miedo a expresarlo, lo hicimos lo mejor que supimos, si no porque no había significantes en ningún idioma que conociésemos para expresar ese estado transitorio entre locura y drogadicción que vivimos.
Pero acabó, como un barco a la deriva en medio de una tormenta se hundió en la oscuridad del más profundo pozo mientras la lluvia salada empapaba mis mejillas, sin derecho a segunda a oportunidad.
He vuelto a acariciar sí, pero nunca con el corazón, porque no sé hacerlo. Porque la vida me vive sin que yo pueda remediarlo ni opinar al respecto. He recorrido el páramo que atravesaba el bosque que salía de aquel pozo en soledad, con la amargura de la mano, sin luz, hasta el punto de quedarme ciego. Pero no fue malo...
Comencé a escuchar almas vagabundas que no había sido capaz de percibir a mi lado víctima del ensimismamiento que genera la tristeza. Aprendí a interpretar sentimientos profundos de los que ellos mismos no eran consciente y comencé a darles forma, hablé con ellos, les preguntaba cosas al respecto, el por qué habían elegido ser sombras y en ese momento sus miradas vacías me penetraban como hojas de cuchillos dejando en mí una frialdad difícil de calentar: "¿Es que acaso tenemos otra opción? ¿Debemos creer en nosotros mismos?"
-¿Y en quién si no?
Las conversaciones con caminantes me hacían sentir bien, allí abajo en lo más hondo, nadie te puede juzgar, todos estamos al mismo nivel, y es cuando cualquier atisbo de esperanza te relanza hacia la superficie. Yo disfrutaba encontrando ese resquicio, pero no se lo daba, dejaba que ellos llegasen a él, a SU verdad. Aquella que les hacía dudar entre las incógnitas como lo hace el mar en la orilla, que no sabe si viene o si va.
Me miraban como sin querer creer que merecía la pena intentarlo, pero incapaces de no hacerlo. Y se iban y yo, más Parca ya que sombra, pues el tiempo en la oscuridad desgasta aún más, buscaba otro errante al que ayudar no por ellos, si no por mí.
Poco a poco me fui quedando sólo incluso en lo más lóbrego del camino dejé de escuchar a Tristeza y fue su prima Soledad la que invadió el reino, mi reino de tinieblas en el que me sentía a gusto, bajo un halo de raciocinio que me hacía ver que ese era mi terreno y de nadie más. Un lugar en el que descansar del ruido en el que siempre había vivido, por debajo del amor y la alegría, de la risa y los nervios, más allá del odio y el rencor, la venganza y la tiranía; donde sólo habito yo.
Se preguntarán cómo voy a enseñar a mis hijos entonces a acariciar con el corazón. Pues bien, soy un gran actor, pero aún mejor farsante. La oscuridad es la ausencia de luz, pero para reconocer a la primera tienes que haber vivido la segunda, y siempre podré contar que acaricié con la mirada, porque ni siquiera a mis hijos permitiré que me roben lo único que es mío por derecho propio y de nadie más. Aquello que gané a pulso. Mi reino, mi yo, mi todo. Mi tranquilidad.
Thursday, October 30, 2014
Menú del día
Entrante: Ensalada de rúcula, tomatitos cherry espolvoreado con parmesano.
Suave y fina, con un toque de carácter, una risa que da un ligero aroma con personalidad y que hace que te abras a lo que vendrá. Un fruta que engaña. Cuando la pruebas y quieres parar, es tarde, se ha acabado. Sin embargo, nunca te abandona su buen gusto y sólo esperas probarla de nuevo.
Plato principal: Paloma torcaz con salsa de mango.
Casi única cuando me besaba, distinta en su forma de mirarme, acompañaba a su semblante un toque de pasión, escondida en una mirada de dos texturas al paladar, también había un leve deje pícaro: dulce y salado. Preciosa en su presentación, me quedo sin palabras.
Postre: Helado de frutos rojos.
Dulce, como el reflejo de sus ojos en la distancia, frío como el recuerdo de haberla conocido, pacifista, pero nunca pacífica.
Sin duda un menú exquisito, pero al llegar a casa como cada día, lucho contra las caries que amenazan mis placeres.
Quizás, no lo sé, sea hoy el día de comenzar a hacer dieta. Pero mientras, no te olvido. Por fin, sabor amargo.
Quizás, no lo sé, sea hoy el día de comenzar a hacer dieta. Pero mientras, no te olvido. Por fin, sabor amargo.
Wednesday, October 15, 2014
Cómo conocí a vuestra madre.
-Ella
me prometió una mirada azul y brillante, quizás algo juguetona. Me insinuó que
sería divertido, que podríamos probar, que por qué no iba a ser ella.
Con
su desparpajo descartó cualquier momento de aburrimiento mientras estuviéramos
juntos, sin importar el dónde.
Habló
entrecortada, con lágrimas en los ojos, y me hizo ver una montaña de
sentimientos a su lado, una aventura, una profundidad en su manera de vivir la
vida que me atrapó; desconcertado y perdido.
Debatimos,
le hablé de mis escritores y ella a mí de los suyos, me aleccionó de cine y
supe que nunca habría silencio entre nosotros.
Me
miró fijamente llena de ternura, ansiosa, y entendí al instante que me había
equivocado: habría silencios perfectos.
Me
cogió de mi mano caliente en comparación con la suya, y sentí que me traería
paz cuando la necesitase (a la paz o a ella).
Se
apoyó levitando en mi pecho para despedirse con un trémulo e intenso beso en la
mejilla. Intuí su dulce y suave sensibilidad.
Me
llevó a bailar y el miedo al contacto se fue venciendo.
Me
gritó discursos apasionados con los que no siempre estaba de acuerdo, y el
miedo a pelearnos se desvaneció.
Me
contó chistes con su acento del sur; doblando su naricilla, y el miedo a llegar
a detestar aquellas cosas suyas que me encantaban desapareció.
Me
echó la bronca muchas veces y el miedo a que no pudiéramos convivir se
transformó en amor.
Me
habló de viajes y de que sólo tenemos una vida, que luego dejamos de ser, y mi
miedo a meterme en líos y a morir me abandonó.
Y
así fue todo.
-Pero…
¿y entonces tú que hiciste papá?
-Esperar
y enamorarme, hijos míos.
Monday, October 13, 2014
Despedida.
Todas las historias tienen un fin, y como tantas otras, ésta no es una excepción.
Se fue y no volverá, con el viento gélido de la guadaña exhaló su último suspiro y el mundo nos ha dejado huérfanos de una de esas mujeres anónimas que cambió el mundo y probablemente no lo sabía.
No va a estar en las revistas, ni en los periódicos, tampoco va a ser noticia en los telediarios, ni se escribirán sentidas necrológicas más allá de ésta y de –ojalá– alguna más de familiares y amigos.
Marca un antes y un después porque ahora cuando estoy entre esas paredes de aspecto tristón ya no actúo igual. No saludo igual, no estudio lo mismo, me abstraigo aún menos si cabe e incluso me animo a hacer visitas extra para hablar con aquellas personas con las que se crea esa divina conexión que hace que sólo con escuchar estés ayudando, y lo más importante, que sean ellas las que quieran que estés. “Curar cuando se pueda, aliviar a menudo, acompañar siempre”.
Hacer esa carga menos pesada, de igual a igual, a veces con una pastilla, a veces dando una mano mientras llora.
No estaba presente. Me cuentan que fue en casa tranquila entre sus más queridos y sonrío: “Así debe ser”. Quizás después de todo, algo están consiguiendo desde este pequeño recodo del mundo para que fallecer sea algo menos traumático.
Así que hoy toca hacer algo así como un juramento, parecido al Hipocrático, pero más personal. Algo sobre lo que he hecho reflexionar a las personas que han tenido a bien dejarme entrar, ya sea a través del taller, una conversación o una chapa más monólogo que otra cosa. Ahí va:
Te prometo que haré todo lo posible por ser y saber más, permanentemente.
Te prometo no dejar que los años y el dolor que vea me hagan frío e inhumano.
Te prometo no olvidar que cuando estás en una cama quieres personas, no robots que te traten una enfermedad y nada más.
Te prometo implicarme con los pacientes a nivel emocional en el mayor número de casos que me sea posible.
Te prometo que voy a hacer lo posible para que cada día la clínica sea más humana.
Te prometo no olvidar que estoy escribiendo esto y por qué lo estoy haciendo.
Te prometo no olvidar lo que me has hecho sentir y lo que has significado para mí.
Prometo no olvidar tu sonrisa.
Prometo, no olvidarte.
Hasta siempre Marta, descansa.
Thursday, October 9, 2014
Brown sugar
Brown sugar
take me to the place
I’ll always
be in haze
cause I’m
so in pain
I don’t
wanna feel at all.
Why is this
world so blue,
oh dear
brown sugar, huh?
I'll still
looking for the clue
that brings
me the truth.
Brown sugar
take me out from the cliff
I think a
lot, is not such a big jumping
Nothing in
my soul to keep,
but
darkness full of wasted lips.
As I walk
the corners through,
I bet to
life all I can put,
so now
brown sugar won’t you please
give me a
break, give me some relief.
Maybe
Cobain was right,
best option
is to scape,
brown sugar
bring me back,
I just
wanna feel Dreamland.
Trust me it
won’t be long,
‘till all
the past comes along
to make me
remember
I wasn’t
that nice and clever.
So come on
please brown sugar,
I won’t be
asking for responsibilities
I’m willing
and ready
won’t you bring me happiness brown sugar?
won’t you bring me happiness brown sugar?
Wednesday, October 1, 2014
Paz pública y universal
Tan fácil como estas notas que escribo,
tan sencillo como decirle hola a tu última
sonrisa,
tan fácil como dormir bajo tu abrigo,
tan sencillo como que tu piel fría me
tranquiliza.
Ríos de plata corren por mis venas,
polvo de desgastada madera,
todo por servir a quien renta
al demonio que aún hoy venda
a las momias del futuro deshechas
en
las esquinas a cambio de menta.
Porque en nuestro escudo hay ovejas
que van al psiquiatra bien dispuestas.
Cuando la hierba que comen apesta
entre jirones de libros de biblioteca
ajados
y manoseados, sin meta.
¿Es mucho pedir que entretengan?
Tan fácil como estas notas que escribo,
tan sencillo como decirle hola a tu última
sonrisa,
tan fácil como dormir bajo tu abrigo,
tan sencillo como que tu piel fría me
tranquiliza.
El palo de madera escupefuego avisa
hoy se sirven tus sesos con cerveza fría,
entre gritos de insurrección y orgía,
te vas a quedar sin ceros, con tu cuenta
vacía.
No me hables más de control y educación
la mía se ahorcó con el puto cinturón.
Entre balbuceos y lágrimas vendrás,
arrastrándote sin resquicios de dignidad
y yo con una sonrisa dibujada en la boca
saludaré al pájaro de mil colores que te destroza
y a la Libertad putrefacta de Europa
mientras allá a miles de niños violan.
Tan sencillo como dejarse seducir
por esa mujer encerrada en un bastión.
Tan fácil como salir a la calle y decir,
queremos: queremos revolución.
Saturday, September 27, 2014
La revolución de Montera
La revolución de Montera.
Entre luces y sombras,
el destino entre copas,
cuando vivir aún es quimera.
La evolución de Madrid.
Donde la incertidumbre se llama Sexo
y desde donde el cielo aún queda bien lejos.
Medicina... por salir.
Como un caramelo me tratan
se ahorran al menos tres arcadas.
Porque mis ojos miran, narran
como el feminismo se apaga.
La revolución de Montera,
entre chulos que pegan
y agujas que ya pesan.
Donde Muerte sentada espera.
Fuencarral querida mía,
tan moderna y tan vacía.
Hoy te escribo cual Sabina
en esta noche tan fría.
La revolución de Montera,
Fuencarral recoge tu siembra:
sombras lóbregas que desean
pasión y amor entre sus piernas.
Entre luces y sombras,
el destino entre copas,
cuando vivir aún es quimera.
La evolución de Madrid.
Donde la incertidumbre se llama Sexo
y desde donde el cielo aún queda bien lejos.
Medicina... por salir.
Como un caramelo me tratan
se ahorran al menos tres arcadas.
Porque mis ojos miran, narran
como el feminismo se apaga.
La revolución de Montera,
entre chulos que pegan
y agujas que ya pesan.
Donde Muerte sentada espera.
Fuencarral querida mía,
tan moderna y tan vacía.
Hoy te escribo cual Sabina
en esta noche tan fría.
La revolución de Montera,
Fuencarral recoge tu siembra:
sombras lóbregas que desean
pasión y amor entre sus piernas.
Thursday, September 25, 2014
Escenas Cotidianas
Déjenme que les cuente una historia sobre mi casa: el mundo.
Andaba yo como entre ensoñado y despierto, ligero, de camino a la estación cuando la sociedad ha detenido mi avance: un semáforo en rojo.
A mi izquierda, una pareja sentada en un banco se ha encontrado con un amigo que cargaba una bolsa bastante llena. Primero se ha levantado él y se han saludado, el hombre que llegaba le ha entregado la bolsa y acto seguido el otro ha dicho algo así como: "Ahí está mi mujer" y ella se ha levantado y se acercado para saludar también. Venía (pues el amigo estaba entre la pareja y yo), y en cada paso destilaba elegancia, seguridad, naturalidad y modestia. Su belleza incuestionable para cualquier persona en su sano juicio. Lucía un largo y colorido vestido tradicional, imagino que senegalés porque me ha parecido escuchar "Wao, wao", ¡pero qué se yo! La mente oye lo que quiere.
El marido le ha cedido la bolsa de plástico llena y ella ha esbozado al amigo una blanca y brillante sonrisa.
En éstas, llega otro hombre (también del mismo país de origen) con sus dos hijos, una niña y un niño. Ha mirado al conjunto de nuestros protagonistas y los ha saludado, éstos le han devuelto el gesto mientras este último, sonriendo todavía, giraba la cabeza hacia sus hijos para decirles algo.
Un par de segundos, tres como mucho, y la mujer con la bolsa ha exclamado algo con un gesto de reprobación pintado en la cara, como diciendo: "No, no está bien" y se ha acercado mientras abría la bolsa, ha sacado una manzana para cada uno de los pequeños y se las ha entregado. El padre ha vuelto a sonreir agradecido y ella se ha ido de vuelta con su marido. Ya está, ni una palabra más.
La pareja se ha despedido del amigo que ha seguido su camino y se han acercado al semáforo donde estábamos el resto, sin hablar con nadie, ni mirarlos. Han esperado pacientemente y cuando la sociedad nos ha dado permiso, hemos continuado nuestro camino. La pareja, más aprisa, se ha perdido rápido, la familia algo más lenta, los han seguido, y yo con una sola pregunta en mente he entrado en la estación: ¿Algún día volveremos a ser como ellos?
Andaba yo como entre ensoñado y despierto, ligero, de camino a la estación cuando la sociedad ha detenido mi avance: un semáforo en rojo.
A mi izquierda, una pareja sentada en un banco se ha encontrado con un amigo que cargaba una bolsa bastante llena. Primero se ha levantado él y se han saludado, el hombre que llegaba le ha entregado la bolsa y acto seguido el otro ha dicho algo así como: "Ahí está mi mujer" y ella se ha levantado y se acercado para saludar también. Venía (pues el amigo estaba entre la pareja y yo), y en cada paso destilaba elegancia, seguridad, naturalidad y modestia. Su belleza incuestionable para cualquier persona en su sano juicio. Lucía un largo y colorido vestido tradicional, imagino que senegalés porque me ha parecido escuchar "Wao, wao", ¡pero qué se yo! La mente oye lo que quiere.
El marido le ha cedido la bolsa de plástico llena y ella ha esbozado al amigo una blanca y brillante sonrisa.
En éstas, llega otro hombre (también del mismo país de origen) con sus dos hijos, una niña y un niño. Ha mirado al conjunto de nuestros protagonistas y los ha saludado, éstos le han devuelto el gesto mientras este último, sonriendo todavía, giraba la cabeza hacia sus hijos para decirles algo.
Un par de segundos, tres como mucho, y la mujer con la bolsa ha exclamado algo con un gesto de reprobación pintado en la cara, como diciendo: "No, no está bien" y se ha acercado mientras abría la bolsa, ha sacado una manzana para cada uno de los pequeños y se las ha entregado. El padre ha vuelto a sonreir agradecido y ella se ha ido de vuelta con su marido. Ya está, ni una palabra más.
La pareja se ha despedido del amigo que ha seguido su camino y se han acercado al semáforo donde estábamos el resto, sin hablar con nadie, ni mirarlos. Han esperado pacientemente y cuando la sociedad nos ha dado permiso, hemos continuado nuestro camino. La pareja, más aprisa, se ha perdido rápido, la familia algo más lenta, los han seguido, y yo con una sola pregunta en mente he entrado en la estación: ¿Algún día volveremos a ser como ellos?
Tuesday, September 16, 2014
Marta
Ya
os he hablado antes de sonrisas que cambian un día, ya os he descrito las
sensaciones que producen algunas miradas que esconden emociones que tú sólo
puedes intuir, ya he abierto mi caja de amores y desamores intentando que
revivierais aquello que teníais guardado en algún rinconcito de vuestra
memoria, de vuestro corazón. Pero me temo que todo eso es insuficiente.
He
descrito la muerte y a aquellos que lidian y luchan contra ella lo mejor que he
podido, he intentado convencer a todos mis compañeros de que tenían que saber
tratarla, que tenían que saber acompañar en ella. Pero NO ES SUFICIENTE.
No
existen palabras para expresar lo que hoy he vivido, lo que he sentido… Esto,
que puede que no sea más que un espejismo producto de mis ansias de empatizar,
de ser aquello que aún no soy. Esto, que puede que no haya sido más que una
sugestión.
Pero…
¿acaso importa? ¿Si la realidad que percibes no es cierta, pero tú la vives y
te determina para siempre, no es en cierta forma igual de válida?
Sé
que no debo contar nada, sé que no se puede, y por ello no explicaré nada que
sirva para que se la pueda identificar, pero necesito gritar al mundo que he
visto un ángel de carne y hueso, que no ha necesitado tocarme para grabarme a
fuego su rostro en la memoria, su canción en mis oídos. Necesito dar cierta
trascendencia, inmortalidad, a una persona a la que jamás podré olvidar.
La
conocí hace una semana escasa postrada en la cama. ELLA era, y a día de hoy todavía
es, madre y esposa. Para mí no era más que un nombre de 45 años, una
enfermedad. Cierto que había una historia triste detrás, pero al fin y al cabo
no era una persona todavía. Sabía que ELLA era especial, que todos la trataban
con un cariño diferente; porque el ser humano es así y no se puede evitar, y
sospechaba que era mejor para mí no llegar a conocerla. Es por eso que me sentí
aliviado cuando supe que la llevarían los compañeros. No duraría mucho ese
alivio. Por su culpa, maldito sea ÉL.
Por
aquel entonces estaba especialmente involucrado con otro caso que teníamos,
similar en tragedia, pero distinto en término. Pensaba que mientras estuviera más
centrado en este caso estaba protegido, pero ayyy… ¡qué equivocado estaba!
Saben eso de que hay sonrisas que desarman, ¿no?
Pasamos
de refilón por su habitación, saludamos y nos fuimos. ELLA sólo golpeó un poco.
Sí, con la sonrisa. Y con una forma de expresarse inocente y amable, positiva,
vital. Pero aún no estaba prendado.
ÉL
habló con ELLA aquel día. Durante una hora. Yo estaba en el despacho
adelantando trabajo y cuando volvió y en el tono que solemos usar le dije: “Sí
que la cuidas ¿eh?”. Lo confieso, sentía curiosidad, quería saber más sobre aquella
persona a la que todos casi veneraban sin importar la cantidad de años que
llevasen ejerciendo, con ELLA no había corazones de piedra. La respuesta fue
una losa, pero mi perdición: “Sí, es que me ha dicho que cuando deje de valerse
por sí misma prefiere morirse, no quiere ser una carga para su marido, entonces
me ha dado por quedarme, ya ves”.
Joder…
Era cuestión de tiempo.
Se
fue de alta, pero hoy ha tenido que volver, igualmente al otro equipo, e igualmente
ÉL grabó el destino. “Pasamos a ver a la paciente de la 58 y después saludamos,
por lo menos para ver cómo está”. Mi cerebro ha querido obviar la certeza, pero
en el fondo estaba ansioso. Hemos salido de la 58, y ÉL ha dicho que no tenía cuerpo.
Después de tanto tiempo hemos llegado a entendernos bien, y su mirada ha dicho
más: “Vale pues no te preocupes, date un momento”. Iluso yo, ¡si lo necesitaba
igual o más que ÉL. Hemos bromeado, como siempre, para armarnos de valor y
cuando “se ha acabado el descanso”, hemos entrado tres en la habitación. No me
atrevería a decir que hayamos salido ni siquiera uno sumándonos a todos.
Otra
vez esa maldita sonrisa (y perdónenme por repetirme), pero es que llena el
alma. No me había fijado en sus ojos… hasta ese momento. Brillaban con una luz
especial, con la vida de una recién nacida, con la melancolía y la tristeza de
aquel que se va sin remedio.
Hemos
charlado y comentado varias cosas, ÉL quería sacar el tema, pero había una
familiar que se lo impedía. Yo estaba enojado por no haberme dado cuenta y no
haberla sacado, por haber entrado, ¿cómo podía negarle un momento de
tranquilidad con ÉL? ¿Cómo yo, que sabía cómo trabajaba Él y las necesidades de
ELLA no me había anticipado y había hecho lo necesario por procurarles un
ambiente íntimo? ¿Cómo podía arreglarlo? Quizás aún podía pedirle a la familiar
que saliera un momento conmigo que quería comentar algo, pero no quería
asustarla a ELLA, no necesitaba estarlo más.
Y
mientras todo esto pasaba en mi cabeza, iba escuchando como aquella chica,
hecha sin un ápice de maldad se preocupaba únicamente porque la tenían que
cuidar, relativizaba todo lo que había hecho por su hijo y su marido… apenas
contaba. Esa modestia…
Y
en este momento lo he visto flaquear. ¡¡A Él!! Que lo había visto salir de los
mayores malos tragos que se puedan encontrar en un hospital. Había sido casi
indetectable, pero la lógica que acompaña a sus palabras de apoyo y cariño no
se había dejado ver durante una décima de segundo.
Yo
mientras, seguía dándole vueltas hasta el punto de que he querido ayudar como
fuese y he preguntado por una almohada que tenía a su lado puesta a lo largo,
sabía por qué estaba, pero viéndola tan centrada y consciente de sus
circunstancias he querido transmitirle que estábamos atentos al más mínimo
detalle. Era porque la tripa le pesaba mucho y eso aliviaba la carga, un tumor
de 25cm…
Y
su mayor preocupación era no haber podido cuidar más de su familia…
Me
he excusado diciendo, “vale era por si te dolía el brazo o algo” y lo he
acompañado de toda la carga comunicativa no oral que he podido. ELLA lo ha
cogido (ojalá eso hubiera sido lo peor que la habían dicho) y ha respondido: primero de forma no verbal, mirándome a menudo al explicarse. Luego en voz alta:
“Yo encantada con Él y su equipo (y nos ha mirado) y el resto de compañeros
(por los que no estaban), me habéis tratado siempre como una reina”.
“Como
lo que mereces… Como lo que eres”. –Ha respondido Él.
Todo
ha seguido y finalmente nos hemos ido. Tras el sonido de la puerta sólo el
ruido de la planta podía escucharse entre nosotros.
Ya
había tenido esa sensación antes, un caso que te deja tocado y pensativo el
resto de la mañana, que según va pasando el tiempo vas dejando atrás, te marca
para siempre, pero no te ata a él. Lo había pasado a solas con ÉL y con más
gente alrededor. Quería ayudarlo, por una vez ÉL tenía que ser salvado.
–“Yo
es que de verdad no sirvo para esta especialidad”. –He musitado.
–Ya,
yo tampoco. –Ha respondido ÉL.
Nos
hemos ido animando los tres a comentar lo buena gente que es, la ternura que te
crea sólo con mirarla, la vida que tiene, cómo el ser así es factor de riesgo
para que te vaya mal. Y entre todo esto ha sido un momento, una décima de
segundo, ÉL se ha bajado las gafas como hace a menudo para restregarse los
ojos, pero esta vez ha sido diferente: una ligera humedad se ha esparcido
brillante por su nariz, sus ojos apenas aguantaban sin desbordarse. He girado
la cabeza para no violar su intimidad y cuando he vuelto a mirarlo ya parecía
todo normal.
Después
de 20 años… y aún llora. No he podido más. Hemos cruzado taciturnos y lóbregos
el pasillo del hospital hasta la planta donde nos esperaba la siguiente
paciente. Les he dicho que fueran yendo a la habitación que ahora los
alcanzaba, me he metido en el baño y ahí he llorado, aunque tímidamente. De
rabia, de pena, de ternura, de admiración por ÉL, por ELLA, de estar allí y no
poder seguir, de no ser aún suficientemente bueno. Por la vida, que a veces es
muy puta, por demasiadas cosas.
Ha
pasado, me he limpiado y he pensado que la siguiente paciente se merecía
igualmente una versión de mi al 100%. He salido decidido, he suspirado y he
entrado en la habitación. Después, sólo rutina.
Y
esta es la historia de la primera vez que he llorado por una paciente. La
historia de cómo esas feas paredes a veces esconden sentimientos y de cómo no
dejamos de ser humanos. Y por mucho que lo intentemos no hay palabras ni
ciencia que nos hagan comprender, o mejor dicho sentir, lo que los pacientes padecen
y lo que los de la bata llevamos por dentro. Con fallos que cuestan vidas, con
aciertos que las salvan, con palabras que lapidan esperanzas y con otras que
dan aire.
Con
todo ello, que tira de nosotros hacia abajo y que nos oprime el pecho. Porque
sí, aún con el fonendo puesto, seguimos siendo personas.
Monday, September 1, 2014
Cómo se sueña en realidad.
Cómo se hace para alcanzar un sueño
cómo vences el miedo, la parálisis…
¿Y si ese sueño tiene nombre?
Cómo le dices a alguien que lo has soñado,
cómo, si no ha pasado nada especial,
cómo, si ha sido perfecto sólo porque ella aparecía.
¿Y si no tiene tiempo para escucharlo?
Cómo le explicas que tres conversaciones cortas han valido,
cómo le dices que estás atrapado en un mismo pensamiento,
cómo contarle, que dibujo su sonrisa cada minuto en los desvaríos de mi mente.
¿Y si ella se ríe de mí?
Cómo no vencerse por la distancia,
cómo no coger un avión,
cómo si estando en el mismo continente la siento tan lejos.
¿Y si a ella le da igual?
Yo sólo escribo; me dieron palabras con las que describir los cómos e inventarme las respuestas. No sé de amor, ni de locura. No sé nada, sólo siento.
Así pues, ¿cómo lo hago? No lo sé. Pero…
¿Y si a ella le pasa lo mismo?
Saturday, August 30, 2014
Pasa el verano...
Pasa el verano dejando su espacio a un
gris otoño
mientras los últimos aromas primaverales
se desvanecen.
El árbol se queda solitario, vacío de
hojas,
aguantando el viento cada vez más frío.
No se permite temblar o no recuerda cómo
hacerlo.
Allá sólo, desafiante, queda como
muriendo,
pero dormido, aletargado.
Sueña con brotes de colores
que lo abriguen, lo acaricien y susurren.
Las golondrinas anidan entre su cuerpo,
y así como por accidente,
son las que limpian sus telarañas.
Sin quererlo adecentan
a aquel, que sólo tienen por apoyo.
Sus raíces ajadas
lo anclan a un suelo indolente
que apenas lo nutre.
Mientras, se pregunta por qué no se seca,
cómo se respira sin sol,
por qué el agua continúa subiendo
por su hastiado tronco.
Quizás la única razón
sea dar vida a estos versos,
o lo que sean.
Tuesday, August 5, 2014
Para cuando me sueñas
Para cuando me sueñas
ya te he acariciado
ya te he susurrado
ya me he ido.
Para cuando me amas
ya he visto el reflejo
roto de la luna
al son de mis lágrimas.
Para cuando me miras
con ojos felices
los míos son sombras
que te extrañan.
Para cuando me sueñas
ya te he acariciado
ya te he susurrado
ya me he ido.
Para cuando me olvido
de tu sonrisa,
ya estoy perdido
en la melancolía del recuerdo.
Para cuando te pienso
las líneas de tu cuerpo
ya me poseen,
el reflejo naranja en la oscuridad…
Para cuando me sueñas
ya te he acariciado
ya te he susurrado
ya me he ido.